La economía de plataformas es una realidad difícil de pasar por alto, pero hay algunas experiencias que ponen de manifiesto que es posible darle un giro cooperativo y transformador a este modelo tan nocivo en manos de multinacionales como Amazon, Glovo o Deliveroo. Eraman Koop es un ejemplo de ello.
En mayo de 2019, cuando escribí una serie de artículos para la revista vasca Argia (algunos publicados posteriormente en castellano), el concepto estadounidense de la gig economy todavía era relativamente desconocido en Europa. Glovo era aún visto más como una rareza moderna que como la primera ola de un ataque directo a los derechos fundamentales de la clase trabajadora. Entonces, cuando escribí mi artículo, parecía algo sorprendente el descubrir que Glovo pagaba a sus repartidorxs por entregas realizadas, que lxs obligaba a ser falsxs autónomxs, que lxs hacía pagar por sus herramientas de trabajo y que lxs obligaba a firmar contratos en los que eximían a Glovo de toda responsabilidad financiera en caso de accidente laboral. Por decirlo de otra manera: Glovo había tenido un éxito total en internalizar el mayor número de beneficios posible y en externalizar todos los riesgos o gastos en los que suele incurrir cualquier empresa.
En las entrevistas y charlas que he dado sobre mi trabajo la gente me suele preguntar «¿qué podemos hacer?» con la esperanza de que les dé una lista de pasos a seguir para plantar cara a la uberización de la economía. Por desgracia, no tengo tal lista. Esas empresas están diseñadas para aislar a lxs trabajadorxs entre sí y para despojarlxs de toda capacidad de lucha contra la maquinaria que lxs oprime.
Con el paso del tiempo, encontré una posible solución en algunos rincones más apartados de internet: podcasts, blogs, y foros de Reddit poco transitados. Resulta que no era la única persona de izquierdas preocupada por temas tecnológicos y que, sin saberlo, estaba participando en lo que algunos llaman la quinta ola mundial de cooperativismo.
La idea detrás de todo es la siguiente: ciertas características hacen que las «tecnologías de plataforma» sean muy peligrosas en las manos de empresas tecnológicas financiadas por capital de riesgo, pero esas mismas características tienen el potencial de ser enormemente empoderantes en manos de trabajadorxs organizadxs en cooperativas.
A menudo, las cooperativas tienden a acabar desarrollando profundas divisiones políticas y sociales entre trabajadorxs de primera línea y personal administrativo en cuanto intentan crecer por encima de unas pocas docenas de integrantes. Esto ocasiona que las cooperativas se mantengan en una escala pequeña y local, o bien a que se conviertan en grandes organizaciones con rígidas dinámicas internas que, a su vez, las hacen vulnerables a los cambios. La característica más interesante de las tecnologías de plataforma es su capacidad de minimizar la necesidad de gerentes medios y superiores, gracias a que en ellas la automatización sustituye a los jefes (en vez de a los trabajadores, como en otras instancias). Menor carga de trabajo y numerosos procesos automatizados: todo esto hace que sea mucho más viable que lxs propixs trabajadorxs se repartan las tareas de gestión, lo que facilita un entorno laboral mucho más igualitario y con menos divisiones internas. Es por ello por lo que dejé de escribir artículos y, junto con tres amigos, puse en marcha la cooperativa de logística en bicicleta Eraman, en Vitoria-Gasteiz (cuyo nombre deriva del término en euskara para transportar).
Por pura casualidad, hicimos nuestra primera reunión de trabajo el 10 de marzo del 2020: justo una semana antes de que el gobierno en Madrid decretara el confinamiento debido a la covid-19. Dijimos, ahora o nunca, y el siguiente fin de semana ya estábamos repartiendo.
Nos pusimos a buscar software relacionado con el ámbito del reparto de comida a domicilio. Pronto topamos con CoopCycle: página web, aplicación móvil y federación mundial de cooperativas. Y allí nos lanzamos de cabeza. En octubre de 2021, Eraman lanzó su propia página web dentro de CoopCycle y entonces la cosa se volvió loca. Pasamos de cuatro a ocho a catorce trabajadoras y por un tiempo nos daba la impresión que todo no haría sino seguir creciendo a ese ritmo.
Habrá quien imagine que este es el comienzo de una historia esperanzadora de éxito y crecimiento rápido. Y, en cierto modo, lo es. Ahora somos más de diez trabajadorxs en la cooperativa, hemos aprendido a llevar a la práctica en la vida real nuestros conocimientos teóricos, y hemos sido capaces de pagar a nuestrxs socixs salarios decentes durante casi un año y medio. Sin embargo, este tipo de historias son a menudo objeto de distorsiones para hacerlas más impactantes: se ocultan los lados negativos que tiene crear una empresa en un intento de crear un culto de seguidorxs en torno a la marca en cuestión; y esto, me temo, puede tener consecuencias peligrosas para empresarixs emergentes. La realidad es que, en marzo de 2021, la demanda cayó en picado una vez que las restricciones desaparecieron y, además, eso sucedió justo en temporada veraniega, cuando el ciclo anual de reparto suele tener su punto más bajo. A menudo nos hemos visto con más pérdidas que beneficios y el núcleo de trabajadorxs fundadorxs hemos hecho jornadas que se saldrían de la legalidad si un jefe intentara imponérselas a alguien.
Dicho esto, hemos avanzado años luz desde nuestra posición inicial en marzo de 2020. Somos ahora un equipo organizado de repartidorxs en bicicleta profesionales que autogestionan su trabajo. Hemos creado sistemas para repartirnos el trabajo de administración y estamos poniendo en común dichos sistemas con otras cooperativas en la federación. Al mismo tiempo, sin la ayuda de CoopCycle hace tiempo que habríamos fracasado. Sin una plataforma sobre la cual crecer, seguramente nos habríamos quedado en una minúscula cooperativa de logística que mueve cajas por la ciudad sin que apenas nadie se entere y con escaso impacto político.
Somos uno de los numerosos ejemplos de cómo la tecnología de plataformas, cuando se organiza a modo de federación y en las manos de lxs trabajadorxs, puede convertirse en una herramienta de cambio positivo con implicaciones políticas, económicas y sociales. No solo es una alternativa a Glovo y Deliveroo, sino también a cada sector explotado que sufre de desigualdad y de una férrea jerarquía.