Comunidades de Aprendizaje (CdA) es un proyecto basado en actuaciones educativas de éxito dirigidas a la transformación social y educativa que pone el énfasis en la interacción y la participación comunitaria. María Jurado y Pablo Navarro, desde la Fundación APY, han pilotado un proceso de investigación con cinco centros educativos públicos de Sevilla adscritos a las Comunidades de Aprendizaje para conocer su potencial en el marco de los paradigmas de la educación emancipadora de las ONGD
Durante décadas de educación pública en Andalucía parecía asumido que la salida a la exclusión de las poblaciones desfavorecidas era la educación formal y el éxito educativo. ¿Existe en el propio sistema educativo andaluz un grupo de centros que cuestionan ese planteamiento?
El cuestionamiento no es nuevo, siempre ha habido voces críticas dentro del sistema educativo que avisaban de que el problema era mucho más complejo que garantizar que haya plazas para todo el mundo. Lo principal del proyecto CdA es que aboga por la igualdad de oportunidades en el seno de los centros y por que sea el sistema educativo el que se adapte a la diversidad del alumnado, frente a la normativa andaluza que incorpora mecanismos para atajar la diversidad sacando a las personas diversas de las aulas y conduciéndolas por itinerarios segregados del hegemónico.
Las organizaciones sociales siempre estamos buscando la forma de dar oxígeno a los colectivos ninguneados y excluidos, mientras que en la educación formal la tendencia es a dar «café para todos». Y es en esa contradicción en la que nos alineamos con el proyecto CdA, ya que surgen como un rechazo a esa política educativa en la que no se asume que dar por igual a personas cuyas condiciones son desiguales es una forma de generar exclusión y de despojar a muchos niños y niñas de sus derechos, entre ellos el derecho a la educación. Cuando se busca que ganen todas por igual sin atender a la diferencia no hay una ganancia colectiva y, desde luego, siempre hay alguien que vuelve a perder.
Otro elemento muy atrayente de las CdA es que no conciben los procesos de transformación escolar como aislados del entorno, sino que aspiran a que el centro sirva como espacio de transformación del entorno social, un espacio abierto a la participación de las familias, de las organizaciones sociales y que, a la vez, sea capaz de comprometerse e intervenir como un actor más en las problemáticas que le rodea. A esta necesidad responde la organización de las tertulias literarias, las tertulias dialógicas, los grupos interactivos de aprendizaje, etc., que ponen en el centro la interacción social y la generación de relaciones de igualdad y de apoyo mutuo.
Una de las apuestas clave de las Comunidades de Aprendizaje andaluzas es el empoderamiento de quienes participan de este proceso para producir cambios estructurales que superen las desigualdades fruto del actual modelo de desarrollo en Andalucía.
Bueno, lo que hemos visto en los centros con los que hemos estado trabajando es que tienen serias limitaciones en el abordaje del trabajo comunitario y de trasformación del entorno cercano. En primer lugar, tienen limitaciones de tiempo y de recursos humanos para poder dedicarse a colaborar o para ser parte de las plataformas y otros espacios de participación comunitarios fuera de los muros del centro escolar, y eso es de difícil solución sin el apoyo y la flexibilidad de las autoridades educativas. Pero, por otro lado, también existe bastante desconocimiento de las necesidades que no son estrictamente educativas de las familias y del alumnado, y de las posibilidades de formar parte de luchas sociales más amplias de defensa de derechos colectivos e individuales presentes en su territorio.
Los espacios de lucha social son importantes porque te dan herramientas y legitiman las motivaciones de aquellas minorías que dentro de cada aula y de cada claustro son las que realmente quieren transformar su realidad y movilizarse frente a las injusticias. Y ahí es donde las organizaciones podemos ayudar a las CdA a crear y mantener esos espacios de generación de alternativas, porque es donde se mueven cosas dentro de las personas.
