Este artículo tiene como base de elaboración el primer informe de Autonomía Sur, titulado El empleo en Andalucía. Explicación y datos sobre la precariedad laboral en Andalucía y elaborado por José Manuel Betanzos, David Gálvez, Alejandro González, Luis Ocaña y Óscar García.
En sociedades capitalistas como la actual Andalucía, las clases trabajadoras y populares han tenido su principal fuente de ingresos en el empleo o el trabajo asalariado. Ha sido el principal medio para alcanzar un objetivo concreto: abandonar la pobreza. A día de hoy, sin embargo, tener un empleo no significa alcanzar este objetivo, situación que en Andalucía no es ni mucho menos novedosa.
La distribución de la riqueza generada en una sociedad capitalista depende de forma relevante de la cantidad y de la calidad del empleo existente en la misma. El aumento del desempleo y la precariedad suponen una redistribución de la riqueza a favor de las clases privilegiadas.
La participación de la fuerza de trabajo es una condición necesaria para el nacimiento, crecimiento o mantenimiento de cualquier actividad empresarial. Aunque puede haber empresas sin empresarios capitalistas (cooperativas, por ejemplo) es imposible que haya empresas sin trabajadores. Por lo tanto, no son los empresarios sino las personas trabajadoras las completamente necesarias para generar riqueza.
El poder impone los significados: trabajo, empleo, población activa, parada, ocupada
TIPOS DE TRABAJO
Trabajos remunerados monetariamente o empleo:
1. Asalariado. Trabajo remunerado por cuenta ajena.
a) Empresa de capital privado.
b) Empresa estatal o administración pública.
2. Autoempleo. Trabajo remunerado por cuenta propia.
a) Autónomo o emprendimiento individual.
b) Socio de entidad de economía social o emprendimiento colectivo.
Trabajos no remunerados monetariamente:
3. Cuidados.
4. Voluntario.
Es muy relevante reflexionar sobre todo lo referente al trabajo y lo laboral. En la mayoría de estudios y análisis socioeconómicos se hace referencia al término de empleo como sinónimo de trabajo, lo cual denota un uso político e ideológico del término (aunque se haga de manera inconsciente).
Desde nuestra visión, entendemos el trabajo como la ejecución de tareas que suponen un gasto de esfuerzo mental o físico, y que tienen como objetivo la producción de bienes y servicios para atender las necesidades humanas. A partir de esta definición, encontramos diversas formas de trabajo que pueden dividirse en dos grandes grupos, en función de si está remunerado monetariamente o no.
Entre los remunerados monetariamente se encuentra el empleo o trabajo asalariado por cuenta ajena y el autoempleo o trabajo remunerado por cuenta propia (ya sea como autónoma o emprendimiento individual o ya sea como socia de una entidad de economía social o emprendimiento colectivo). Por otro lado, dentro del trabajo no remunerado monetariamente se puede distinguir el trabajo de cuidados (reproductivo o doméstico) y el trabajo voluntario. Estos tipos de trabajos se minusvaloran socialmente y marginan de los derechos sociales vinculados a la prestación laboral, a pesar de satisfacer necesidades humanas tanto o más que los trabajos remunerados monetariamente. La consideración de «no trabajo» de este tipo de trabajos es un factor explicativo transcendental de la situación de discriminación de la mujer en la sociedad andaluza.
Confundir trabajo con empleo o trabajo asalariado es sumamente favorable para las clases propietarias dominantes. Si solo es considerada «trabajadora» aquella persona que tiene un empleo, es como decir que solo generan riqueza aquellas personas que son útiles (al convertirse en recurso humano) para un empresario (en su objetivo de maximizar sus beneficios). De este modo, los propietarios de los medios de producción, los empresarios, los «emprendedores», son los que detentan el monopolio de «crear empleo», de «generar trabajo», de calificar como útil o no a las personas y decidir quién merece los derechos sociales vinculados al empleo (quien no sea elegido deberá mejorar su «empleabilidad»). Además, la confusión deliberada entre trabajo y empleo deja fuera de la consideración de trabajo a toda aquella actividad que satisface necesidades humanas de cuidados, reproducción, etc. Por tanto, esta falta de rigor en la conceptualización del trabajo es clave para asentar el poder de las clases dominantes en nuestra sociedad y para perpetuar la discriminación y la desigualdad.
En los denominados estudios de «mercado de trabajo», que consideran el trabajo asalariado como una mercancía, se utilizan una serie de conceptos para averiguar las características de la población que vive en un determinado territorio en relación con el empleo. Estos conceptos tampoco están exentos de parcialidad ideológica.
Así, se denomina «población activa» a las personas de 16 o más años que se ofertan como mano de obra para la producción de bienes y servicios económicos a cambio de una retribución o salario. Aunque desde el poder se utilice la denominación de «activa», en realidad se trata de la «población oferente de fuerza de trabajo». Llamando población activa solo a quienes ofrecen su fuerza de trabajo en el mercado, se desprestigia todo trabajo no remunerado monetariamente pues las personas que realizan este tipo de trabajo son consideradas como «no activas».
Por otro lado, se denomina «población ocupada» al conjunto de personas de 16 o más años que tienen un empleo o trabajo asalariado. Hay muchas personas que se ocupan de satisfacer necesidades humanas y, sin embargo, no tienen un empleo. Es considerada «ocupada» aquella persona que se convierte en recurso humano empleado en una empresa: aquella persona útil para un empresario y la generación de beneficios empresariales.
Por último, se denomina «población parada» al conjunto de personas de 16 o más años que no tiene trabajo asalariado o empleo y están disponibles y en busca del mismo. Con este término se desconsidera a toda persona que no tiene un empleo pero que realiza otro tipo de trabajo. Entendemos más pertinente denominarla «población desempleada», nunca «parada».
