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Zonas temporalmente reguladoras del turismo – EL TOPO
nº33 | ¿hay gente que piensa?

Zonas temporalmente reguladoras del turismo

Que el Casco Norte ya es terreno guiris-friendly lo sabe hasta Queipo de Llano, que sigue tan pancho macerándose con honores en fascismo y misoginia en una Basílica que ahora indica su paradero en el idioma universal: La Macarena Basílica, in pure sevillian english.

Sin embargo, aunque la calle San Luis tenga cada vez más pisos turísticos y menos tiendas de desavíos, hay rincones que resisten ahora y siempre al invasor. Al igual que el levante es un factor natural regulador del turismo en la costa gaditana, en nuestro barrio también tenemos elementos endógenos que ponen un poco de orden en el ecosistema, ejerciendo de filtro disipador ante las involuntarias especies invasoras.

Los turistas que empiezan su ración de vistas por el Arco de la Macarena, se quedan a menudo contemplando embobados la Casa del Pumarejo y señalan alborozados a las vecinas de cartón que saludan desde sus balcones. Muchos se ven tentados de sentarse en la terraza y coger fuerzas para seguir consumiendo ciudad. La encantadora chavalería que baila swing en una esquina puede ser un masuno pero los extraños personajes que piden cigarros en un carrusel sin fin mientras que otros empiezan una pelea coreografiada en slow-motion son un poco desconcertantes.

A veces, los aturdidos turistas quedan varados en la Moravia, derrengados ordenadamente en una fila de sillas, todas mirando al frente como en los cafeses de París, mientras el camarero advierte con saludables gritos que no piensa salir a atenderlos a la terraza. El Vizcaíno, por más que aparezca en guías y reportajes como obligada visita con solera, sigue teniendo una fauna autóctona y compacta que se resiste a ceder ni un milímetro de su barra, su puerta y su acera, dejando a los educados foráneos sin recursos para pedir su cerveza. Claro, los pobres no entienden por qué no se lo ponen un poco más fácil para ejercer su legítimo derecho al turismo.

Pero a ver, que no odiamos a lxs turistas. También recordamos que ellxs somos nosotras en otros sitios. Intentando no ser masa mientras buscamos dónde comer en TripAdvisor. No los odiamos, solo odiamos obstinadamente el sistema que convierte el mundo entero en mercancía. Solo queremos que nos visiten más desordenados, un poco más dispersos. Que renuncien a dormir bajo sábanas del Ikea en cualquier Airbnb. Insistir en que por mucho que lo diga el delegado de la cuestión, el turismo no es un derecho sino el privilegio de unxs pocxs. Así que nos perdonen si a veces nos falta una mijita de hospitalidad, al fin y al cabo, defendemos nuestros barrios para que tampoco se mueran los suyos.

Nos apoya

Las comadres somos la comadre Vanesa y la comadre Begoña, dos amigas que nos conocemos desde hace ya varios años y que hemos tenido la suerte y oportunidad de emprender este camino juntas. Contando con que las dos tenemos una capacidad innata para relacionarnos con todo aquello que se mueve, sabíamos que teníamos que trabajar de cara al público y si estábamos sintiendo el proyecto como algo nuestro, mejor que mejor. Un proyecto que fuera una forma de vida y una apuesta por un futuro saludable y responsable. Para llevarlo a cabo y sentirlo aún más nuestro decidimos quedarnos en el barrio y así ha sido. Gracias al apoyo de familiares y amigos hemos podido “poner en pie” nuestra frutería – verdulería, un espacio que nos gustaría que lo sintierais como vuestro y que lo disfrutarais cada vez que os acerquéis. En Las Comadres no sólo queremos ofreceros productos de gran calidad, a buen precio; sino que nos gustaría aprender, intercambiar saberes y convertir nuestro local en un espacio de encuentro en el barrio.