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María González Vidal. Directora del Mes de Danza – EL TOPO
nº38 | entrevista

María González Vidal. Directora del Mes de Danza

«Proyectos como este son más necesarios que nunca, con la unificación de la ciudad y la masificación del turismo»

"Proyectos como este son más necesarios que nunca, con la homogeneización de la ciudad y la masificación del turismo"

El Topo: La primera, facilita. ¿Quién es María González?

Desde mi infancia he tenido una inquietud por la novedad, por el conocimiento. Mi madre me recordaba hace poco que cuando yo era pequeña, ella estaba deseando que aprendiera a leer porque me pasaba todo el tiempo persiguiéndola, que estaba a tope de trabajo, pidiéndole que me leyera esto y lo otro. En lo que hago hay mucho de curiosidad hacia lo cultural, lo artístico, un mundo que siempre me ha fascinado. Hasta tal punto es así, que cuando tenía 17 años me provocaba frustración porque yo sentía que no era artista, pero me seducía y no encontraba mi sitio en el artisteo, y hasta rozaba un cierto complejo de inferioridad por no ubicarme. Hasta que de pronto encuentro absolutamente mi sitio como mediadora entre el hecho artístico, creadores, artistas y público, y cómo facilitar ese tránsito. Así es como me defino yo, una mediadora de la cultura, haciéndome cómplice, favoreciendo el hecho artístico desde lo que soy.

ET: Te llamas María y te apellidas González, pero tienes un acentazo… ¿Cómo llegas a Sevilla?

He decidido a partir de ahora hablar de Vidal, que es mi madre, y reivindicar su apellido. También os confieso que para identificarme en internet tengo que poner María González Danza, como si Danza fuera mi segundo apellido.

Soy hija de emigrantes, mi padre es andaluz y mi madre gallega. Se conocieron en Francia y yo nací allí. Mis padres, migrantes por razones económicas —creo que la mentalidad cuando es por tema político es diferente—, se tomaban esto como algo provisional. En casa se ahorraba para volver, no se gastaba. Siempre hablaban de volver a España y a mí me entraba pánico, yo no quería saber nada de eso. La imagen que yo tenía de España era la de la aldea de mi madre en las Rías Baixas de Galicia. Ahora, con mi hermano, tengo momentos muy entrañables y cuando vamos para allá nos sentimos de allí de una manera profunda, hay algo que tiene que ver con los recuerdos de infancia, con lo más profundo, pero con 16 años no me imaginaba allí. Yo he sido muy parisina, he disfrutado mucho de París, he sido una niña de capital y no quería saber nada de España.

Descubro otra faceta de España a través de una chica que conozco en París y que vivía en Madrid haciendo diseño de moda. Os hablo de 1986 (yo tenía 20 años), me invita a Madrid y vuelvo varias veces, conozco la España de la movida, otra España. En medio de todo esto, otra amiga francesa se viene a vivir a Sevilla y voy creando el vínculo con Sevilla, y también a través de ella conozco a una coreógrafa y bailarina de aquí, de Camas, Salud López, de la compañía Octubre Danza. Vengo a Sevilla en primavera, de vacaciones, a visitar a esta amiga y caigo seducida por la ciudad, los naranjos, el cielo azul, el olor a azahar, la feria (todo el pack), y en un momento de crisis con París, sin tener muy claro qué hacer con mi vida y con la sensación de que al estar en una ciudad más pequeña me iba a ayudar a ubicarme, al año me instalo en Sevilla.

Mis padres vuelven cuando se jubilan, a los años. He sido la primera en volver. Cuando yo ya veo que se hacen muy mayores, me los he traído para acá y mi hermano sigue en París. Este es el mapa familiar.

ET: ¿Cómo llegas a la danza contemporánea?

