Septiembre es el mes de la vuelta a la rutina para la mayoría silenciosa. La Cúpula de Lisergia ofrece consejos inútiles para comenzar el nuevo curso con más temple y menos euforia, ayudando a equilibrar el compromiso con el individualismo.
Se acabaron las vacaciones para aquellos que pudieron disfrutarlas. Rebrota el séptimo mes del calendario romano anticipando el otoño. La vuelta a la rueda del hámster, el pedaleo hipnótico en la ética protestante del trabajo, viene cargada de penurias postvacacionales. La efímera utopía estival de la clase trabajadora se ha esfumado. En estas fechas, además, el personal activista y simpatizante tiene su chispita: nuevos proyectos autogestionados, nuevos ciclos de lucha y resistencia, y ese cuaderno a estrenar deseando anotar gloriosas y kilométricas asambleas. Pero también sabemos que de todo lo que ahora se empieza con fuerza e ilusión, en navidad posiblemente se habrá olvidado; en marzo o abril muere de frío e inanición o, como mucho, muere en verano exhausta y heroicamente. Desde la humilde cúpula de Lisergia, os damos unos consejos para domar esa euforia septembrista y ser seres políticos más realistas.
Sevilla no es Londres, ni Berlín, ni Barcelona. Molaría, con movimientos sociales súper potentes bien relacionados con la administración local. La diáspora de nuestra tierra nos empuja a pasar una temporada en las capitales del imperio. Incluso siempre hay gente que se anima a ir a un campamento militante o matricularse en la Universidad de Podemos y, superado el Stendhal de ver a Monedero en bañador haciéndose el enrollado (ay, aquel spot), vuelven a Sevilla. Aquí tratarán de reproducir con energía algún proyecto inspirador que lo pete, como un comedor popular de comida reciclada, un cine okupa o cualquier otra cosa maravillosa, coherente, abierta, participativa y con pocos visos de mantenerse en el tiempo.
La militancia conlleva sacrificios y, como en tantos aspectos de la vida, las personas somos a veces esclavas de nosotras mismas. Se hará necesario equilibrar el compromiso con un poco de individualismo. ¿Existe la objeción de conciencia en la militancia? Esgrimir alguna razón de conciencia para dejar descansar la conciencia no parece muy defendible, pero si la sociedad considera «normal» y «con futuro» el modelo de sobreexplotación capitalista, ahora no vamos a ponernos tiquismiquis con nuestras propias contradicciones.
Para no encallar en tu meteórica carrera hacia el liderazgo social, es necesario que no lo vuelques todo ahora. Parece un consejo de retrete y medio gramo, pero vamos por otro lado. Es verdad que venimos con las pilas cargaditas y un subidón motivacional para cambiar de una vez esta mierda de sociedad. Ok, pero tranqui, dosifica, no quieras ponerte a cien o para cuando llegue tosantos habrás ya caído en una depresión maníaca que te devolverá al individualismo consumista, en ese rincón indolente donde el sistema te quiere.
¿Hay lugar para el egoísmo sin remordimientos si quieres dejar tu activismo para el año que viene? El secreto está en ajustar la ecuación entre esfuerzo y tiempos. Contemporiza. Usa la agenda. O sea, apúntate a algo ahora, pero déjate tiempo libre para tus cositas por si más adelante sale algo que te apetezca o porque en algunos proyectos alguien falle y tengas que ir a relevarle.
No te apuntes a todo. Delega. Te gustaría no perderte nada y asegurarte que todo se hace, pero deja que el resto asuma también responsabilidades y sé tú responsable con tus energías. ¡Eres activista, no ministra! Los límites existentes entre la motivadora reflexión y dar la brasa son cada vez más finos.
Sé un poquito egoísta, busca tus cositas individualistas que no sean de lucha y revolución: un poquito de running, una partidita a la play, vete al cine o a la sierra en fin de semana.
¿La excedencia y el año sabático son conceptos asumibles en los colectivos que lideran el tercer sector y movimientos adláteres? ¿Y las vacaciones militantes? Contempla la posibilidad de un añito sabático del activismo, sin remordimientos. No te lo creas todo. Vale que hay que apoyar y animar a la peña, pero no eres un saco de la risa. Practica un poco de objeción de conciencia antagonista.
La resilencia se ha convertido en el palabro de moda en muchos ámbitos. Hace falta adaptarse a la marea para salir adelante. Las luchas internas en grupos activistas son una fuente de estrés reconocida por la OMS. Sumar a tus compromisos laborales y a tus disfuncionales relaciones sociales más compromisos, responsabilidades y tareas, puede poner en riesgo tu salud mental. Asimismo, vivir alineadamente renegando del pensamiento crítico y la autogestión, te sumirán en la depresión del consumismo y la barbarie capitalista. En el resilente equilibrio entre la militancia y el discurrir de esta sociedad desalmada está la clave.