Para mear y no echar gota. Una aproximación a la realidad
«Que las lluvias de hoy no sean las obras del mañana», me dijo con una sonrisa cargada de sarcasmo. Olvidé su nombre hace años, pero nunca olvidaré esa frase que resume muy bien lo ocurrido en las últimas décadas.
La demanda de agua no para de crecer, utilizamos más agua y la extraemos de los ecosistemas acuáticos. Mientras nuestrxs escolares aprenden el ciclo urbano del agua con embalses, tuberías y grifos como el centro de todo, nuestros ríos, acuíferos y humedales vienen sufriendo presiones de todo tipo, situándolos al borde del colapso. Solo el 30% de los grandes ríos del planeta están libres de presas, manteniendo una conexión directa con el mari, incluso algunos ya ni llegan a él. Nosotrxs no somos una excepción, todo lo contrario. España, con más de 1100 grandes presas, ocupa el quinto lugar mundial en la construcción de este tipo de infraestructurasii (Fernández, 2009). En Andalucía, nuestro principal río, el Guadalquivir, agoniza en su tramo final mientras Doñana, antaño unida al Gran Río como una sola cosa, hoy le observa impotente a su paso.
Muchos de los problemas relacionados con el agua en nuestro país, y en muchos otros, no han hecho más que agravarse y enquistarse. Pero no podemos olvidar que los ríos y humedales son uno de los reservorios de vida más importantes de nuestro planeta y constituyen el sistema circulatorio de este, redistribuyendo agua y nutrientes, alimentando estuarios y océanos. Sin embargo, se encuentran gravemente amenazados.
Mi sentir en el interior de las galerías toperas es que nos enfrentamos a otro gran reto en el que son bienvenidos indicadores como el agua virtual o la huella hídrica que nos están ayudando a entender mejor la complejidad del problema.
El agua que no se ve: agua virtual
Quitar de tu dieta un filete de ternera a la semana ahorraría unos 2400 litros de agua. Cerrar el grifo mientras te cepillas los dientes, unos 210 litros.
El consumo de agua siempre se ha presentado como una suma de los consumos directos (doméstico, agrícola e industrial). Estos consumos constituyen una información valiosa, pero no recogen variables importantes que permanecen ocultas.
Cada unx de nosotrxs consumimos de media unos 150 litros de agua al día (en fregar, asearnos, beber, etc.). Pero también consumimos indirectamente ¡unos 1000 litros más de agua al día! cuando compramos en la frutería, la carnicería, la tienda de ropa… Este consumo, que es del orden de 10 veces superior, ha permanecido invisible hasta hace poco.
El agua virtual es la cantidad de agua requerida para la fabricación o producción de cualquier bien a lo largo de todo su ciclo de vida. Incluye un consumo directo y otro indirecto de agua. Al comer un filete de carne de vaca, por ejemplo, no solo contabilizaríamos el agua que contiene el filete en sí, también se contabilizaría (en su justa proporción) la que bebió el animal, el agua que se necesitó para fabricar el pienso (agua requerida en los cultivos que lo componen) y/o el agua que se necesitó para que crecieran los pastos de los que se alimentó la vaca. Por último, se le añade el volumen de agua necesaria para diluir la contaminación que generó. Se puede hacer exactamente lo mismo con cualquier producto, desde una camiseta de algodón a una tablet.
El agua virtual resulta de la suma de tres tipos de agua: el agua azul, el agua verde y el agua gris. El agua azul es el agua accesible de ríos, lagos o acuíferos. El agua verde es el agua de lluvia que queda retenida en el suelo y no está disponible para el uso directo de las personas, pero sí que permite el crecimiento de la vegetación natural o de los cultivos de secano. Por último, el agua gris sería el agua necesaria para diluir la contaminación hasta conseguir una calidad estándar.
