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Vivir del Sol – EL TOPO
nº36 | todo era campo

Vivir del Sol

¿De qué se alimentan las plantas? Es una pregunta que llevo más de veinte años planteando a alumnxs procedentes de carreras como Ciencias Ambientales o Biología. Casi sin excepción responden que las plantas se alimentan del agua y el suelo pese a haber estudiado la fotosíntesis un mínimo de 4 o 5 veces en estas carreras. Pocas personas relacionan este proceso con la posibilidad de que hortalizas, árboles frutales o cualquier otro tipo de organismos fotosintéticos (algas, plantas, árboles, etc) crezcan sirviendo como base de la red alimenticia que sustenta la vida.

Debemos saber que la fotosíntesis es el único proceso (prácticamente) que permite que las plantas y demás seres fotosintéticos utilicen la energía del sol para aumentar sus propias estructuras (desde una brizna de hierba a un tomate) poniendo así a disposición del resto de los seres vivos esta energía. Energía (que en la naturaleza) va transitando de unos seres a otros (en forma de lechuga, conejo o ser en descomposición) constituyendo ciclos cerrados de manera que los materiales implicados se reciclan continuamente. Así funciona la vida o, más bien, funcionaba hasta que las personas hemos intervenido.

Las diferentes sociedades humanas necesitan incorporar energía y materiales del exterior para existir, para funcionar. Al menos hasta el momento no hemos desarrollado ningún mecanismo a través del que realizar la fotosíntesis (entiéndase el tono jocoso, no vaya a ser que algún tecnoentusiasta esté leyendo este texto y lo vea como una solución posible).

A este proceso de incorporación de energía y materiales (y emisión de residuos) para realizar las diferentes funciones lo llamamos metabolismo. Consideramos que a lo largo de la historia de la humanidad ha habido tres momentos metabólicos.

Un primer momento de metabolismo forrajero en el que los grupos de personas iban cazando o recolectando bayas y otros alimentos. En esta etapa consideramos que las sociedades humanas vivían del Sol. Por un lado, todo lo que tenía origen vegetal y, por otro lado, lo de origen animal que para su subsistencia se alimentaba de productos vegetales o de otros animales que en última instancia también se alimentaban de productos vegetales. Si bien las fuentes de energía de la que se abastecían las personas eran poco diversas, la accesibilidad era universal; todo el mundo podía cazar o recolectar, esto quizás favorecía la posibilidad de comunidades más horizontales. No había ningún sistema para almacenar la energía y la única forma de dominarla era el fuego. La interacción persona naturaleza estaba básicamente integrada en los ciclos naturales.

El primer gran cambio del metabolismo energético fue del forrajero al metabolismo agrario. Todavía había poca energía disponible pero esta ya empezó a ser almacenable. Los granos se podían guardar de unas siembras para otras y la domesticación de animales supuso una importante revolución respecto al almacenaje y disponibilidad de energía para arar las tierras, cargar, etc. Era un poco más versátil respecto a las diferentes fuentes de energía. Y el acceso que al principio era universal empezó a estar más restringido. Quién y cómo se controlaba la tierra tendría mucho que ver con cómo se controlaba la socialización y qué pasaba. Se pasó del nomadismo a la aparición de sociedades sedentarias. Aumentó la complejidad de la sociedad porque aparecen nuevas tareas necesarias para la supervivencia que antes no se daban. Por ejemplo pensar y diseñar estructuras para almacenar los granos, el riego en las zonas de regadío, etc. También aumentó la población y las interacciones entre el comercio y las comunidades sedentarias y la especialización social en cuanto a las tareas o trabajos necesarios para el mantenimiento de la vida humana en estas comunidades.

A partir de este momento los seres humanos podían controlar en parte como funcionaban los ecosistemas naturales, siendo capaces de domesticar animales o de cultivar la tierra. Así y todo, durante los primeros 4000 años de esta etapa, las relaciones humanas seguían siendo principalmente igualitarias con pocas jerarquías. A partir de aquí y hasta la revolución industrial (o a hasta el momento presente) los mecanismos acumulativos iban de la mano de los mecanismos autoritarios, jerárquicos y de opresión de unos grupos sociales sobre otros. Aun así cabe destacar que tanto en los primeros 4000 años de la era agrícola como en esta etapa hasta la industrialización seguíamos viviendo principalmente del Sol.

El tercer salto respecto al metabolismo energético viene de la mano de la revolución industrial. Existía mucha más energía disponible debido al descubrimiento de los combustibles fósiles y se intensificó su uso, siendo así la energía fácilmente almacenable y muy barata, si solo tenemos en cuenta los costes económicos y energéticos. Evidentemente en este momento no se atendía a la naturaleza finita de estas fuentes energéticas, ni las repercusiones socioambientales (guerras por el control de estos recursos, cambio climático, etc.). El momento actual responde a este último periodo que se caracteriza entre otras cosas por usar mayoritariamente estos materiales finitos, ya sea en forma de combustibles para la obtención de energía, ya sea en forma de minerales cuyas reservas también se están agotando en numerosos casos.

Este modelo metabólico está basado principalmente en el consumo de recursos no renovables (no vienen del Sol) está sustentado y sustenta a un sistema socieoeconómico cuya lógica solo responde al crecimiento y acumulación. Y sobra decir que si bien la disponibilidad energética ha sido mayor (al menos hasta el momento), la posibilidad de acceder a ella dista mucho de ser universal. Cambio climático, guerras, desplazadxs climáticos, hambrunas, pobreza energética, agotamiento de los recursos y acumulación de poder, desigualdades e injusticias, son solo alguna de las consecuencias de este modelo metabólico. Un modelo depredador nos está llevando a la aniquilación de la vida. Así que no nos queda otra que aprender de los caminos ya recorridos, analizar la historia con miradas que vayan más allá de la que nos ofrecen los libros de texto y recuperar la posibilidad de Vivir del Sol, fuente energética que al menos hasta que el astro rey se apague (y siempre dependiendo de los vegetales) nos puede abastecer de lo realmente necesario sin hipotecar la capacidad de supervivencia de las generaciones futuras y de otras formas de vida.

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