Paradójicamente, yo empiezo con la danza contemporánea aquí en Sevilla. No sabía nada de danza antes; allí había ido a ver cuatro espectáculos a lo sumo, y descubro la danza contemporánea aquí y a través de Salud López. Empiezo a trabajar con ella, que acababa de crear la compañía Octubre Danza, y le llevo la producción, distribución y gestión de sus proyectos.

Salud ha sido un motor brutal para la creación coreográfica andaluza. Siempre ha ido por delante y, en parte, si Mes de Danza existe, también es por ella.

Acaba de llegar Fernando Lima, coreógrafo y bailarín, al equipo de La Imperdible, que quiere hacer una pequeña muestra de danza. Yo trabajando para Octubre Danza y Salud hablándome de hacer un festival de danza. Fue el impulso para que yo le presentara un proyecto a La Imperdible más ambicioso. La conjunción de la llegada de Fernando Lima, la iniciativa de La Imperdible y mi trabajo con Salud López. Ahí empezamos la aventura conjunta, así nace Mes de Danza.

Al principio todo estaba concentrado en La Imperdible a lo largo de un mes, más o menos intensivo, y poco a poco lo sacamos de allí y nos paseamos por la ciudad. Hay un momento, cuando ya estoy llevando la dirección única del festival, que hago un análisis para ver qué necesita el sector, y es visibilidad. Para favorecer la presencia de programadores, distribuidores, periodistas y la atención del público, lo concentramos en el tiempo. A pesar de llamarse Mes de Danza —mantenemos el nombre porque ya es una marca—lo hemos concentrado en una semana.

ET: El equipo que formáis el proyecto, ¿sois conscientes de todo lo que ha generado el festival?

Hicimos un trabajo brutal de memoria, de archivo, con el libro que sacamos con motivo de los 20 años. También está el histórico de la web, una gran base de datos, pero estamos tan en la urgencia constantemente, que muy pocas veces miro hacia atrás para darme cuenta de todos los campos que hemos abierto. Soy consciente a ratos, pero no de todo lo que ha generado este festival. Otra característica de Mes de Danza es que va más allá de una mera programación: es un laboratorio, un generador de proyectos.

ET: Y, por centrarnos en lo más reciente, ¿cómo ha sido la última edición de Mes de Danza?

Hemos acabado una edición espléndida, pero he empezado un festival debiéndome aún parte de 2018 y, por supuesto, no he visto nada de 2019. A nivel de sostenibilidad de proyecto, esto te pone en una situación complicada.

Hay unos procedimientos que tienen que ser revisados, que no funcionan de cara a proyectos culturales de estas características. Este año se ha llegado a una situación límite y es necesario que las administraciones piensen cómo poner en marcha procedimientos que realmente ayuden a los proyectos a crecer, evolucionar y estar, en vez de poquito a poco llevarnos al suicidio. Los dos pilares que deberían repensar son el Ayuntamiento y la Junta. Te ahogas en burocracia, el dinero llega tarde, de principio a fin falla el procedimiento. Es una verdadera yincana. Paradójicamente, los pequeños apoyos son los que hacen que los proyectos se sostengan, las ayudas llegan cuando tienen que llegar, es fácil firmar un convenio… Todos los gestores culturales que estamos a la cabeza de un proyecto de iniciativa privada estamos en la misma situación.

En relación a la danza, pienso en el Centro de las Artes de Sevilla, en Endanza… Es muy difícil en esta ciudad nacer, crecer y mantenerse en una evolución: estamos siempre empezando de nuevo. Este proyecto es necesario más que nunca con la uniformización de la ciudad, la masificación del turismo, y el ciclo de danza en espacios singulares pone de relieve lo singular de cada lugar. Ahora, más que nunca, esto debe seguir.

Otro de los problemas con los que me encuentro son las ayudas, y es que los textos que las regulan están muy centrados en lo cuantitativo (cifras de público, de compañías, etc., que obviamente hay que atender) y no puede ser el único norte. Las ayudas son las mismas para un festival de pop-rock, que para un festival de danza pequeño. No hay que ser un genio de la gestión cultural para darte cuenta que lo que tienes entre manos no tiene nada que ver.