Eso sí, si el personal docente no está indignado con las circunstancias en las que viven sus alumnas y alumnos, con las desigualdades en el entorno que rodea al centro o con las relaciones de poder dentro del mismo centro, ser una CdA puede quedarse en aplicar las metodologías y llevar a cabo las experiencias exitosas, pero sin que eso conlleve un proceso educativo emancipador.
Vemos cómo van surgiendo centros CdA en entornos sociales y económicos muy diferentes, y que se generan dinámicas distintas en función de estas desigualdades.
A partir del trabajo en educación de nuestra ONGD vimos que había una serie de centros, como el CEIP Andalucía en Sevilla, que ya estaban trabajando con metodologías para la transformación social y para el empoderamiento, que son elementos que queremos introducir en la educación formal, y que incluso contaban con reconocimiento en la normativa andaluza.
En Andalucía hay un marco legal que tiene sus contradicciones pero que, en la práctica, está siendo aprovechado por equipos directivos y docentes concienciados que lo adaptan a sus necesidades y a los que ser reconocidos como CdA les facilita escapar de una parte de la rigidez del sistema educativo público para atender a las poblaciones complejas o en situación de exclusión. Por la metodología alternativa que aplican, se le presupone un enfoque político que no siempre tienen, pero es cierto que hay centros en los que el proceso de constituirse en CdA les ha hecho emprender un viaje hacia la educación emancipadora porque las personas implicadas han adquirido una conciencia crítica social y política que no se adquiere en un centro clásico.
Al investigar, nos dimos cuenta de que, a nivel estatal, el proyecto general de CdA no tiene necesariamente una orientación emancipadora, es decir, todos los centros tienen como eje central la transformación, pero no coinciden en muchos casos con una defensa de la justicia social.
El proyecto de Comunidades de Aprendizaje promueve una serie de elementos que funcionan a partir de evidencias científicas, que pueden ser entendidos como recetas que siempre funcionan al aplicar en los centros.
Sí, y ese enfoque emancipador que mencionábamos antes choca con un funcionamiento un tanto doctrinario por parte del movimiento en relación con las metodologías y su énfasis en el éxito académico, los avales científicos, las altas expectativas… De ahí lo que ocurre en algunos de los centros adscritos en otras comunidades autónomas que son centros privados o concertados que lo presentan como un reclamo hacia el mercado de la pedagogía alternativa y se orientan a una población de clase media alta, sin ninguna intención de transformación social.
Hay un conflicto entre este discurso más empoderador y el corsé que supone la búsqueda de la legitimidad científica. Por eso, muchos centros que tienen una disposición a que la educación sea una herramienta de transformación hacia la justicia social como el CEIP Huerta de Santa Marina o el CEIP Adriano del Valle en Sevilla se unen al proyecto CdA, pero lo adaptan a su realidad social y a sus objetivos, porque si no, se queda como una metodología vacía.
La despolitización de la sociedad hace cada vez más frecuente el rechazo a una educación comprometida con el cambio social: ¿cómo recuperar el concepto de educación como propuesta política que permite a las personas tomar conciencia sobre su realidad para transformarla?
La educación para el desarrollo tiene objetivos de movilización y crea espacios de protagonismo y de entrenamiento en herramientas para el análisis crítico de la realidad, la construcción de alternativas y la priorización de estrategias colectivas para alcanzar logros comunes. Por eso, hemos tenido una relación muy complicada con los centros escolares cuando tenían la expectativa de que llegásemos a sus aulas con actividades puntuales de trasmisión de valores prosociales al alumnado. Las CdA nos permiten tener con la comunidad educativa un trabajo educativo más coherente con nuestra identidad y de una forma de relación más equitativa con los centros.
