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«Me gusta ver La Fuga como retaguardia» – EL TOPO
nº20 | entrevista

«Me gusta ver La Fuga como retaguardia»

Durante esos días previos a las grandes festividades navideñas en los que las ciudades bullen como si algo importante estuviera a punto de pasar, el equipo de Las Topas (quédense con este nombre) decidimos acercarnos a conversar con Luis Gallego: alma, corazón y cerebro de la librería La Fuga, que acaba de celebrar sus 12 años de existencia. Hablamos sobre el proyecto, su historia, su relación con la comunidad, y de paso le pedimos que nos recomendara algún libro imprescindible. Diciembre es temporada alta de librerías y eso lo notamos nada más entrar: pilas de libros acumulados, gente buscando regalos, repartidores con cajas; y nosotras (arregladas a las 11 de la mañana por una comida navideña a la que iríamos varias horas después) sentadas alrededor de Luis que intercalaba con paciencia sus labores de librero con las respuestas a nuestras preguntas que, inspiradas por el momento y el entorno, empezaron con una propuesta algo delirante.

El Topo: ¿Luis, qué te parecería que tus amigas escribieran un bestseller…?

Luis Gallego: Pues bien… [dice temeroso y con cara de sorpresa].

ET: Bueno, dejemos eso para otro momento y hablemos de ti empezando por el principio. De cocinero a librero. ¿Cómo, cuándo y por qué?

LG: Trabajé un par de años de cocinero y era muy duro: sin vida, sin tiempo, muy cansado… Y, por casualidad, por esas fechas (2003-2004) se nos ocurrió a otros dos amigos y a mí crear una librería-cafetería. Eso me pareció una forma de salir de esas condiciones laborales tan duras y a través de un proyecto que me apetecía. Pero desde esa primera idea de librería-cafetería hasta lo que finalmente fue La Fuga ocurrieron muchas cosas. La primera fue que me quedé solo con el proyecto, y como la cocina como forma de ganarme la vida no me gustaba nada, decidí tirar para adelante con la librería. Una vez tomada esa decisión llegó el momento de darle forma a la idea. Tenía claro que no iba a ser solo un trabajo, y como había estado vinculado a la militancia de una u otra forma pensé que podía ser una herramienta, en un principio pensada para movimientos sociales y poéticos, y después también artísticos.

ET: La Fuga librerías: femenino y plural. ¿Cómo se te ocurre el nombre y hacia dónde conduce esta escapada?

L.G. Las razones del nombre las hemos comentado alguna vez. A posteriori podemos encontrarle muchas justificaciones teóricas, sacarle juego político o poético, podemos hacer referencia a Deleuze, a la huida del trabajo asalariado, lo que queramos; pero en realidad viene de una conversación en un bar con amigos poetas buscando nombres en la que después de varias ideas nos gustó cómo sonaba La Fuga. El resto tiene que ver con la suerte de frecuentar determinados ambientes y colectivos. Por aquella época (2004), a la vez que curraba en cocina, iba al mercadillo cultural del Pumarejo a vender cómics de Miguel Brieva y otras publicaciones: fanzines anarquistas, obreristas y de tema político. A partir de ahí se generó una relación de confianza con Miguel que se ofreció a colaborar con el proyecto haciendo el logo que creó a través de descartes de trabajos que había hecho para otros colectivos. Así aparece el plural «librerías», de un descarte, y al ponerlo nos gustó a los dos como quedaba, además del juego que provocaba lo de hablar de librerías en plural siendo un único local y estando yo solo [risas].

ET: Por algún lugar de tu web leíamos sobre las personas que acompañan y dan vida al proyecto: «Ellos forman la trama y son mis argumentos» (final del poema Compañías de José Mª Gómez Valero). Lo tuyo no es solo una librería…