La cantidad de agua virtual de los productos que consumimos no dejan margen a la indiferencia e invitan a una profunda reflexión: en una hamburguesa se han utilizado 2400 litros de agua, en una taza de café 140 litros y en una camiseta de algodón 2700 litrosiii. Otros cálculos de agua virtual interesantes son: 100 gr de chocolate, 2.400 litros; 1 kg de carne de pollo, 10 000 litros; 1 kg de ternera, 16 000 litros; 1 kg de azúcar refinada, 1500 litros; 1 kg de tomate, 180 litros; 1 litro de vino, 600 litros; 1 kg de cereal, 1500 litros; 1 litro de leche, 1000 litros de agua.
En un primer análisis de estos datos se pueden intuir las ventajas de las dietas vegetales, desde el punto de vista del ahorro de agua, de la mejora de los ecosistemas y de nuestra propia salud.
Importancia de la huella hídrica en la gestión del agua y de los ecosistemas
Si España tuviese que producir todo el cereal que consume anualmente, ya se habrían destruido todos sus ecosistemas acuáticos.
La huella hídrica surge como un indicador complementario en el cálculo de la sostenibilidad del uso de los recursos naturales por parte de las personas. Es el volumen total de agua virtual usada para producir los bienes y servicios consumidos por una persona, entidad o paísiv (Hoekstra & Hung, 2002).
La huella hídrica mundial es de aproximadamente unos 1200 m3 persona/año de media. Si la analizamos por países, se observan algunas sorpresas: el primer lugar lo ocuparía Níger (3528 m3/persona y año), seguido por Bolivia, EE. UU., Portugal y España. China, con unos 700 m3/persona y año, tiene una de las menores huellas hídricas per cápita del planetav.
Como podemos adivinar, las huellas hídricas nacionales no solo dependen del poder adquisitivo de sus habitantes. El estilo de vida puede jugar un papel muy importante, como lo hace en EE. UU., un país con una cultura consumista de productos industriales y una dieta rica en carne (3 veces por encima de la media mundial), de ahí que ocupe el 3er lugar.
Pero, ¿y los casos de Níger o Bolivia? Para contestar estos casos habría que añadir dos factores más que ejercen una influencia muy fuerte en este indicador. Uno sería el clima: mientras más cálido y seco, más requerimientos de agua tendrán sus cultivos. El otro factor sería la baja eficiencia en el uso del agua. Mientras más agua utilicemos para producir o fabricar un kilogramo de producto más huella hídrica tendrá. Bolivia consume 1,3 veces más carne que la media mundial, sin embargo consume 5 veces más agua para producir un kilogramo de carne que la media mundial. En Níger, el consumo de cereal es 1,4 veces superior a la media mundial, sin embargo, consume 6 veces más agua para producir un kilogramo de cereal que la media mundial.
Otro de los datos más destacables en el estudio de la huella hídrica es que aproximadamente el 15% del agua consumida en el planeta se utiliza para la exportación de productos. Es decir, muchos países prefieren importar productos desde otros países antes que tratar de producirlos. Obviamente esto implica que el consumo de un país puede incidir negativamente sobre los ecosistemas acuáticos de otro. Este fenómeno se agudizará con el color dominante del agua virtual importada (azul o verde). Se estima que con las importaciones de algodón, Europa contribuye en un 20% a la desecación del mar de Aralvi en Asia central (Chapagain, 2006), a la degradación de los ríos que lo abastecen (Amur Daria y Sir Daria) y a la catástrofe humanitaria creada desde hace décadas. También existe una lectura contraria, España importa muchos productos agrícolas (cereales y soja), con gran cantidad de agua virtual, pero casi toda verde (producidos principalmente con agua de lluvia). Si se decidiera a cultivar estos productos aquí, la presión sobre los ecosistemas acuáticos españoles sería insoportable, pues necesitaríamos de una enorme cantidad de agua azul.
Economía y agua. Productividad aparente del agua
Con el 10% del agua que extraemos de ríos y acuíferos se podría obtener, utilizando cultivos más rentables, el 90% del dinero generado por toda la agricultura en España.
Si se analiza el total de la huella hídrica de España, se observa que un 80% tiene su origen en el consumo de alimentos (agricultura y ganadería), un 15% en el consumo de productos industriales y tan solo un 5% en el consumo doméstico del agua.
