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El reto de ser feminista y nacionalista andaluza – EL TOPO
nº20 | política andaluza

El reto de ser feminista y nacionalista andaluza

Hacia un feminismo decolonial andaluz

Nos preguntamos si es necesario crear un feminismo andaluz como herramienta de conquista de derechos para las mujeres andaluzas que ven incrementada la precariedad de sus vidas en cuanto que habitan este territorio y no otro. Reflexionamos sobre si hay que construir un feminismo andaluz desde las mismas premisas decoloniales con las que se han construido los feminismos indígenas o los feminismos negros. Nos sentimos responsables de nuestro tiempo y espacio y aceptamos el reto de reflexionar sobre ello.

El feminismo decolonial

Haciendo un resumen rápido y concentrado de la historia del feminismo podemos contar que se han dado tres olas de reivindicaciones y luchas: la lucha por el sufragio universal de los siglos XIX y XX en la primera ola; la liberación de la mujer y la lucha por los derechos sexuales y reproductivos en los años 60 del siglo XX en la segunda; y el reconocimiento de la diversidad y de la diferencia en los años 90 del siglo XX en la tercera. Estas luchas han estado enfocadas hacia el interior, es decir han estado centradas en grupos sociales y culturales de mujeres que han trabajado y luchado para conseguir reivindicaciones concretas en el interior de sus esferas sociales.

Pero el feminismo ha tenido un movimiento de expansión al exterior. El fenómeno feminista se traslada fuera del núcleo en que se produce y, si bien es cierto que a diferentes velocidades y con distintos impactos, ha alcanzado esferas sociales, económicas y culturales muy alejadas del lugar en el que se formó.

El feminismo decolonial surge como crítica a este feminismo occidental que se expande fuera del núcleo donde se crea, por cuanto considera que se ha centrado en el patriarcado y el androcentrismo, como única vía de dominación hacia las mujeres, obviando otro tipo de relaciones y problemas estructurales, más complejos (el militarismo, la pobreza, la etnicidad, la ecología, etc.), que agudizan la opresión sufrida por diferentes grupos de mujeres y que «los feminismos tradicionales» no tienen en cuenta.

Este feminismo, que se convierte en colonizador cuando llega a otras realidades externas al contexto en el que se formó, fue denunciado por las mujeres indígenas de América Latina que empezaron a plantear la necesidad de reconocer sus derechos colectivos como parte de sus pueblos, como condición para el ejercicio pleno de sus derechos como mujeres y a reivindicar su cosmovisión como una perspectiva fundamental para cuestionar el proyecto civilizatorio de occidente. Después le han seguido voces de feministas indígenas, chicanas, musulmanas, y de distintas regiones de África y América Latina, quienes han venido a cuestionar los universalismos de la teoría feminista. El feminismo decolonial ha ido construyendo unas reivindicaciones y luchas desde el exterior, es decir la periferia o la colonia del sistema occidental.

Andalucía como colonia

Si bien es cierto que Andalucía se enmarca dentro de este occidente colonizador, dentro de él se le ha asignado un papel periférico y subalterno. La concepción de Andalucía como una realidad periférica de un centro que concentra el poder, o dicho de otra manera, la realidad de Andalucía como colonia comienza a finales del s. XV. El proyecto político militar de la creación de un Estado-nación iniciado por los Reyes Católicos supuso el exterminio y expulsión de una gran parte de la población de Al-Andalus, seguido de la represión y la censura de las manifestaciones culturales y de la lengua andalusí. La nobleza castellana, continuadora de este proyecto de Estado-nación, se convierte en propietaria de la tierra en Andalucía llegando el latifundio y la concentración de la tierra hasta nuestros días. El problema del acceso a la tierra y la lucha por la soberanía alimentaria ha sido el marco de las reivindicaciones y la consecuente represión del pueblo andaluz en los últimos quinientos años.

Desde un punto de vista económico podemos mantener que Andalucía en la actualidad sigue siendo una colonia. En El Topo n.º 16, las compañeras del Observatorio de Género sobre Economía, Política y Desarrollo de la Universidad Pablo de Olavide nos dejaban un clarificador artículo sobre su último informe relativo al impacto de las políticas austericidas en las mujeres andaluzas. Destacaban cómo en los últimos años se ha intensificado la precariedad laboral, y cómo las privatizaciones y los recortes en servicios públicos precarizan las condiciones de vida, lo que sitúa a las mujeres en una posición de mayor dificultad para afrontar los riesgos vitales. Este informe arroja comparativas escalofriantes respecto a las tasas de paro y riesgo de exclusión y pobreza de las mujeres andaluzas frente a las cifras estatales.

