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Los movimientos campesinos, mirando desde lo local la fuerza global – EL TOPO
nº4 | sostenibili-qué

Los movimientos campesinos, mirando desde lo local la fuerza global

Cada vez somos más las personas que buscamos en nuestro cotidiano un contacto directo con el campo, con sus olores, formas, sabores y también con sus saberes. Aquellos saberes que solo la observación de la naturaleza te transmite y te traslada en el intento de entenderte parte de algo… que eres capaz de admirar y aprender. Desde ahí llegan las voces de personas antiguas, mujeres y hombres que han lidiado día a día, generación tras generación, con la propia vida, su dureza y su belleza.

Desde hace 20 años, las asociaciones que constituyen la Universidad Rural Paulo Freire, 11 sedes actualmente repartidas a lo largo y ancho del territorio nacional, pretenden visibilizar los trabajos, las labores y el propio patrimonio de los entornos rurales. Queremos valorar, investigar, en su caso rescatar y adaptar, pero, sobre todo, compartir los saberes. Pretendemos que mujeres y hombres en los rincones de la ruralidad puedan sentirse miradas y tenidas en cuenta porque a ellas, a todas esas personas, les debemos parte de nuestra propia historia. Y es en esa historia donde queremos centrar la base de este artículo, nosotras, mujeres de las universidades rurales afincadas en diferentes territorios de Andalucía queremos alzar nuestras voces y la tinta para contaros, desde nuestras vivencias y deseos, qué defendemos:       

La soberanía alimentaria1, basada en el consumo de alimentos sanos y seguros para todos los pueblos según sus necesidades y cultura, que permita a las campesinas y campesinos poder cultivar la tierra y alimentarse de ella, sin soportar las presiones del modelo capitalista bajo el yugo de los mercados internacionales, favoreciendo los recursos naturales, priorizando la biodiversidad local y el patrimonio cultural y etnográfico. La construcción y la lucha paralelas por este relativamente nuevo marco de referencia, nos está ayudando a las organizaciones y movimientos campesinos y sociales a afianzar las bases que mantendrán viva la realidad rural en todas sus dimensiones.

La agroecología2 como sistema de relación con el entorno y el resto de seres vivos. Reflexiona e integra factores ecológicos, sociales, económicos y políticos en el cultivo de la tierra y la producción de alimentos, generando una visión holística que pone en valor la agricultura familiar, local; unida al saber hacer campesino, al rescate de saberes.        

La equidad entre los géneros, donde sean visibilizadas y valoradas todas las aportaciones, ya sean remuneradas o no económicamente desde el sistema, buscando modelos justos de relación entre las personas. Poniendo en valor cada uno de los cuidados que se realizan dentro de la sociedad que nos hace seres sociales y necesarios de los demás, fomentando la «cuidadanía». Desde la mirada hacia la equidad están aflorando muchos conocimientos y formas de saber hacer, invisibilizadas en las diferentes realidades que compartimos mujeres y hombres, en los que las mujeres han sido siempre el eje, y que ahora son claves para la construcción de las nuevas realidades, como el cuidado o la gestión de la economía poniendo la vida en el centro.

 La educación popular, que tomando como origen las aportaciones de Paulo Freire, se basa en el principio de que todas y cada una de las personas implicadas somos actrices y actores de nuestro propio aprendizaje. Favoreciendo el intercambio de saberes como fuente de conocimiento, con lo que generamos el empoderamiento de todas y todos las que participamos en estos procesos educativos. Procesos que son imprescindibles para que se produzca un relevo generacional en el entorno rural a través del aprendizaje vivencial y a partir del análisis crítico de la situación actual y de la que queremos para el futuro.

Para las personas que participamos en la construcción de estos procesos de nuevas ruralidades, la conjugación de todas estas miradas está siendo muy enriquecedora para el desarrollo de nuestras prácticas y la reivindicación del mundo que anhelamos. Desde ahí tratamos de quebrantar las dualidades jerarquizadas, desaprendiendo las enseñanzas que Descartes nos dejó como legado, reeducándonos en la necesidad de relaciones horizontales y de complementariedad, redefiniendo: mujer-hombre, campo-ciudad, Norte-Sur, sabiduría-ciencia, espíritu-mente…

Y con todo ello colocar la vida en el centro.

