Con niveles de paro del 34 %, en general, y del 60 % entre la juventud, son muchos los empresarios que se aprovechan de las circunstancias: «Si tú no trabajas en estas condiciones, habrá otro que lo haga y más barato». Estos abusos están muy extendidos, por ejemplo, en el sector de la hostelería en Sevilla. En muchos bares y restaurantes no se cumple el Convenio Colectivo de Hostelería de la Provincia de Sevilla. No se cobra lo que se tendría que cobrar, no se pagan las horas extras ni la nocturnidad, no se respetan los descansos legales (mínimo de 12 horas entre turnos), se acosa a la gente para que dejen el empleo sin cobrar el finiquito, etc. Y para colmo, muchos currantes desconocen sus derechos y lo que dice el convenio colectivo. Además, en muchos bares, un o una camarera lleva ahora muchas más mesas que antes cobrando lo mismo o menos. Con las «vacas gordas» se llevaban los beneficios los empresarios; ahora, con las «vacas flacas», las plantillas sufren las pérdidas. Esta situación es especialmente grave en plena crisis, cuando muchas familias dependen de un solo sueldo, y muchas veces ese único sueldo viene de la hostelería. De hecho, el papel de zona subdesarrollada otorgado a Andalucía desde los inicios del siglo XX por los terratenientes andaluces y las burguesías vasca, madrileña y catalana, vació nuestra tierra de fábricas, condenando a gran parte de la población a la precariedad del sector servicios y del campo. Esta tendencia se está agravando ahora en plena crisis económica. Una crisis que está sirviendo de excusa para los recortes sociales de la austeridad. Recortes para los y las de abajo que significan más dinero para los de arriba a la vez que se asienta nuestro papel de patio trasero de Europa y se incrementa la precariedad a todos los niveles, también en el laboral. En este sentido, es especialmente grave la nueva reforma laboral que nos deja a los pies de los caballos de los empresarios, facilitando y abaratando el despido. En estas condiciones, mucha gente se calla porque desconocen sus derechos o porque tiene miedo a perder el empleo si los reclaman. Sin embargo, cada vez son más los y las camareras, cocineras, pinches, repartidores, etc., que alzan la voz, como ha sucedido en los últimos meses en las Pizzerías Orsini, en Telepizza, en la heladería La Ibense-Bornay, en el bar Levies, en el restaurante de la Torre de los Perdigones, en La Sureña… Todos estos negocios no cumplen o no cumplían el convenio de hostelería y en todos ellos alguien dijo hasta aquí hemos llegado. Y las plantillas han conseguido victorias… Por ejemplo, el restaurante de la Torre de los Perdigones no pagaba a tiempo a sus trabajadores y trabajadoras, a las que debía mucho dinero. Con esta estrategia se pretendía que gente que llevaba muchos años en la empresa no tolerara más la situación de impago y pidiera el despido renunciando al finiquito. Y cuando abandonaran estas trabajadoras, se contrataría a gente nueva en condiciones mucho más precarias. Esta situación intolerable, utilizada por muchos empresarios, se prolongó hasta que una trabajadora montó una sección sindical, en este caso del Sindicato Andaluz de Trabajadores/as (SAT). La sección sindical informó a la empresa de que si no cumplía con el convenio colectivo y no pagaba a tiempo, el sindicato actuaría con todas sus consecuencias. Desde ese momento, la situación cambió radicalmente y se abonaron los atrasos. No muy lejos de este restaurante, en el nuevo bar de La Sureña en la Alameda de Hércules, el mismo sindicato consiguió la readmisión de una trabajadora despida por exigir sus derechos. Estas victorias, por pequeñas que sean, muestran que es posible luchar contra la precariedad laboral en el sector de la hostelería, y ganar. Tradicionalmente, los sindicatos mayoritarios burocratizados no se han centrado en defender los intereses de las plantillas más precarias, especialmente en centros de trabajo con pocos currantes. Son tajos que requieren mucho esfuerzo sindical para organizar a pocos trabajadores en condiciones muy frágiles… Así, las denuncias en el sector de la hostelería en Sevilla están siendo apoyadas ahora, especialmente, por sindicatos alternativos como la CNT y el SAT. Este último cuenta con una campaña específica por el cumplimiento del Convenio Colectivo de Hostelería. No es fácil luchar en una empresa donde hay apenas unas pocas personas en plantilla. Sin embargo, la cosa cambia cuando se recibe apoyo exterior de un sindicato asambleario y combativo, pues se cuenta con gente para movilizaciones y para impulsar campañas de boicot a los negocios explotadores, además de con un gabinete jurídico para denunciar en los tribunales todos los incumplimientos patronales. Además, también es especialmente importante la solidaridad del tejido asociativo y los vecinos y vecinas del barrio, ya que pueden colaborar en la denuncia de la precariedad e impulsar el boicot. En sectores donde los y las trabajadoras estamos tan divididas en pequeños centros de trabajo, tenemos que aprender de luchas pasadas en las que la gente se organizó desde el tajo, pero territorialmente, para sumar fuerzas. Contamos con muchos de estos ejemplos: desde la Comuna de París en los inicios del movimiento obrero (1871) hasta hoy en día en El Alto (Bolivia). La lucha en la hostelería sevillana avanza. Esperemos que se establezcan asambleas de barrio de currantes de hostelería que agrupen a las diferentes plantillas de una zona para coordinarse en la mejora de sus condiciones laborales y contra el abuso patronal. De estas asambleas territoriales de hostelería podrían surgir también iniciativas de autoempleo, por ejemplo, mediante el impulso de cooperativas de hostelería que aseguren condiciones laborales dignas, gestión democrática de la empresa y consumo de productos ecológicos locales. Se abre así un horizonte lleno de posibilidades, y frente a la precariedad actual en la hostelería en Sevilla surge la posibilidad de barrios más sanos, ecológicos, dignos, democráticos y combativos en los que colaboren los movimientos sociales y vecinales con el movimiento de los y las trabajadoras.