Precariedad y desempleo: Andalucía a la cabeza
A la hora de analizar la utilización de las personas por el proceso económico partimos de la premisa comentada anteriormente: la participación de la fuerza de trabajo asalariada es una condición necesaria para el nacimiento, el crecimiento o el mantenimiento de cualquier actividad económica empresarial. Pueden existir empresas sin empresarios, pero no empresas sin personas trabajadoras, que son las que realmente generan riqueza.
El estudio de la calidad-precariedad del empleo es esencial para conocer la distribución de la riqueza en una sociedad capitalista como en la que vivimos. Para ello, nos hemos basado en cuatro dimensiones distintas. Cuanto más favorables para las personas trabajadoras sean estas dimensiones, menos injusta será la distribución de la riqueza. Estas dimensiones son el «nivel de las retribuciones», la «seguridad» o certidumbre laboral, la «sobreintensificación» y los «derechos sociales asociados al empleo».
Las siguientes cuestiones afectan a la seguridad del trabajo asalariado: el aumento de la temporalidad en la relación laboral, el abaratamiento del despido, el aumento de los riesgos de siniestralidad laboral y el aumento del riesgo de padecer enfermedades asociadas al puesto de trabajo. Por su parte, la «sobreintensificación» de los requerimientos laborales hace referencia al aumento de los ritmos, la asunción de un número de tareas superior al saludable para un determinado puesto de trabajo, o bien la obligación de realizar jornadas laborales excesivamente largas. Por último, los derechos sociales asociados al empleo hacen referencia a los derechos de prestación por desempleo, de jubilación o de otras prestaciones por coberturas asistenciales no contributivas.
El miedo generado por el desempleo influye de manera relevante en la aceptación de los empleos de escasa calidad y se transmite también a quienes aún tienen un empleo estable. La escasez de empleo y el excedente de fuerza de trabajo comporta aquello de «si no lo haces tú, lo hará otro». En Andalucía, el desempleo es un problema secular. En 1981 en Andalucía había 387 100 personas sin empleo. Más de tres décadas después, este problema se ha multiplicado casi por cuatro. Actualmente, es la comunidad autónoma con mayor tasa de desempleo del Estado, cuestión que se refleja lógicamente en el poder de negociación y es aprovechado por los empleadores para imponer condiciones laborales precarias. El desempleo en Andalucía ha ido en ascenso, con el paréntesis del boom inmobiliario, un negocio especulativo que enriqueció a unos pocos a costa de lamentables consecuencias para la mayoría. Desde que explotó la burbuja, en 2007, ha habido un aumento de 995 700 desempleadas en Andalucía.
Precariedad o reparto
Todos los datos indican la gravedad de la situación de Andalucía. A continuación exponemos algunos de los datos aportados en el informe en el que se basa este artículo: la tasa de desempleo es del 36%, muy por encima de la española (10 puntos) y la más alta de la Unión Europea; existe un mayor porcentaje de contratos temporales que en España (35,4% en Andalucía y 24,2% en España); los salarios están en Andalucía un 10% por debajo de la media española; el índice de incidencia de la siniestralidad laboral ha aumentado un 7,2% (frente al 2,6% español); el 56,2% de los desempleados no recibe prestaciones por desempleo, lo que significa cinco puntos por debajo de la media española, mientras que la tasa de prestaciones contributivas es del 17,5%, frente al 26,7% del Estado (y aún debemos soportar que nos llamen «subsidiados»); los ingresos por persona están un 25,3% por debajo de la media y la población en situación de pobreza o exclusión social llega en Andalucía al 38,6% (frente al 27% como media estatal).
Queda claro que la actual fase del capitalismo y las políticas neoliberales tienen unas consecuencias nefastas para la gran mayoría de la población andaluza. La Junta de Andalucía ha venido, como principal ocupación, alimentando la dinámica económica que provoca la situación que padecemos. Ha participado y ha sido cómplice, por ejemplo, en la creación y el desarrollo de la burbuja inmobiliaria, facilitando y participando activamente en este proceso, de tal modo que en Andalucía tuvo una dimensión muy por encima de la media en el conjunto del Estado.
En Andalucía hay más de tres millones de personas por debajo del umbral de pobreza. ¿Somos pobres porque nuestro territorio es rico? La riqueza del valle del Guadalquivir ha sido una atracción para que las clases altas de otras tierras utilizaran históricamente todo su poder para controlar la generación de riqueza de Andalucía. Tan importante como la creación de riqueza es «el reparto» de la misma. Para mejorar la vida de la gente que vive en Andalucía es necesario analizar el reparto de nuestra riqueza y, de este modo, conocer quién se apropia de la riqueza generada y qué mecanismos debemos poner en marcha para que dejemos de ser «gentes pobres en un territorio rico». Las políticas de creación de empleo deberán ir acompañadas por la mejora de la calidad del mismo, así como por otras medidas que sirvan para distribuir la riqueza que se genera en nuestra tierra, como un nuevo modelo productivo basado en la economía social transformadora. En caso contrario, podemos encontrarnos con menores cifras de desempleo y, al mismo tiempo, un número mayor de pobres, de personas que no llegan a final de mes a pesar de vivir en una tierra con capacidad más que suficiente para satisfacer las necesidades de la gente que habita en ella.
DOS LETRAS FLAMENCAS
Trabajo de sol a sol
trabajo de sol a sol
las ganancias son para el amo
para mí solo el sudor
Se debe ganar el pan
con el sudor de la frente
la vida está equivocá
porque sé de mucha gente
que vive de los demás