Ni los cuatro jinetes ni la bomba atómica. El tsunami está ya muy visto y las abducciones se han convertido en una utopía para amantes de la ciencia ficción. Actualiza tus epifanías del fin de la humanidad y getapocalypsed con nuestros augurios coleccionables
La debacle nuclear. La reciente performance pacificadora de las dos Coreas va dejando a Estados Unidos y Rusia como los eternos custodios de un futurible apocalipsis posnuclear. Chernóbil fue una lección de humildad para la especie humana, pero seguimos siendo el animal que tropieza setenta veces con la misma piedra de uranio radiactivo. Sea por la proliferación de armas o por la crisis energética, no pierdan ustedes la esperanza de tener hijos e hijas mutantes. Al menos podrán comer coquinas fluorescentes acompañadas de doradas con tres ojos sobre lecho de plancton radioactivo. Es el milenarismo gourmet.
La infertilidad global. Ya intuido en novelas y películas, la huella medioambiental va haciendo añicos la capacidad reproductiva. Micropartículas plásticas, gases tóxicos, hidrocarburos, antibióticos desmesurados, alimentos hormonados, sexualidades atrofiadas… Nos volvemos estériles. En detrimento de la sanidad pública, las clínicas de reproducción asistida estarán reservadas para la élite adinerada y solo serán capaces de tener más de tres hijos la gente del Opus Dei. Casi como ahora.
La isla de plástico. Un nuevo continente. Mucha gente aún no conoce su existencia. Fruto de la brutal contaminación del mar, existe una isla de plástico del tamaño de Francia, Alemania y España juntas que vaga por el Pacífico. Durante décadas los desechos plásticos marinos se han ido acumulando, enredando y fusionando hasta formar un continente flotante. Esta pesadilla ecologista no es humor del nuestro. Es real como la muerte misma. Auguramos que será un nuevo continente que traerá otra era de «descubrimientos», genocidios y colonialismo postcapitalista, pero esta vez sin España de protagonista.
El suicidio colectivo. En sentido poético y decrecentista ya ocurre. Pero vamos por otro lado. En serio. Esta idea no es tan descabellada y se antoja hasta amable cada vez que encendemos una televisión, escuchamos una homilía de Carlos Herrera o España gana en algún deporte.
El transhumanismo espacial. Los intelectuales de la apología tecnológica hablan de un futuro en otros planetas y una humanidad a la conquista del universo. Cargarnos solo un planeta nos sabe a poco. La destrucción de la Madre Tierra coincidirá con el desarrollo de los viajes espaciales y el turismo intergaláctico. Eso no es apocalipsis, pensarán ustedes. Es porque todavía no han inventado los chiringuitos horteras en Plutón, con madrileños escuchando Chambao y aplaudiendo a la puesta de los tres soles de Ganímedes; con masificados apartamentos adosados en primera línea de playa a las puertas de Tannhäuser, con sus peajes, su overbooking y sus hoteles con campos de golf holográficos.
El apocalipsis capitalista. La privatización del Sol, las nubes y el aire. El sometimiento de los Estados modernos a las multinacionales. La perpetuación eterna del machismo. La pérdida de la soberanía y la tecnocracia robótica. La competencia frente a la cooperación. Lo superficial y el egoísmo frente a la solidaridad. ¿Puede la Fundación Francisco Franco sobrevivir otro siglo? Esta y otras cuestiones hacen que, aunque continúe la raza humana, den muy pocas ganas de relacionarse con ella. Ergo, el capitalismo ahuyenta a los marcianos. Es nuestra nueva tesis UFO-marxista.
La crisis alimentaria. Mucho Mercadona en cada barrio pero la fruta ni sabe a fruta ni sabe a nada. La superproducción y el desastre ecológico nos conminan a sobrevivir a base de comida deshidratada de astronauta. Ya comienzan a hacernos entrever una alimentación a base de insectos y algas. Pronto estaremos acostumbrados a merendar poliuretano. Dilo otra vez. Poliuretano. Te acostumbrarás a comerlo antes de aprender a deletrearlo.
Cotidianos desastres naturales. «¿Te vienes al tsunami de las 18:00?», «no, que me rompe la tarde». Así serán las conversaciones en el ascensor. El deshielo de los casquetes polares incrementará el nivel del mar y reducirá drásticamente la superficie terrestre. Eso traerá la escasez de cultivos, pérdida de casi todas las especies, el hacinamiento absoluto, los alquileres por las nubes, las hipotecas imposibles y Sevilla tendrá playa. ¿Qué puede ser peor?