Recientemente, el catedrático Isidoro Moreno publicaba un artículo periodístico en referencia al día de Andalucía donde afirmaba que «nuestra economía está centrada en el extractivismo minero, en una agricultura insostenible ecológica y socialmente y en el monocultivo turístico, tres funciones caracterizadoras de una colonia».

Ante esta realidad política, económica y cultural, las mujeres andaluzas estamos en una situación de opresión, diferenciada cuantitativa y cualitativamente, por habitar la periferia. Por ello es pertinente plantear algunas cuestiones: ¿Es posible un feminismo decolonial andaluz? ¿Es necesario centrar nuestras reivindicaciones feministas siendo conscientes del eje de opresión que nos atraviesa al habitar en la colonia? ¿Qué nos lo impide?

Pura Sánchez nos comparte sus reflexiones respecto a estas cuestiones.

Feminismo e identidad andaluza

Según Pura Sánchez, feminismo y nacionalismo son dos conceptos que han mantenido una relación compleja. «Si nos referimos a Andalucía, al menos hasta ahora, parece considerarse que las aportaciones del feminismo al nacionalismo son irrelevantes, o bien que el nacionalismo, en el mejor de los casos, no atañe al feminismo. Pero ocurre que las feministas, algunas feministas, también somos nacionalistas andaluzas y estamos dispuestas a conectar ambas prácticas políticas.

En principio, es urgente y necesario desvelar cuánto tienen de construcción de género masculino los nacionalismos de Estado. Los proyectos nacionales estatalistas han sido construidos y legitimados sobre un relato que reproduce y consolida las relaciones de dominación sobre las mujeres. Es más, en dichos relatos se utiliza a una mujer idealizada como referencia naturalizada de la nación. A la nación se la denomina «madre patria», las mujeres paren hijos para la patria, han sido las encargadas de transmitir la nacionalidad, es decir, la condición de ciudadanía, han sido quienes han reproducido las fronteras de los grupos étnicos o nacionales, y también transmisoras de la cultura y agentes de la reproducción ideológica.

Todo ello se concreta en el uso del cuerpo femenino como instrumento para la construcción del Estado-nación. De ahí la generalización de las violaciones masivas como arma de guerra. O el sometimiento de los intereses individuales de las mujeres y de sus derechos, a los intereses del Estado-nación, con el control poblacional, por ejemplo.  

Por tanto, es evidente que esta construcción nacional estatalista tiene una clara marca de género, el masculino, lo que explicaría la desconfianza del feminismo hacia ella, pero en ningún caso justifica su indiferencia. 

En el contexto del Estado español, el nacionalismo españolista ha trabajado intensamente la figura de la madre, para la elaboración simbólica de la madre patria; una mujer-madre dotada de atributos tales como la resignación, el espíritu de sacrificio, la entrega, la renuncia y la sumisión; un retrato de ida y vuelta, que ha funcionado afirmando estos atributos, tanto en relación a las mujeres «españolas», como en relación a la patria «española». Por tanto, en cierta forma, combatir este modelo de mujer ha ido parejo al rechazo de este nacionalismo masculinizado y excluyente, emanado del patriarcado.

En Andalucía, tras casi cuarenta años ininterrumpidos de gobierno del PSOE, se ha llevado a cabo, desde las instituciones autonómicas, un proceso de desactivación de la cultura y la identidad andaluzas, que ha ido paralelo al de apropiación y desactivación del feminismo, a la vez que se han instrumentalizado a las mujeres andaluzas. Convertidas en una sinécdoque, se las muestra como la parte que designa al todo, degradando tanto sus identidades de mujeres como de andaluzas, al recrear un retrato ficticio y velador de su identidad multiforme y real.

Sabemos que en 2015 el paro ha descendido el doble en hombres que en mujeres, mientras el trabajo parcial y precario está feminizado; que los cuidados no profesionales a dependientes recaen en manos femeninas; que han aumentado las órdenes de protección en más de seis puntos; que los hombres son, en mayor porcentaje, propietarios de viviendas; que las alcaldesas de Andalucía no llegan ni al 25% y que se sitúan en pueblos y ciudades pequeñas[1].