LG: Efectivamente, como pone en la web se pretende que más allá de conseguir vivir más o menos de esto, sea una herramienta para comunidades de diferentes tipos: política, artística, poética… Pero además es que yo esto me lo creo, aunque hablar de comunidades se haya convertido ya en un lugar común, yo realmente considero que debería ser una herramienta. Antes hemos hablado de broma de ser vanguardia, pero a mí me gusta considerarme retaguardia. Más que proponer una línea política o decir qué es lo que hay que hacer, como librería creo que hay que estar detrás, justificando teóricamente, en todo caso, prácticas políticas concretas. Hay debates sobre si la línea política se propone desde el conocimiento, desde el ensayo, la intelectualidad, pensamiento o como queramos llamarla, o desde la retaguardia. Es decir, los libros los considero una justificación teórica a posteriori o en las que se pueden basar las prácticas políticas concretas. Hay un libro, A través de los muros de Eyal Weizman (errata naturae, 2012) que describe cómo el ejército israelí utilizó a Deleuze, a Foucault, los situacionistas y todo el armamento teórico de la izquierda (el libro lleva como subtítulo «cómo el ejército israelí se apropió de la teoría crítica postmoderna y reinventó la guerra urbana») para justificar distintas formas de continuar con la ocupación de los territorios palestinos. Conceptos como «enjambre» o «pliegue» los utilizaban para justificar sus prácticas políticas. De ahí parte lo de la retaguardia, porque si no hay una práctica política concreta la teoría es muy abstracta y se puede utilizar para una cosa y la contraria.

ET: Y ahí juegan un papel muy importante las actividades que organizas, ¿no?

LG: Sí, la organización de las actividades lo enfoco de esa manera. Ahora La Fuga forma parte de Lanónima, un nuevo ateneo autogestionado para llevar a cabo actividades políticas, educativas o culturales. Una iniciativa, por cierto, que me recuerda a experiencias anteriores como el Lokal, un espacio alquilado con la misma intención a finales de los noventa y principios de la década del dos mil. Pues en esa idea de servir de herramienta para prácticas concretas, como decíamos antes, me parecería interesante que se decidieran actividades desde la asamblea de Lanónima y a partir de ahí La Fuga aportara los contactos adquiridos tras sus 12 años de vida, o hiciera soporte de alguna forma que acompañe esa demanda de formación o información sobre determinados temas por parte de los movimientos sociales. Esa es una de las formas de entender la librería como herramienta. Otra es ceder el espacio cuando se ve que puede ser interesante, porque alguien quiera presentar aquí algo o porque de alguna forma le sirva este espacio. Por otro lado, por los años que lleva abierta la librería se han creado unas redes a nivel estatal que pueden utilizarse con colectivos y movimientos afines. Y otra herramienta importante, aconsejada por lxs compañerxs de Traficantes de Sueños, es la grabación de todas las actividades que se llevan a cabo en el local para que puedan acceder a ellas todas las personas o colectivos a los que pueda ser útil. En general, a mí me gusta considerar la librería como parte de una red más amplia tanto de espacios como de colectivos donde cada uno nos vamos apoyando de distinta forma. Es decir, yo intento hacer cosas con Tramallol, con Lanónima o con La Imprenta cuando estaba abierta, igual que lo hago en el espacio de la librería. A veces hay gente del mundo del libro que se sorprende de que vaya a un sitio o a otro, que haga cosas fuera del espacio físico de La Fuga, pero para mí participar en actividades de Tramallol o en Lanónima es lo mismo que hacerlas en La Fuga. Son igual de «casa» esos espacios o el Pumarejo u otros que la librería. Creo que constituimos una red y que somos intercambiables en el buen sentido. La elección de uno u otro a mí me gusta pensar que se hace en función de necesidades de espacio o simbólicas. Y dentro de esa red a un nivel no espacial pues también son igual de importantes colectivos como El Topo o Radiópolis. Todos formamos parte de esa red, de esas herramientas de las que se dotan los movimientos sociales de Sevilla. Si son experiencias que se sostienen significa que la gente le da un uso y son importantes para ella. La Fuga la conforman las personas que tiene alrededor —más allá de que compren libros— que van allí a hablar de política o de poesía. Mientras tenga un uso seguirá, y si no, pues se caerá.

ET: La línea de contenidos sobre poesía, narrativa, cómic y teoría y práctica de los movimientos sociales, ¿estaba definida desde el principio?