Con unos ecosistemas acuáticos tan maltrechos conviene conocer si el agua extraída se está empleando bien. De ahí que el factor monetario proporcione datos interesantes al relacionarlos con el consumo de agua. Si se divide el dinero generado por el agua virtual consumida se obtiene la productividad aparente del agua (euros/m3). Al analizar esta productividad aparente en la agricultura de España (que es la actividad que genera mayor consumo de agua) observamos que tiene una productividad aparente baja. Es decir, hay otras actividades (turismo, industria, etc.) que generan un valor monetario mucho más alto respecto al litro de agua utilizado. La agricultura, sobre la que pesa el 80% de la huella hídrica española, es responsable solo del 2-3% del producto interior bruto y de aproximadamente un 4% del empleo. La industria, con un 15% de huella hídrica, aporta aproximadamente el 17% al PIB y supone el 14% del empleo en nuestro país.
Al analizar la productividad aparente por tipos de cultivos, nos encontramos con que los cereales en general tienen los valores monetarios más bajos frente a otros. La diferencia entre cultivos es tal que se puede llegar a la conclusión de que con tan solo el 10% del agua azul se podría obtener el 90% del valor económico generado por la agriculturavii. ¿Estamos despilfarrando agua azul (y reventando nuestros ecosistemas) para producir productos agrícolas sin apenas valor monetario? ¿Se podría valorar la recuperación de los ecosistemas acuáticos si dejáramos de sobreexplotarlos? Complicada tarea la de asignar valor monetario. ¿Cuánto vale poder beber de nuestros ríos y manantiales? ¿Cuánto valen que desemboquen en el mar?
Habrá que ahondar más en las relaciones entre agua y economía. No solo como la que se ha estudiado hasta ahora entre agua y economía «convencional», puesto que el PIB tiene unas limitaciones evidentes a la hora de reflejar el «desarrollo», la «riqueza» y los límites naturales. Habrá que bucear más en las «aguas» de la economía ecológica, en cómo nuestra actividad influye en nuestro consumo de agua virtual, de materia y de energía. Y en diseñar estrategias sostenibles que nos hagan ver un futuro más agradable.
Según los últimos estudios publicados, parece viable una disminución en el consumo de agua azul desde el punto de vista de la economía convencional. Esto permitiría, si se quisiera, mayores dotaciones de agua para los maltrechos ecosistemas acuáticos.
Por último, conviene señalar que tanto a nivel individual como colectivo, el poder que ejercemos participando como consumidores es brutal y cada decisión que tomamos día a día cuenta.
i WWF (2006). Free-flowing rivers. Economic luxury or ecological necesity? http://wwf.panda.org/about_our_earth/all_publications
ii Fernández, C. (2009). Impactos ambientales de las presas de Alcalá del Río y Cantillana sobre las comunidades acuáticas del Bajo Guadalquivir. http://www.uco.es/aphanius/
iii Hoekstra, A.Y. (2007). Human appropriation of natural capital: Comparing Ecological Footprint and Water Footprint analysis. Value of Water Research Report Series No. 23. UNESCO-IHE, Delft, the Netherlands
iv Hoekstra, A.Y. and Hung, P.Q. (2002). Virtual water trade: a quantification of virtual water flows between nations in relation to international crop trade. Value of Water Research Report Series No. 11.UNESCO-IHE, Delft, the Netherlands
v Mekonnen, M.M. y Hoekstra, A.Y. (2011). National water footprint accounts: the green, blue and grey water footprint of production and consumption, Value of Water Research Report Series No.50, UNESCO-IHE
vi Chapagain, A.K., Hoekstra, A.Y., Savenije, H.H.G., Gautam, R. (2006). The water footprint of cotton consumption: An assessment of the impact of worldwide consumption of cotton products on the water resources in the cotton producing countries.
vii Aldaya, M. Llamas, M. R. (2012). Agua en España: Bases para un pacto de futuro, Fundación Botín.