Basamos en estos fundamentos nuestras actividades y proyectos, aprovechando la idiosincrasia del momento actual, con sus inquietudes y necesidades, utilizando las aportaciones tecnológicas y de redes sociales; aunamos todo ello al conocimiento de la ruralidad, los cuidados y el aprovechamiento de los recursos naturales desde el respeto mutuo. Así, destacan acciones de sensibilización y dinamización social, apoyo a jóvenes neorrurales, canales alternativos de mercado basados en canales directos de comercialización de los productos locales, fomento de la cultura campesina y su adaptación a los requerimientos actuales de la sociedad rural, la defensa del territorio y el acceso a los bienes de la naturaleza (tierras, semillas, agua…), encuentros de intercambio de saberes y visibilización de conocimientos, empoderamiento de las mujeres, así como luchas contra aquellos modelos y situaciones que atacan al campesinado.

Adaptándonos a los momentos de transformación social, como hijas de nuestros tiempos, firmemente convencidas que la democracia participativa y el compromiso ético entre las personas son los modelos de relación que deseamos, trabajamos en red, a través del bien común y el apoyo mutuo favoreciendo las relaciones entre los diferentes grupos con los que compartimos valores de vida, desde lo más local a lo regional o nacional… e incluso más allá, buscando luchas similares y apoyándonos a través de organizaciones internacionales como la Vía Campesina.

En 1993, un grupo de organizaciones campesinas e indígenas de mujeres y hombres de todo el planeta fundan la Vía Campesina, fruto de las luchas por la defensa de los pequeños y medianos agricultores, campesinos/as sin tierra, pescadores/as artesanales… de todos los rincones, ante la amenaza de un mundo cada vez más neoliberal y controlado por las fuerzas de las grandes corporaciones multinacionales. Se trata de un movimiento internacional que aglutina a 200 millones de campesinas y campesinos de 70 países unidos por una visión común de agricultura sostenible inmersa en una justicia social y una dignidad de los pueblos del mundo.

Su propio nombre deja bien claro el objetivo: la defensa del modelo campesino como único capaz de frenar la destrucción del planeta, fomentar el derecho a la alimentación, restaurar la misión del campesinado como productor y proveedor de alimentos, mejorar la vida de millones de campesinos/as pobres, y ayudar a remover las bases sobre las que se sustenta el patriarcado y el neoliberalismo.

Entre las prioridades de la Vía Campesina se encuentra el empoderamiento de las mujeres dentro de las propias culturas campesinas. Según datos de la FAO, las mujeres producen el 70% de los alimentos mundiales y poseen únicamente el 2% del territorio, lo que confirma la existencia de marginación y opresión, continuas consecuencias del mundo globalizado capitalista y patriarcal en el que aún nos encontramos.

Son muchas las luchas comunes que nos unen, todas ellas enmarcadas en lo que la Vía Campesina propuso como elemento aglutinador de todas esas luchas y resistencias que miles de colectivos llevamos a cabo: la soberanía alimentaria. Quizás sea esta una de las más importantes aportaciones que ha hecho la Vía Campesina, dotarnos de conceptos que representan a millones de personas y decenas de miles de situaciones locales, de forma que nos permite unificar nuestras luchas y esperanzas sin renunciar a nuestras propias particularidades. Ya seamos hombres o mujeres, rurales o urbanos, asiáticas o africanas, del norte o del sur.

Ahora nos proponen un nuevo concepto —«el buen vivir» o «sumak-kawsay»— que, tomado de las cosmovisiones ancestrales de América Latina, puede ayudarnos a definir el nuevo paradigma que buscamos: cómo vivir en plenitud, en armonía, cuidando los recursos y sintiéndonos parte de esta morada común.

Este convencimiento nos da una fuerte ideología y una esperanza común. Desde los más recónditos rincones de la tierra intentamos apoyarnos en la defensa de nuestras creencias y nos fortalecemos en fechas señaladas como son: 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer), 17 de abril (Día Internacional de la Lucha Campesina), 10 de septiembre (Día Internacional de Lucha contra la OMC), 12 de Octubre (Día contra las Multinacionales y Conmemoración de la Resistencia de los Pueblos Indígenas), 15 de octubre (Día de la Mujer Rural).

Unidos por unos fundamentos comunes, una lucha común, una ilusión compartida… Porque todas creemos que un mundo rural vivo es necesario y que solo globalizando la lucha… globalizaremos la esperanza.

Más info: www.viacampesina.org

  1. Soberanía alimentaria: La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos sanos y culturalmente adecuados, producidos mediante métodos sostenibles, así como su derecho a definir sus propios sistemas agrícolas y alimentarios. Desarrolla un modelo de producción campesina sostenible que favorece a las comunidades y su medio ambiente. Idea lanzada por Vía Campesina en la cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996.
  2. Agroecología: «nuevo» enfoque pluridimensional del desarrollo agrario, ligado al medio ambiente, sensible socialmente, centrado no solo en la producción, sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción, implica caracteres sobre la sociedad, cultura… M. Altieri, S. Hecht (1997).

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