Mes de Danza es un espacio amable y se lo dejo claro al equipo, que funciona muy bien en este sentido. El no que te ponen por delante en muchas circunstancias de la vida no lo quiero, no es nuestra lógica, va a ser un sí, y será hasta donde podamos. Estamos por la labor. También el artista tiene que cuidar, porque también me he encontrado con la prepotencia y el egocentrismo del artista.

ET: Nos interesa mucho la pata social de proyectos como Bailar mi barrio, Mi cole baila, A cielo abierto

Manejamos dinero público, la cultura es algo fundamental, pero hay otras necesidades aun más básicas que la cultura, como es el comer, tener un techo…, y esto tiene que estar resuelto para tener espacio en tu mente para otras cosas. También es verdad que las herramientas culturales te empoderan para tú hacer frente, por eso el tema social para mí es esencial, tiene que ir en paralelo a la cultura, pero pienso que la cultura tiene que mantener este espacio de libertad y no debe estar sometida a lo social. A mí me repatea que tenga que haber equis número de espectáculos con discapacitados, por ejemplo, porque esto crea unas perversiones terribles. Mi manera de trabajar lo social es asociándolo a una cultura profesional (al final es hacer que la sientan suya, hacerlos cómplices, que se identifiquen, que la disfruten).

A cielo abierto es una red a nivel nacional que reclama la calle como espacio de difusión, exhibición y acercamiento al público. Me gustaría dar un paso más y que la calle también fuera un lugar de creación —como hacemos con Bailar mi Barrio—, no solo de exhibición. Somos doce festivales que programamos en espacios singulares, creando un diálogo entre la danza y el espacio arquitectónico. A mí me gustaría que algún día pudiéramos poner en pie un espectáculo pensado para un lugar concreto. Tiene que ver con la salida de las artes escénicas de los espacios y escenarios tradicionales y, también, con la precariedad. En Francia, en los 80, se apuesta de manera contundente por la danza y hay compañías que eligen políticamente optar por la calle, como la compañía Ex Nihilo, una compañía francesa que optó, como opción política, por trabajar en la calle. En España, muchas de las compañías deciden salir a la calle porque no hay posibilidades de programación en teatros. Por eso las primeras piezas son fragmentos de sala en la calle —algunas que ni funcionaban en calle— y, poco a poco, las compañías han pensado en crear para el espacio público.

ET: Nos han chivado que ahora te ha dado por estudiar Historia del Arte

Os tengo que confesar que me he especializado en danza contemporánea porque la vida me lo ha puesto por delante. Mucha gente me pregunta si he bailado —creo que porque tengo este físico que parece que se me ha pegado— y yo nunca he sido bailarina, aunque intento bailar swing. Podría haber sido gestora cultural especializada en música, todas las artes me parecen interesantes. La vida me podía haber llevado por otro camino.

Mes de Danza es un trabajo muy solitario a lo largo del año y necesitaba también regenerarme, que me llegara otro tipo de información, estar en un espacio en el que yo pudiera aprender. Aparte, no tengo titulación oficial en España porque nunca me he preocupado en convalidar y, como no sé lo que va a pasar, también soy práctica y espero acabarla en menos de cuatro años.

ET: Para acabar, recomiéndanos una pieza de danza

Tengo muy presente, porque van a venir al Central, Mal Pelo (María Muñoz y Pep Ramis). María es la mejor de las bailarinas que ha tenido España, es la diosa de la danza. Tiene un solo mítico sobre las Variaciones Goldberg de Bach, bicheadlo, porque es una maravilla, la tía está iluminada.

Les tengo tal admiración porque ellos compraron una masía en Girona y tienen un centro de residencias que es un espacio brutal, L’animal a l’esquena, y son unos cracks artísticamente, pero también a nivel de gestión. Cuando hicimos el libro de los 20 años, le pedí a María que me escribiera el prólogo.

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