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Generación Z: la generación encontrada – EL TOPO
nº43 | desmontando mitos

Generación Z: la generación encontrada

La generación Z o posmilenial abarca a la población nacida entre 1994 y 2010. Es la generación de las redes sociales, les auténtiques natives digitales. Hay 7 800 000 jóvenes en España y, además, esta generación tiene las mismas características, demandas y anhelos que cuando tú eras adolescente: ¿te acuerdas de cómo eras entonces? Hay tantas adolescencias como adolescentes. Por eso es muy importante que no caigamos en frases como «la juventud de hoy en día…». Volver a nuestra adolescencia (si es que hemos salido de ella, porque ya sabemos que el comienzo lo tenemos claro, pero no dónde acaba) es clave para poder acompañar de forma positiva a la juventud actual.

Visión negativa de la adolescencia

El adultismo, o adultocentrismo, es un conjunto de conductas, actitudes y creencias basadas en la diferencia de poder derivada de la edad que conducen a la discriminación, opresión y desvalorización de la niñez y la juventud. Es una forma de opresión experimentada por niñes y jóvenes por parte de les adultes y los sistemas que estos crean en función de sus intereses y necesidades. Está atravesado por otras diferencias de poder e inequidades basadas en el género, la racialización, la diversidad funcional/discapacidad, la gordofobia, la orientación, identidad y expresión de género y el nivel socioeconómico.

El adultismo está tan normalizado en nuestra sociedad que a veces no nos damos cuenta hasta que reparamos en ello. Podríamos analizar, por ejemplo, cómo las leyes están centradas en les adultes; cómo no concedemos a las criaturas el control sobre decisiones que afectan sobre sus cuerpos (como el obligarles a que den besos a personas cuando no quieren); o son deslegitimadas e incluso ignoradas cuando se expresan o comparten preocupaciones: «son cosas de la edad», «se pasará», «cuando crezcas hablaremos», «tú no sabes nada de la vida» y un largo etcétera.

Podemos observar también, ahora de forma más explícita que nunca, la juvenofobia o demonización de la juventud que existe en nuestra sociedad. Como cuando se difunden mensajes señalando a la población joven como los causantes de la propagación de la covid19. Dando por hecho que la irresponsabilidad tiene edad, y sin hacer un análisis más amplio o crítico de la situación. Y, por supuesto, sin visibilizar de la misma manera cómo las personas que han sostenido muchos de los trabajos imprescindibles durante la pandemia eran jóvenes con contratos precarios. O cómo, por ejemplo, en las redes de apoyo vecinal que se han organizado durante la pandemia la mayoría de participantes rondan la veintena.

En un experimento que hicimos, preguntábamos por la calle a personas aleatorias qué pensaban sobre las adolescencias actuales. Las respuestas fueron del tipo: «están perdidos», «son unos vagos», «son más machistas que antes», «no tienen valores», «se relacionan menos», «piensan nada más que en ellos», «hemos retrocedido», «hay mucho libertinaje»… Y aquí nos encontramos con dos cuestiones: las creencias que tengamos sobre la juventud van a repercutir directamente en el acompañamiento con elles. Y, además, estas afirmaciones son mentira.

Si atendemos a las últimas investigaciones, podríamos destacar datos como que el porcentaje de jóvenes que fuman con 15 o 16 años se ha dividido por cuatro desde 2002. Apenas son el 5%, según el estudio HBSC, auspiciado por la Organización Mundial de la Salud. En dos décadas se ha reducido a la mitad el consumo de cocaína, éxtasis, alucinógenos y anfetaminas, según datos del Plan Nacional sobre Drogas. Les adolescentes beben menos: solo el 8 % toma alcohol cada semana, una tercera parte que en 2006. Solo el 26% de les jóvenes entre 15 y 24 años sale de noche casi todos los fines de semana, frente al 64% de 1996. El abandono escolar se ha reducido (del 31% al 18% actual) y hay más universitaries (el 40% está en la universidad entre los 20 y los 24 años, mientras que en 2005 eran el 28%). El 89% de les jóvenes lee libros, frente al 72% de 2006. Solo el 12% dice haber sufrido bullying, comparado con el 24% que decía lo mismo en 2002. Toman más verdura, menos dulces y muchos menos refrescos azucarados. No están ni más gordos ni más flacos que en 2002. No se sienten más activos que hace una década, aunque ahora las chicas hacen más ejercicio. Son más felices. Les adolescentes que están muy satisfechos con su vida han pasado de ser un 28% a ser un 44% desde 2002. Datos extraídos del artículo Los jóvenes de la generación Z son más cautos que los mileniales (y más felices).

Como mantiene el artículo Jóvenes y violencia sexista: alarmas, profecías y realidades, al revisar críticamente los datos y algunos titulares alarmistas podemos decir que ningún estudio demuestra que la juventud actual sea más violenta que el resto de la población o que lo sea más que en el pasado. Es más, entre les jóvenes, el nivel de rechazo global a la violencia sexista es casi total y puede superar incluso al registrado en otras edades, con índices de hasta el 96%.

Lo que sí avalan los datos disponibles es que pervive el sexismo en la juventud y que además se viene produciendo una transmisión intergeneracional de la violencia en la pareja… Podríamos afirmar así que los problemas encontrados entre la juventud son muy similares respecto al conjunto de la población, es decir, hay una reproducción de modelos.

Los últimos estudios también nos hablan de que la juventud actual tiene mayor tolerancia con la transexualidad y expresiones diversas de género, que aumentan las personas que se denominan como feministas (especialmente en las chicas) o que existen menos estereotipos y más conciencia de igualdad. Muestran una situación cada vez más polarizada (un avance especialmente fuerte en las chicas y a la vez un creciente sector reactivo especialmente en los chicos) y una normalización del control como forma de amor. Debido al auge del movimiento feminista de los últimos años (la llamada cuarta ola feminista) de movimientos como #MeToo, #Cuéntalo y del avance de algunos discursos «antigéneros», queda claro que hay que esperar a ver qué nos cuentan futuras investigaciones para poder sacar conclusiones.

¿Qué anhela la Generación Z?

Lancé la pregunta «¿qué te gustaría decirles a tus profes sobre lo que necesitas de su labor?» a través del perfil de Instagram de @lapsicowoman, y estas son algunas de las respuestas, extrapolables a otros ámbitos: Que me pregunten cómo quiero que se dirijan a mí (haciendo referencia al nombre y al género). Que no traten el sexo como si fuera tabú y llamen las cosas por su nombre. Que sean cercanos, que me pueda apoyar en ellos y que me comprendan. Que apliquen la perspectiva de género de forma transversal y se formen en ello. Que sepan que muchos alumn@s tenemos ansiedad social y nos cuesta exponer, no es que seamos vagos. Que confíen en nosotros y tengan esperanzas. Que nos refuercen algo. Que no nos traten mal. Que no nos ridiculicen delante de la clase. Que nos ayuden a ser buenas personas. Que no piensen que todos somos heteros. Que sean menos normativos/as y rompan sus propios esquemas. Que tengan paciencia. Que no paguen sus problemas con los alumnos. Que disfruten de su trabajo, que se hagan profesores porque de verdad les gusta, por vocación. Clases más didácticas y aplicables. Que no ignoren los casos de acoso que se pueden dar en clase. Que sepan cómo tratar temas como la ansiedad o la depresión.

La generación posmilenial, al fin y al cabo, anhela lo mismo que anhelábamos tú o yo cuándo teníamos su misma edad. Y, seguramente, para tender puentes con la juventud actual, lo mejor que podemos hacer es recordar el/la adolescente que éramos de la forma más honrada que podamos.

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