Mientras tanto, confundiendo presencia con protagonismo, las mujeres andaluzas llenan los platós de la televisión «pública» autonómica, ríen las gracietas del presentador de turno y aparecen como figurantes mayoritarias en pueblos cada vez más de cartón piedra. Tomando esta parte del pueblo andaluz por el todo, se las muestra felices y contentas, dedicadas a hacer cocina tradicional, distraídas en talleres como los de la Sección Femenina de la Falange fascista, ocupando ferias y mercados, encuadradas en asociaciones subvencionadas y aplaudiendo a la presidenta de la Junta de Andalucía, en perpetua campaña electoral femenina».

¿Cuáles son los retos de un feminismo andaluz?

Según Pura Sánchez, ante esta situación «la tarea de futuro pasa por denunciar esta falacia de una Andalucía subalterna y periférica, que utiliza a las mujeres como pieza fundamental de dicha construcción, mientras ningunea su cualidad política. Pero también hay que denunciar a ese feminismo adormidera, de retórica y porcentaje, que reproduce y construye espacios excluyentes desde los que no se puede configurar sino una identidad excluida, en la que la paridad se instrumentaliza para colonizarnos políticamente.

Necesitamos reclamar el derecho a decidir, sí, pero en primer lugar sobre nuestros cuerpos; se trata del primer paso para arrebatar al Estado-nación uno de sus espacios de dominación: el cuerpo de las mujeres. Pero considerando que se trata de un derecho con efectos políticos, que no afecta solo a las mujeres, sino a todos los sujetos políticos, incluidos los pueblos nación. 

Porque necesitamos pensarnos como personas y como colectivos con derecho a decidir, a la vez que nos construirnos como un pueblo diverso y heterogéneo; necesitamos construir el nacionalismo soberanista andaluz teniendo en cuenta lo diferente, no negándolo. Y asumiendo como diferente no solo las diferencias de género, sino también de etnia, de cultura, de clase. Cualquier diferencia. Porque la conciencia sobre nuestra realidad de pueblo colonizado no puede suponer obviar los diferentes modos en que se ejerce la colonización, las formas distintas en que nos afecta a hombres y mujeres y los diferentes papeles que jugamos en el proceso colonizador.

Debemos transformar nuestro ámbito de pueblo-nación, desarmando las relaciones de poder jerarquizadas, a la vez que construimos un espacio de relaciones nuevo, no excluyente, no jerarquizado, no androcéntrico ni masculinizado. Una patria andaluza en la que sus hijos e hijas habiten en paz, un ámbito de relaciones heterogéneas y diversas, un nacionalismo inclusivo y liberador, entendido como liberador de los colonialismos, pero también de las jerarquías internas. Un nacionalismo soberanista.

Ello propiciará que las mujeres andaluzas no prescindamos del nacionalismo como instrumento político, al identificarlo con un esquema de poder que nos mantiene en la sumisión y la subalternidad. Romper la lógica de la dominación, como mujeres y como pueblo no son dos luchas separadas.

La tarea que tenemos ante nosotros es ingente: hay que construir un feminismo nacionalista, o un nacionalismo feminista. El punto de partida es la soberanía y el de llegada: la matria. No queremos, pero tampoco podemos, dejar que la nación andaluza se construya al margen de las mujeres y sin la mirada feminista».

A modo de conclusión, dos son las tareas para parir este feminismo andaluz que pretendemos: denunciar el colonialismo en Andalucía y construir desde la identidad. Así, por un lado es urgente visibilizar la realidad de subordinación de Andalucía como colonia y la repercusión de la misma en las mujeres andaluzas, que se articula según los ejes de la clase, la edad, la etnia y cualquier otra diferencia que nos afecte. Y, por otro lado, empezar a construir un feminismo propio sin complejos, desde los valores identitarios de la cultura andaluza, como las mujeres negras, chicanas o indígenas han sabido hacerlo. No solo el punk o el hip-hop pueden ser vehículos apropiados para divulgar planteamientos feministas; también las chirigotas o el flamenco pueden ser instrumentos válidos para ello. Con nuestros elementos expresivos, es posible configurar herramientas de conquista hechas a la medida y por las feministas andaluzas.         


[1]http://www.juntadeandalucia.es/economiayhacienda/planif_presup/genero/informe/informe2016/informedeevaluaciondeimpactoconlogos.pdf

Bibliografía consultada: Revista con la A. N.º 24. Feminismo Decolonial.

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