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Migraciones sudakas en Andalucía – EL TOPO
nº48 | desmontando mitos

Migraciones sudakas en Andalucía

Racismo encarnado e identidad cuestionada: ¿Cómo y dónde habitamos? Escribimos desde nuestro lugar de enunciación como sudakas, como mujeres heteronormadas, no binaries y plurisexuales, como migrantes y migrades, como universitarias/es, obreras y precarizades, como personas racializadas, indígenas descendientes y afrodescendientes y mestizas.

LA LLEGADA

Queremos poner sobre la mesa reflexiones sobre nuestras propias historias y saberes acerca de la migración y la racialización. En este primer artículo nos centraremos en hablar del mito y las realidades de «la llegada» a la Andalucía —europea—. Primero, las exigencias europeas para con les migrantes y, posteriormente, cómo recibimos esa situación diferencial de Andalucía respecto a España. Planteamos la migración como proceso comunitario, familiar y vital, y no como un cambio puntual con inicio y fin; y continuará en el siguiente artículo sobre cómo se cruza la migración y racialización en nuestra piel tras llegar. Damos comienzo a desenraizar cómo y dónde el racismo nos ubica y cómo nos ubicamos ante la violencia.

MITO DE LA MIGRACIÓN COMO FIN/INICIO

La llegada es entendida tanto en los lugares de origen como en los de destino como el «fin de una vida y el inicio de otra». Se plantea como si nuestra historia de migración estuviese separada por el mismo océano que nos distancia de nuestros orígenes, y no parte de una misma historia de cuerpos que transitan territorios. Es decir, como si no hubiese un antes y solo hubiese un fin: «salir de nuestros países y llegar a la tierra prometida».

Es un mito que la vida migrante empieza con la llegada y que es una historia individual. Este punto de partida se complementa con la idea de que se va a encontrar un lugar mejor para una o la familia, con más oportunidades; donde huir de la pobreza, de la violencia, del machismo, de la LGTBIQfobia; poder sostener la crianza por madres solteras; unos supuestos mejores estudios; buscar posibilidades que el entorno no ofrece. Sin embargo, este «sueño» normalmente choca con una situación incluso peor de pobreza, otros tipos de violencias, menosprecio y grandes dificultades. Las migraciones son tan diversas como las historias que hay detrás y todo ello se envuelve en un contexto histórico determinado que hace creer que la única opción para una vida mejor es la migración. Los medios de comunicación, las políticas de Estado y las relaciones internacionales paternalistas y extractivistas plantean como único destino ideal el Norte, dando lugar a un imaginario social y colectivo colonial. Esto se genera cuando comparan despectivamente las culturas y nos enmarcan como «subdesarrollados», «en vías de desarrollo», «el tercer mundo»… aquello que nadie quiere ser. De esta forma dejan a los países del Norte como modelos de bienestar, de ideal y evolución a alcanzar, para perder lo «sub», «llegar al desarrollo» y pasar a «primera categoría mundial», dejando a los países del Sur como una mierda, un infierno del que solo puedes salir viajando al Norte.

Desmantelando esa idea de migración rápida, individual o punto de inflexión en nuestras vidas, que es generada desde el privilegio que nos llama a vernos como «ciudadanos del mundo» en un contexto global que solo es accesible al capital y a les que tienen pasaporte europeo o norteamericano. Todo ello invisibiliza las dificultades reales que se presentan a las personas del Sur Global. Se acallan las historias de años de planificación, de siglos de implementación ideológica de mejoría y superación en tierras del Norte, y las dificultades reales y violencias recibidas en todo este proceso para mantener la idea de bienestar-norte/malestar-sur.

Además, no solo llegas, también te marchas y sostienes una familia con un océano de por medio. Dejas felicidad, recuerdos y tradiciones, y te enfrentas a leyes y procedimientos continuos, y una adaptación inesperadamente violenta. Por otra parte, podemos observar que la migración no se reduce a una cuestión económica, sino que subyace la idea continua de que «mejorar» y «evolucionar» es estar en el Norte.

MIGRACIÓN, RACISMO Y ESPACIOS HABITABLES

Desde este contexto nos preguntamos si son las ciudades un lugar fácil y agradable para vivir; si son acogedoras, accesibles y diversas.

Todas nuestras vivencias suceden en las ciudades y pueblos de Andalucía. Estos espacios no son neutros. Son producidos por y para el sujeto blanco burgués varón-mujer adulto heterosexual europeo (BBMVAHE). Esta construcción homogénea de los espacios, expulsa todo lo diferente a ellos, todo lo que no responda al bagaje cultural o que no tenga las mismas costumbres. Se refleja en la forma en la que ocupamos la ciudad donde los sujetos blancos son los que ocupan principalmente los espacios públicos, disfrutan de los servicios para elles diseñados, vivien en el centro y los alrededores del centro, espacios donde va a existir poca presencia y disfrute de los mismos servicios y espacios por parte de gente racializada o migrante.

Entonces, no solo se invisibiliza la existencia de «sujetos diversos», se nos sitúa detrás del ciudadano blanco respecto a la atención. Se nos limita o restringe el uso y disfrute de buenos servicios y espacios; somos, además, expulsades a habitar las periferias, con todo el deterioro de servicios y espacios que suponen los barrios migrantes. Las personas racializadas y migrantes no frecuentan determinadas zonas, más bien, el uso que hacen de ellas está muchas veces orientado a la producción y al trabajo. La forma en que las personas migrantes y racializadas ocupamos la ciudad y la poca facilidad de acceso a los distintos servicios que la ciudad ofrece están fuera del diseño de la ciudad y del derecho a esta.

Es necesario entender y combatir las lógicas coloniales que hay detrás de la hegemonía racial que ostenta poder y mayor acumulación del capital. Estas lógicas que se reproducen dentro de la ciudad y los pueblos vienen del mismo modelo de pensamiento y conocimiento eurocéntrico que privilegia la blanquitud como un modelo de pensamiento imperante. La blanquitud que crea, reproduce y genera espacios, también genera y diseña problemas de desigualdad social y estructural.

Dar lugar a una propuesta política que piense en verdaderos cambios pasa por centrarnos en cómo dejar de reproducir la blanquitud como pensamiento imperante en políticas públicas. Esto permite profundizar en el derecho a la ciudad, la construcción de espacios habitables, la sostenibilidad, la justicia social, los derechos humanos, la diversidad y espacios libres de violencias racistas, misóginas y heterocispatriarcales.

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