Cada agente dentro de la comunidad educativa de la CdA tiene que ser consciente de que desempeña un papel en el proceso colectivo, pero que no se produce transformación sin que seamos capaces de modificar nuestras propias premisas y formas de trabajo, y que son procesos muy exigentes en formación y en capacidad de mantener los acuerdos alcanzados. Estar en una CdA te exige una cierta presencia y que tu relación vaya más allá de las actuaciones concretas de las ONGD, que no sea llegar, dar tu rollo e irte: hay que formar parte de sus comisiones donde hay familiares, docentes, etc.
Decía Foucault que la escuela, igual que la cárcel o el manicomio, son lugares totalitarios. ¿Las CdA se cuestionan las relaciones de poder en la enseñanza-aprendizaje?
Si quieres que el alumnado deje de ser sujeto pasivo de la educación y genere su propio conocimiento de forma activa, tienes que revertir algunas de las relaciones que se dan en el interior de los centros escolares. Tienes que asumir que la escuela es un sistema en el que existen relaciones de poder y poner en el centro del proyecto educativo el objetivo de compartir la toma de decisiones en la comunidad educativa con el alumnado y las familias.
El horizonte de las CdA no puede ser conseguir logros de éxito educativo con su alumnado sin cuestionarse a sí mismas como agentes de socialización en los que se generan y perpetúan relaciones de poder entre docentes y alumnado, equipo directivo y docentes, claustro y familias, etc.
Un punto en el que las organizaciones pueden ayudar a las CdA es apoyar en el análisis de las relaciones de poder y de las metodologías pedagógicas obsoletas que afectan a la participación del alumnado, de las familias y otros agentes en la comunidad educativa. Porque desde la práctica de las ONGD en los procesos de educación para el desarrollo y en fortalecimiento de la participación en red podemos aportar herramientas prácticas validadas para promover la implicación de agentes, metodologías para la toma de decisiones colectiva, para la generación participativa de conocimiento, etc.
Decía Freire que «la educación liberadora no produce, por sí misma, el cambio social, pero no habrá cambio social sin una educación liberadora». ¿Qué necesitan las CdA para conseguir un impacto real en las condiciones de vida de su entorno?
El proyecto CdA bebe de la educación popular en todo esto del enfoque dialógico y de los principios pedagógicos de Freire, pero esto entra en contradicción con esa fascinación que tienen con lo académico, y termina generándose una relación en la que «los académicos» les dicen al personal docente como tener éxito en su trabajo, de forma que terminan reproduciendo relaciones desiguales a las que se enfrentan. Tras el proyecto que hemos desarrollado, vimos que en la práctica muchas veces se despolitizan por el miedo a ser puestos en cuestión.
Son escuelas alternativas en el sistema público y el alcance de sus logros en términos de promoción de la equidad y la justicia depende de los apoyos que reciben, de la formación de las familias, de las posturas más o menos críticas del claustro y del equipo directivo y del compromiso real por este modelo por parte de la administración educativa. Los centros más críticos necesitan que organizaciones y colectivos sociales participen en su proyecto educativo para que sumen su experiencia y le den contenido al mismo.
La propia educación para el desarrollo está en un momento de reformulación hacia posturas que defiende el fortalecimiento de las personas y sus organizaciones, no solo para la participación y el fomento de una ciudadanía global, sino también para la transformación crítica de su entorno más inmediato, el empoderamiento individual y colectivo, y las CdA permiten esa entrada en los centros escolares con el objetivo de contribuir su trabajo.
Las organizaciones sociales también tienen que establecer un tipo de relaciones que supongan un compromiso y un respeto por los procesos colectivos que surgen del centro educativo y que no sea una exhibición de actividades sin conexión que no responden a ningún eje priorizado por el alumnado o la comunidad educativa. Para eso, también hay que cuestionar el sistema de participación y de financiación de las propias organizaciones sociales, para que no seamos esclavas de políticas públicas de subvenciones que no permiten mantener un trabajo estable e independiente allí donde se están generando los cambios sociales y se está cuestionando el desorden político y social actual.
Más sobre el proyecto NUDO en: http://nudo.apyeducacion.es/