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¿Y SI EL SÚPER FUERA NUESTRO? – EL TOPO
nº48 | construyendo posibles

¿Y SI EL SÚPER FUERA NUESTRO?

SUPERMERCADOS COOPERATIVOS: EN LA BÚSQUEDA DE MODELOS FÁCILES DE EXPANDIR Y DE REPRODUCIR PARA EL COOPERATIVISMO DE CONSUMO

EL COOPERATIVISMO DE CONSUMO TIENE NUEVAS PROPUESTAS FRENTE A LA HEGEMONÍA DE LAS MULTINACIONALES DE LA ALIMENTACIÓN QUE VIENEN DOMINANDO LAS RELACIONES DE LAS PERSONAS QUE CONSUMEN Y QUE PRODUCEN BIENES DE PRIMERA NECESIDAD. ¿QUÉ NOS HA TRAÍDO HASTA AQUÍ?

Tengo que decir que es una de las cosas que más me gusta. Me mola ir al supermercado, estar a tu aire. Hacer la compra, ver lo que te apetece en ese momento.
Qué vas a cocinar o qué falta en casa…, toallas…, has tenido un problema…, siempre es emocionante

Fernando Alonso

En las últimas décadas, vienen sucediéndose experiencias de cooperativismo de consumo que vinculan a grupos de personas en las ciudades con producciones locales, con la tierra y con la agricultura. Es el proceso en el que se ha acuñado una nueva cultura de relaciones agroalimentarias alrededor del consumo responsable y la empatía entre formas de vida urbanas y rurales.

Las experiencias de cooperativismo de consumo vinculadas a la agroecología, abundantes en número por todo el territorio y pequeñas (o muy pequeñas) en relación al volumen de consumo urbano, son diversas. Existen desde cooperativas de consumidores que gestionan tierras y producen alimentos a comercios especializados en colaboración con agricultores locales y proveedores alternativos. Cientos de experiencias que son diversas y se vienen transformando y enriqueciendo con el tiempo y los cambios sociales. También han demostrado una increíble resiliencia ante lo inesperado, al adaptarse a la realidad ante conmociones colectivas, como las derivadas del confinamiento domiciliario, reafirmándose como esenciales para la reproducción de formas de vida en tiempos pandémicos.

Factores como la falta de visibilidad, los bajos salarios y la escasez de tiempo de reproducción social en las vidas cotidianas han condicionado la mejora de los modelos de cooperativismo de consumo. En ese contexto, la búsqueda de propuestas para aumentar la capacidad de reproducir (los modelos) o saltar de escala han abundado en estas comunidades, al tiempo que se han desarrollado culturas específicas en cada ciudad, adaptadas a la realidad socioeconómica y cultural de las comunidades urbanas y de la capacidad de relación con el agro, de activación de proyectos de producción y el entendimiento con agricultoras y ganaderas.

Esta eclosión, marginal por su escala, ha sido paralela al impresionante despliegue del modelo hegemónico, el de las grandes cadenas de supermercados que se han constituido como el principal mediador del capitalismo entre el consumo y la producción de alimentos. Desde que en los años 50 abriera sus puertas el que se considera el primer supermercado de la península en la ciudad de Cádiz, hasta el 80% del consumo doméstico (y subiendo) que representa hoy en día la actividad de supermercados e hipermercados convencionales hay un largo viaje, el de la construcción de una hegemonía. «Ir al súper» es la forma en la que una inmensa mayoría de la población adquiere alimentos, la única opción, en muchos casos.

Un modelo que copiar

Tengo un trato,

lo mio pa mi saco

La Mala Rodríguez

Se está citando, copiando, referenciando mucho un proyecto, con casi 50 años a sus espaldas y originario del otro lado del atlántico, gracias a una película.

Park Slope es un barrio de Brooklyn que, allá por los 70, era un barrio obrero en un momento en el que el declive industrial de la ciudad lo estaba vaciando y en el que siquiera se percibía la posibilidad de que aquello se convirtiera en el objeto de deseo global que una ciudad como Nueva York significa.

Hoy en día es un barrio en el que se han incrementado, al tiempo, la renta per cápita y la desigualdad social. Hay comunidades que han sido expulsadas y nuevas generaciones con otras formas de vida habitan el barrio. No todo cambia allí, la cooperativa continúa y hay personas que se desplazan grandes distancias en la ciudad para mantener el vínculo. Sorprendente, cuando para la mayor parte de la población el principal criterio para elegir súper es «el que esté más cerca».

No son pocas las experiencias relacionadas con la autogestión y con la agricultura en ciudades norteamericanas de esa época y las que llegan a nuestros días, pero Park Slope Food Coop se encuentra con un par de cuestiones, diferenciales respecto a otras, que han posibilitado su crecimiento, desarrollo y posibilidad de reproducción.

En primer lugar, lo tenían claro: eran anticapitalistas con deseos de cambiar el mundo pero no querían hacer proselitismo o convencer con discursos, querían convencer con una opción que fuera mejor que las demás. Tenían la visión de ampliar el consumo de productos ecológicos, pero también la de adaptarse a todas las realidades culturales y socioeconómicas de las personas en torno al barrio.

