Con este El Topo 49 cumplimos ocho años dando espacio —entre 2 000 y 12 000 caracteres, para ser más exactxs— a otras visiones políticas de esta vida nuestra. Cumplir ocho es una barbaridad, amigxs: son muchos consejos de redacción; muchos fuegos apagados porque se nos ha caído un tema y hay que buscar plan b; muchos contactos y muchos mensajitos para ver si te apetece colaborar; muchas horas en Tramallol y en el Márquez; muchas idas y venidas a la imprenta; ensobrados, envíos para que te llegue a casa; muchas peleítas, muchas alegrías, mucho ilustrado, mucho callejeado, muchas suscripciones y entidades colaboradoras. Aunque, si os somos sinceras, ahora muy pocas (se vendrá otra campaña de suscriptorxs pronto, cuántas habremos hecho). Y, pensando en que los números no salen, cuando de repente llega ese ingreso y hay oxígeno para otro año más: gracias.
En estas estábamos, preguntándonos como colectivo cómo teníamos la energía para celebrar esta octava vuelta al sol, cuando nos dio por pensar que mejor festejar el número que viene, el 50, que nos parecía más redondito. Así que prepárate para lo que se viene, pero no dejes de mimar este que tienes entre manos que, aunque no se va a llevar las felicitaciones, ahora ya sabes que con él cumplimos ocho años topiles y eso no se dice a la ligera.
Y con ocho primaveras hay veces que nos gustaría que el mundo fuera como nuestra sección de «Construyendo posibles», pero nos pasan por encima los doces de octubre, los sinsentidos del Día Internacional del Turismo, como si no hubiera alternativa a un modelo que nos empobrece; leyes que tardan, que no llegan, que se nos quedan a medias o que directamente no abordan los problemas y no ofrecen soluciones para las vidas más precarias; golpes en el pecho por migajas en este perverso sistema político de partidos, cuotas y egos; espejismos tecnológicos con inversiones disparatadas que siguen sin sostenernos, sin permitirnos vivir la vida con más tiempo de calidad; golpes virtuales pero también en la calle, miradas de odio, patadas y moratones que duelen demasiado; y siguen las asesinadas; siguen las casas vacías, los alquileres disparados, la presión turística en los barrios; la andaluzofobia, la negación a lxs otrxs, las fronteras como cementerios, las aulas atestadas; las listas de espera y una atención primaria a la que poco queda que recortar, y un mar que se asfixia, macrogranjas, macrovertidos, cuestionamientos a la identidad, al sentir y al ser. Haberte contado todo esto es lo que nos da sentido, aun cuando los números no salen y se vuelve cotidiana la incertidumbre del qué va a pasar, o aun cuando se viene arrastrando más de un año, en el orden del día de la asamblea, un punto que se llama sostenibilidad del proyecto. Y es que este proyecto es, y permitidnos reírnos de la situación, decrecentista en todos los sentidos. Bueno, en todos no, sumamos a un topito que recién olisquea la tierra mojada y que nos hace crecer e imaginar que quién sabe si seremos parte de sus lecturas en unos años. Hola, Roi.