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Los niños tienen pene, las niñas tienen vagina – EL TOPO
nº13 | desmontando mitos

Los niños tienen pene, las niñas tienen vagina

Diferencias biológicas entre mujeres y hombres Esa es la única diferencia biológica que aprendí en mi infancia. Los niños tienen pene y las niñas tienen vagina. Y hasta esa ha demostrado no ser cierta. Tuve que reaprender que hay niños con vagina y penes físicos en cuerpos de mujeres. Del resto de cosas que supuestamente una mujer no sabe, o sabe hacer requetebién por el único hecho de llevar una vagina de equipamiento básico, yo no tenía mucha idea.

Pero hay mitos que perviven por los siglos de los siglos, amén. Y si no, que se lo digan a los autores de Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas que van por la 10.ª edición conmemorativa. Como regalo, nos traen un capítulo especial «La Seducción. 17 técnicas que dan resultado». Ese es el nivel.

Podríamos pensar que la idea de que hombres y mujeres nos comportamos de manera diferente porque nuestros cerebros están configurados de distinta manera debido a unas habilidades ancestrales que nos determinan hasta hoy está ya fuera de onda y queda relegada a las conversaciones con el cuñao de turno. EPIC FAIL.

Caso práctico n.º 1. Hace poco una amiga (amiga-amiga con la que compartí infancia y adolescencia combativa) me dijo, mirando una obra de ingeniería faraónica gaditana: «Esto solo puede hacerlo un hombre. El cerebro de una mujer no está preparado para construir estas cosas». Yo la miré ojiplática mientras salía por mi nariz el agua que hasta segundos antes pretendía beber.

Caso práctico n.º 2. Excursión a la sierra de Huelva. Quedamos con un amigo en una charla. El público consistía en un amplio surtido de neoagroserranos, en esa franja de la juventud extendida, y la ponente era una señora parecida a mi abuela. La abuela de pelo candyfloss empezó a poner unas diapositivas con infografías rollo Quo donde explicaba las diferencias físicas entre el cerebro de los hombres y el de las mujeres. Que si los hombres tienen el hipotálamo más grande y eso les hace tener más impulsos sexuales y mayor defensa territorial. Que las mujeres tienen más empatía porque la zona cerebral de las neuronas espejo es más extensa. Las mujeres dominan más el lenguaje verbal y los hombres las disciplinas científicas. Después del sexo las mujeres segregan hormonas que las hacen ser cariñosas y a los hombres les entra sueño. Los hombres se sienten atraídos por mujeres más jóvenes y ellas por hombres maduros. Ellos buscan sexo y ellas cariño. A estas alturas de la exposición yo estoy francamente tensa y tirando pellizcos al brazo de mi acompañante. La exposición sigue. Las mujeres tienen mucho más desarrollada la zona cerebral encargada de los cuidados y obtienen satisfacción cuidando a sus seres queridos. Y aquí empieza un animado debate sobre cómo el capitalismo está obligando a las mujeres a dejar de lado su rol natural de los cuidados y cómo las mujeres se están viendo obligadas a abandonar a sus bebés para incorporarse al mundo laboral. Llegados a este punto, mi sana indignación digievoluciona a estado ON FIRE.

Abrazar la diferencia como estrategia desmovilizadora

Aplaudo rabiosamente todas las críticas al sistema capitalista que no nos permite tener vidas que merezcan la pena ser vividas, y las maternidades son una de las facetas que se ven más atravesadas por este sistema. Ahora, utilizar un determinismo biologicista para perpetuar los roles y argumentos del patriarcado, no. No se trata simplemente de no fomentar estereotipos, estamos hablando de no hacerle la cama a un sistema que nos coloca en posiciones subalternas y encima lo argumenta con una pátina de lenguaje científico.

En el prólogo de Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas, sus autores aseguran: «Los hombres y las mujeres son distintos. Esto no significa que unos sean mejores ni peores que otros, simplemente son diferentes. Hace tiempo que los científicos, los antropólogos y los sociobiólogos lo saben, pero también sabían que divulgar esa información públicamente en un mundo donde todo parecía ser políticamente correcto podría provocar su rechazo social. La sociedad de hoy en día parece obstinarse en creer que los hombres y las mujeres poseen las mismas capacidades, aptitudes y potencialidades, cuando, paradójicamente, la ciencia está empezando a demostrar que ambos sexos son completamente diferentes».

Sin entrar en el debate de quiénes hacen la ciencia y deciden qué es ciencia y qué no, que eso da para otro artículo, no hay ninguna base científica que establezca una relación directa entre el sexo y las potencialidades o aptitudes de cada unx. O como dice la santa Wikipedia, «los estudios de diferencias de sexo psicológicas, además de generar controversia tiene problemas de fiabilidad, validez y consistencia. Muchos estudios a pequeña escala informan de diferencias que no se replican en estudios mayores». Pero, sobre todo, el gran peligro de estos discursos es que sirven para naturalizar el machismo. Si en vez de asumir que vivimos en una estructura patriarcal que considera que hay profesiones y estudios «de mujeres», pensamos que las mujeres tienen menos desarrollada la parte del cerebro asociada al pensamiento científico, no hace falta luchar para cambiar nada. No te agobies, bonita, tu cerebro rosa no da para más. Si en vez de pensar que el capitalismo necesita un sistema que empuja a las mujeres a realizar todo el trabajo reproductivo para que la otra mitad de la población pueda producir en el mercado y nos educan para ello, pensamos que la naturaleza impele a las mujeres a cuidar a su prole y su hogar y obtener satisfacción de ello, evidentemente nos tomamos lo de ser las responsables de los cuidados con mucho mejor humor.

No somos más empáticas porque la naturaleza así lo quiere, lo somos porque desde pequeñas nos empujan a identificarnos con el otro, a adivinar sus deseos, a cuidar. Los hombres no son poco comunicativos como una continuación de los gruñidos neardentales, sino porque nunca se les alienta a expresar sus emociones, a identificarlas, comunicar lo que les pasa por dentro. Ahí está la trampa, porque si la naturaleza nos ha hecho así, entonces la cosa no tiene arreglo. En cambio, contra las estructuras construidas socialmente se puede luchar.

La biología no determina mis capacidades ni mis aptitudes. Esa avalancha de estudios, de palabrería, de dibujos con zonas del cerebro iluminadas son una cortina de humo. Una cortina de humo que pretende ocultar los condicionantes, los dispositivos (desde los más sutiles a los más explícitos) que reiteradamente empujan a hombres y mujeres a apropiarse de los tiempos de modo distinto: producir o consumir, trabajo público o cuidados, mi tiempo para mí o mi tiempo para otrxs. Dejaos de rollos. Eso no es ciencia. Es patriarcado.

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