En el momento en el que estamos preparando El Topo que ustedes tienen entre las manos, atravesamos la peor ola de calor que en esta madriguera se recuerda. Ojalá que ahora en septiembre (en ese futuro-presente que es el ahora vuestro y el dentro-de-unas-semanas para quien les está escribiendo) haya amainado por fin el calufo infernal que está convirtiendo a Andalucía en un secarral. No sé si se han fijado ustedes que este año los medios de comunicación de masas no han dado la murga con sus clásicos temas del verano, a saber: perros que muerden niñes, gente que se ahoga en la playa y okupas que hacen su agosto en agosto (es lo suyo, claro). Esta vez no ha dado tiempo entre una Eurocopa que nos trajo a la Cartuja sevillana un poquito de turismo centro-europeo (el favorito del amigo Guan Espada) y las olimpiadas de la salud mental, la diversidad y el muchacho entrañable que hacía croché, hasta que nos enteramos de que también compraba bebés y dejó de ser entrañable. Luego los medios fliparon con la movida de Messi llorando (los hombres también lloran pero nunca llevan kleenex; menos mal que siempre hay una gran mujer detrás de un gran hombre para acercarle un pañuelito, en este caso, de nombre Antonella) y, por fin, con la puñetera ola de calor que nos está friendo ahora mismo (en este pasado para ustedes y presente para un servidor, ya saben).
Los medios de comunicación también andan entretenidos preguntándose por qué diablos hay tanto paro y tantos hosteleros que no consiguen currelas para sus bares. A estas alturas, da igual que sea su presente o el de quien escribe, todavía no habrán resuelto tal misterioso enigma. No voy a molestarme ni siquiera en ironizar sobre las condiciones de trabajo del sector terciario en españita; ustedes se merecen algo mucho mejor que tal obviedad. Solo quería alegrarme en colectivo de que haya explotadores de mierda (¿se puede insultar en una editorial? Me perdí las prácticas de la carrera en El País echando unos litros en los bancos de la Alameda) que las estén pasando canutas para sacar adelante sus bares y restaurantes y que haya gente que, aun en la más absoluta pobreza y precariedad, se está cansando ya de las condiciones laborales basura que este sistema tiene destinado para los y las parias de la Tierra.
La última noticia que hemos visto en medios y redes sociales, al término de la edición de este número, es el terror hecho realidad a unos cuantos miles de kilómetros de aquí. Aunque los conflictos en Afganistán llevan años, parece que no nos preocupamos hasta que todo revienta. No podemos hacer más, claro, demasiado tenemos con la supervivencia propia y las causas locales, pero se nos encoje el corazón de impotencia y tristeza al ver a tantas personas atrapadas y listas para morir (y ser violadas en el caso de las mujeres). En este número y en los próximos os hablaremos algo de Afganistán para que entre todes nos enteremos un poco mejor de lo que está pasando. Entre el cambio climático, las guerras, las violencias estructurales, la precariedad absoluta y demás popurrí de desgracias, me parece razonable que la peña se encierre en sí misma y quiera desconectar de la vida centrándose en Messi, la Vuelta a España o la final de waterpolo femenino. Desde El Topo solo podemos denunciar las injusticias mayúsculas de nuestro mundo y tratar de transformarlo mientras convencemos a otres para que se sumen también a esta hercúlea tarea. Deseando estamos que baje el calor para vernos en las calles sin que nos de un soponcio.