LG: Sí. Toda. De hecho, esa línea tan clara por la que se me conoce en los movimientos sociales también hace que se me encorsete como librería de ensayo en el mundo del libro en general; y es cierto que es muy importante, pero no es lo único que hay en La Fuga. Esa es una pelea que tengo a nivel profesional, que tengo mucho de ensayo, pero quiero que se sepa que también hay cómic, poesía y narrativa. Además, creo que todo puede estar relacionado. Otra cuestión a la que siempre le he dado muchas vueltas es que se denomine como librería política o librería alternativa. La Fuga es una librería sin más, es decir, un espacio donde hay una selección de libros concreta, que puede tener una determinada ideología política, pero que puede ser solo de poesía o de otro tema, pero una selección que puedo defender y trabajar. Eso para mí es una librería a secas. Añadirle el adjetivo de alternativa o política… justifica que lugares como La Casa del Libro o FNAC o Beta también sean consideradas librerías y no supermercados culturales a los que les da igual vender Libertad de elegir de Milton Friedman que El apoyo mutuo de Kropotkin. Son establecimientos a los que solo les importa vender. Una librería es otra cosa. Por eso no me gusta que por el hecho de hacer una selección se le ponga una etiqueta determinada a una librería.

ET: ¿Te has relacionado o relacionas con otras librerías de la ciudad? Si es que sí, ¿cómo? Si es que no, ¿por qué?

LG: Más que con librerías de Sevilla, tengo mucha relación con librerías de todo el Estado. Es más fácil colaborar con gente de fuera que de Sevilla porque se pueden organizar giras de presentaciones, por ejemplo. En la misma ciudad no vas a organizar dos presentaciones del mismo libro; sin embargo, puedes hacerlo con espacios de Granada, Cádiz, Madrid. Más allá de eso hay muchas librerías de aquí que admiro mucho, como Casa Tomada, por ejemplo, que me parece un proyecto para quitarse el sombrero; Quilombo, que está empezando ahora y no es fácil; y las que llevan toda la vida como Céfiro, que va a cerrar ahora porque se jubila el dueño, que me merecen todo el respeto. Yerma, Palas… que llevan 20 o 30 años… El Gusanito Lector. Tengo mucho respeto por muchas de ellas —a otras les podían dar por saco [risas]— más allá de que colabore o no. 

ET: Bajón post 15M, el debate instituciones/calle, la AIT desfedera a la CNT, Trump, el Brexit, el fracaso de Syriza, anarquistas y autónomos en su bucle… ¿Un libro para no cortarnos las venas? 

L.G. ¿Un libro solo? [Se toca la cara… lo piensa…] Voy a decir tres para hacer batiburrillo. No son novedades. Uno, El apoyo mutuo de Kropotkin, que se acaba de reeditar (Pepitas de Calabaza, 2016) y es interesante retomarlo; después, para darle un giro feminista, Amaia Pérez Orozco con Subversión feminista de la economía (Traficantes de Sueños, 2014); y ¿Chusma? de Alèssi dell’Umbria (Pepitas de calabaza, 2006) a partir de las revueltas de las «banlieues» de 2005. En este libro se describe a esa clase trabajadora o subalterna, a los «canis», sin mitificarlos, pero sin dejar de plantear cuál es su situación en los barrios franceses que describe. Pero sobre todo le encuentro una gran potencia política a uno de los párrafos finales en el que plantea que la idea del hombre como lobo para el hombre de Hobbes es una profecía autocumplida. Es decir, plantea cómo se han ido dando las condiciones para que esto sea así. Y para complementar esta visión ahí está Amaia Pérez Orozco y su reflexión sobre la vida que merece la pena ser vivida y cómo podemos organizarnos para sostenerla de forma colectiva. Por último, también lo podemos relacionar con Kropotkin y el apoyo mutuo, para ver otras formas de organización social y otras líneas políticas. Sobre todo ahora que estamos viendo los límites que tiene el asalto institucional que se ha ensayado estos últimos años. Con esos tres libros se podría hacer una cosita curiosa.

ET: La Fuga acaba de cumplir 12 años. ¿Cómo te ves dentro de otros doce?

LG: Uff [risas]. Pues un amigo librero me dijo hace poco que él me veía como a estos libreros mayores gruñones, malafollá, que echan para atrás… Y últimamente me he visto teniendo reacciones de ese tipo, creo que tiendo a eso cada vez más… Lo que espero es no acabar así todo el tiempo, que eso solo sea el diez o el veinte por ciento del tiempo, no más allá. Aunque reconozco que cada vez entiendo más el carácter seco granaíno [más risas].

ET: ¿Qué le dirías a la gente que se lee las entrevistas de El Topo?

LG: ¡Ánimo! No sé… ¡suscribirse! ¡Ánimo! A poquito a poco…

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