El turismo no para de aumentar en nuestra ciudad y con él la precariedad laboral. Los ingresos del sector turístico se concentran en unas pocas manos mientras las calles sevillanas están inundadas de precariedad laboral con cara de mujer joven, graduada y sonriente. Para este artículo hemos hablado, en las cercanías de la Giralda, con dos trabajadoras que venden paquetes turísticos en la calle. Ambas prefieren ser conocidas en este artículo como Rosario y Sara.
Las dos están contratadas por una de las múltiples empresas del sector turístico sevillano. Quizás alguna vez, alguna de ellas, pensando que eras turista, te ha ofrecido un tríptico con sus servicios cuando paseabas por el centro. Sara es graduada en Turismo y trabaja a media jornada (4h al día) por 520 euros netos al mes, más una comisión por ventas «difícil de conseguir». Rosario es graduada en Restauración y Conservación de Bienes, y trabaja a jornada completa descansando un día a la semana y un fin de semana al mes. De las 40 horas semanales que trabaja, solo le dan de alta una hora. Su salario es de 600 euros al mes por 33 horas semanales, más una comisión del 15-20% de las ventas de paquetes turísticos en las 7 horas hasta completar las 40 horas.
A Sara le apasiona su trabajo porque «me gusta el contacto con la gente y, especialmente, en un entorno como este», aunque a veces es duro trabajar en la calle con «frío y lluvia en invierno, y mucho calor en verano». Como no hay muchas posibilidades de empleo en el sector de la restauración y conservación de bienes, a Rosario le gustaría seguir trabajando en el sector turístico «y tener mis ratos para restauración». Aunque ya llevan varios años en sus empleos actuales, avanzar profesionalmente para ambas significaría encontrar otro trabajo con mejores condiciones laborales.
Más allá de la imagen de relajación de los y las turistas que pasean disfrutando de los alrededores de la catedral sevillana, existe un fuerte nivel de competencia entre las empresas que venden allí mismo paquetes turísticos. Esta competencia se traslada a una guerra entre las plantillas de diferentes empresas. «Aunque parezca que no, tenemos el terreno muy marcado. No te pases porque cada uno tiene su territorio», comenta Sara. Existen puntos geográficos claves para la venta de productos turísticos, zonas que por su belleza animan a los turistas a comprar, enclaves por los que deambulan miles de viajeras cada día.
Pese a la precariedad laboral que inunda el sector turístico, no ha habido luchas colectivas significativas por mejoras laborales en los últimos años en las plantillas de turoperadores; «si dices que no, vienen otros detrás», nos espeta Rosario. Sin embargo, sí ha habido y hay luchas colectivas y una sucesión de conflictos laborales individuales en otros sectores relacionados con el sector turístico, como la hostelería y la restauración. Incluso la lucha del sector del taxi contra la liberación de su mercado de manos de los vehículos VTC podría enmarcarse también en las luchas laborales relacionadas con el aumento del turismo. De vuelta a las cercanías de la Giralda, tanto Sara como Rosario ignoran el convenio colectivo que les acoge y comentan que no hay sindicatos en la empresa. Como vemos, el sector de la venta de productos turísticos cuenta con plantillas relativamente nuevas sin tradición de autoorganización y lucha, como muchos otros en Sevilla. Todo un reto para el sindicalismo alternativo, combativo, solidario y asambleario que busca apoyar a trabajadoras precarias.
De cara a la huelga general feminista del 8 de Marzo, Rocío comenta que «normalmente me entero de las huelgas cuando llego a mi casa de trabajar». Ambas desconocían la convocatoria del 8M; «no nos sentimos discriminadas por ser mujer, en el sector del turismo si vendes todo va bien».
Desde ahora la Giralda, el símbolo por excelencia de la ciudad de Sevilla, tiene un nuevo significado para quien firma este artículo y quizás apara algunas de sus lectoras. La Giralda como símbolo de la precariedad inhumana que se vive a sus pies, símbolo de la explotación laboral de unos pocos empresarios sin escrúpulos, de una inspección de trabajo inexistente, de un Ayuntamiento hipócrita, de un turismo que solo tiene ojos para los monumentos. Precariedad laboral y vital a la sombra de una «Sevilla internacional» y sonriente.