Otro factor determinante fue el del territorio, el acceso a la propiedad de un local y después de todos los que le rodeaban, gracias a generosas donaciones de algunos de los socios iniciales. Con el local, la capacidad de consumo y de organización del trabajo cooperativo vienen creciendo y mejorando protocolos todos estos años. Han generado una cultura suficientemente fuerte y un canal claramente mejor que el resto de opciones en el barrio. Buena prueba de ello es el hecho de que, desde hace tiempo, ya no pueden crecer más —no caben— y han superado el relevo generacional de aquellos que lo empezaron. Este grupo del 73 permanece como una especie de leyenda en la tradición oral de la cooperativa y en «la gaceta de los que esperan en la cola», su periódico.

Ese tiempo en la cooperativa, en las colas, en los turnos de trabajo, en las asambleas y en las actividades que se generan alrededor ha resultado también en todas estas experiencias un importante pegamento para la comunidad. En una cultura urbana que tiende al individualismo y al afecto contenido dentro de las familias y las amistades de toda la vida, un entorno de confianza y valores compartidos permite que las personas se reconozcan y que la sociabilidad en torno a la cooperativa sea un factor muy valorado, cuidado, impulsado por los supermercados cooperativos y por las personas que los habitan.               

La película a la que hacemos referencia la produjeron personas vinculadas al supermercado cooperativo parisino por excelencia, «La Louve». Estaban convencides de que contar bien el proyecto de Nueva York les iba a permitir a más personas implicarse en el nacimiento de La Louve, y así fue. No solo ha servido para la comunicación entorno a La Louve en París, sino que también ha sido fundamental para la comunicación de proyectos más cercanos, como Supercoop y La Osa en Madrid, o Food Coop en Barcelona. Les productores, además, están encantades de facilitar proyecciones en otras ciudades ( 😉 ).

Otros referentes, otras copias

Tomate. / Qué culpa tiene el tomate /

que está tranquilo en la mata /

y viene un malaje / y lo mete en una lata / y lo manda pa Caracas

Fandango popular

La genealogía de este modelo se viene expresando en esa correlación entre Park Slope Food Coop en Brooklyn, La Louve en París y sus réplicas en otras ciudades europeas, pero el panorama es más amplio. El cooperativismo en torno a la idea de supermercados tiene también raíces en diversas experiencias de economatos sindicales e incluso en la diferentes formas de colectivización obrera. En el panorama internacional se han trabajado referencias desde el Supercoop del Hogar obrero en Argentina, hasta Coop y Migros en Suiza y, como se ha comentado, hunde sus raíces en experiencias vinculadas a grupos de consumo y centros sociales autogestionados en Madrid y Barcelona, y a realidades similares en otras ciudades.

También existen en la península proyectos previos de cierta escala como Landare en Pamplona, donde manejan un modelo comparable, aunque reflejo de la tradición de las relaciones agrourbanas de la zona y del nivel adquisitivo de los consumidores locales. Territorios como La Rendija en el Pumarejo, los pasillos del Mercado de San Fernando y otros rincones de Lavapiés, o las naves de Can Batló en Barcelona vienen siendo territorio de experimentación y de socialización para comunidades urbanas de personas consumidoras y también para productoras y distribuidoras en busca de otros canales de comercialización.

En la actualidad, los proyectos de La Louve en París y La Osa en el norte de Madrid son las experiencias en torno a este modelo que más impacto están teniendo. Al margen de sus diferencias, una de las similitudes fundamentales de estos dos proyectos es la capacidad que han tenido para acceder a subvenciones o avales públicos para la financiación de la puesta en marcha de los mismos, dado que la denominada banca ética está teniendo problemas en apostar por estos modelos, y rechaza incluso propuestas vinculadas a la autoconstrucción y la eficiencia energética en pro de la efectividad de la industria de la construcción.

Así las cosas, parece que la capacidad de expansión de los modelos de consumo responsable se topan en uno u otro lugar con los límites del dinero y existe dificultad en alcanzar modelos que ofrezcan al consumidor experiencias suficientemente atractivas para salir de la dinámica curro-metro-súper-casa, aun más en los tiempos que corren. La resiliencia de organizaciones o culturas a medio plazo puede tener que ver con estas conquistas de territorio, pero también con las relaciones que se crean y con la capacidad que tengamos de inventar y poner en práctica nuevas soluciones.

Los supermercados cooperativos y las comunidades que los impulsan han venido para quedarse y para crecer porque eliminan el lucro empresarial de la ecuación, ponen el trabajo cooperativo en juego y generan un nuevo espacio de socialización. Los retos pueden tener que ver con la generosidad de los proyectos con la transmisión de conocimientos y por la inquietud de grupos locales para invertir tiempo y esfuerzo en crear nuevas estructuras.

Cualquier grupo interesado en impulsar un proyecto de este tipo tiene la oportunidad de verse la película de Food Coop, indagar por la web y preguntar a las organizaciones y personas implicadas en los proyectos mencionados. La cultura libre y la voluntad de ser generosas con el conocimiento es una de las mejores ayudas que podremos encontrar en el camino. La otra parte es la de mirar al entorno del barrio/ciudad/campo y buscar gente que quiera consumir cooperando y productores que quieran experimentar y buscar nuevos canales.

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