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El tiempo de las cerezas – EL TOPO
nº17 | entrevista

El tiempo de las cerezas

Octavio Alberola, pensador y activista libertario, y Juan Felipe, director del documental El tiempo de las cerezas. Le temps des cerises, canción de amor convertida en himno de la Comuna de París, es la alegoría perfecta para este documental que revisa un periodo breve e intenso, aún inédito, de la historia del movimiento libertario. Ideado por Juan Felipe, cuenta con las voces, entre otros protagonistas, del veterano activista Octavio Alberola.

En junio de 1977, cuando se celebran en Barcelona las Jornadas Libertarias, Octavio Alberola formaba parte de la oposición activa al régimen franquista desde el exilio y la clandestinidad. Una lucha que empezó en México, al que llegó con 11 años junto a sus padres exiliados, en las Juventudes Libertarias, el grupo universitario 28 de julio y más tarde el órgano secreto Defensa Interior. Desde allí organizó acciones simbólicas para denunciar ante la opinión pública una dictadura que seguía reprimiendo y matando y estaba normalizándose: «Pensábamos que era el momento de poner en evidencia a esas potencias occidentales que estaban aceptando a Franco. Y es cuando se reunifica la CNT, lo que da más fuerza. Y en el mundo entero se habían producido los movimientos de liberación nacional de los países que habían estado colonizados, despertando ilusiones», rememora. «Era un deber moral de no quedarte parado».

En 1963, el régimen fusila a Delgado y Granado, mientras la CNT exiliada de Toulouse «empieza a dar marcha atrás y paralizan la ayuda. Nos quedamos solo los jóvenes para continuar. Y continuamos».

Alberola consigue entrar en Francia y denunciar maniobras de Falange. También en Torrejón de Ardoz, donde hubo detenciones por la reivindicación de Franco del peñón de Gibraltar. De vuelta a México, lo detienen. Estalla el Mayo del 68 francés y llega el año 74, con la detención en Barcelona de Salvador Puich Antich, finalmente fusilado. «Llegamos tarde. Tras el secuestro del director del Banco de Bilbao en París nos detienen otra vez. Me encuentro en Francia, sin papeles, a principios del 75. Meses después se muere Franco y empieza la llamada ‘transición’. No puedo salir del país, tengo un proceso judicial que no llega hasta el año 81», del que logra salir absuelto por un jurado popular.

Mientras, en el interior, las nuevas generaciones se preparan para otro tipo de oposición. Corren nuevos aires, ansias de libertad. El 2 de junio de 1977, más de doscientas cincuenta mil personas acuden a la llamada de la CNT, el mitin más grande de la Transición. Quince días después, medio millón de personas se meten en el parque Güell de Barcelona en las Jornadas Libertarias. La CNT vive su eclosión, emerge con potencial de encuentro y unidad. Hasta el caso Scala en 1978 y su posterior represión; a partir de ahí, la CNT se va deshinchando y a la par el movimiento libertario.

«Decir que fue un error, reconstruir la CNT, a posteriori, no me vale para nada. Porque ¿y ahora qué hacemos?», se sincera Octavio Alberola en El tiempo de las cerezas. «La mayor lección que he aprendido es que lo que importa es lo que se hace. Si la gente quiere conseguir cosas, tiene que luchar; si no lucha, no las conseguirá nunca», sentencia.

Historia de un tiempo

El tiempo de las cerezas hace suya la frase de Jacques Lacan de que «la verdad tiene estructura de ficción» y se plantea por qué todo se desmoronó; cuenta la historia de un tiempo que nunca acaba de llegar. Y lo hace saliendo del gueto libertario, como explica su guionista y director, Juan Felipe: «El éxito que tuvo mi anterior trabajo Indomables. Una historia de Mujeres libres entre la ‘población civil’, es decir, fuera de ámbitos confederales, se debe, creo, a que, a pesar de ser una historia ambientada en la Guerra Civil, sus heroínas no eran personajes famosos ni intervinieron en grandes gestas militares, sino que se trataba de personas que contribuyeron a mejorar lo que había hasta ese momento. Sus historias eran historias cotidianas y lo que contaban era su cotidianidad. Eso me llevó a la conclusión de que si queremos trasmitir valores libertarios fuera de los ambientes explícitamente libertarios es preciso que nosotros/as los entendamos. Y para entender el presente no podemos seguir mirando exclusivamente al 36, porque ayer mismo también pasaron cosas. La inmensa mayoría de quienes hoy nos llamamos ácratas ni tan siquiera estábamos operativos cuando murió el dictador. Somos herederos/as del verano del 77, no de la década de los 30. Por eso pienso que tenemos que buscar respuestas más acá del 36, muchísimo más acá».

Las respuestas surgen de los testimonios de gente que vivió en primera persona aquel momento irrepetible. Junto al propio Alberola hay más de un exsecretario de CNT y de CGT, gente de la contracultura como el director de Ajoblanco, Pepe Ribas, activistas de todo pelaje. Grupos de afinidad, autonomía obrera, espontaneísmo, huelga, represión, otro tren que se va…

El proceso

Cuando comenzó el proceso de producción de El tiempo de las cerezas, que ha durado casi dos años, «la mirada estaba puesta en otra parte, y me explico: El objetivo del documental siempre ha sido intentar explicar y sobre todo entender qué pasó con el movimiento libertario en la Península, que de ser un movimiento muy potente pasó a quedarse en lo que es ahora, prácticamente algo testimonial. Y como mucha gente de mi generación, creía que la clave estaba en el V Congreso de la CNT de 1979. Mi visión era exclusivamente anarcosindicalista, pensaba que las diferentes corrientes de la CNT eran centro y periferia del movimiento libertario, hasta que descubres otros actores en la escena y te das cuenta del error que hay en tu mirada. Por suerte, el proceso de creación de un documental es una fuente permanente de conocimiento. En mis trabajos me dejo llevar por los hechos y no al revés, son los protagonistas y sus historias las que van haciendo el guión; resulta un poco caótico trabajar así, pero creo sinceramente que es más honesto. Según voy realizando entrevistas y voy leyendo y viendo documentos me doy cuenta de dos cosas: primero, que el movimiento libertario, afortunadamente, va mucho más allá del anarcosindicalismo, hay mucha más vida fuera de él que dentro. Y por otra parte, que el problema venía ya de su primer verano, que al Congreso de 1979 el anarcosindicalismo llega ya roto».

Película oculta
En este documental hay un punto de inflexión, el descubrimiento de un trozo de película oculta, revela Juan: «Es un fragmento que el movimiento no publicó de los debates que se dieron en el Saló Diana en las Jornadas Libertarias de Barcelona, donde acudieron más de medio millón de personas buscando cómo organizarse dentro de CNT. Y allí se percibe que ya en el 77 se rehuía el debate. No se quiso abordar aquel presente. Todo giraba en torno a un pasado glorioso. Cuando el ateísmo se convierte en religión pierde su razón de ser. Y claro, llegados hasta aquí el anarquismo organizado no da respuestas a la situación actual. No es que no las tenga, que las tiene, pero no están adecuadas a estos tiempos. Yo ya intuía que los aparatos del Estado no fueron los únicos responsables de desmontar el entramado ácrata en España, pero no me podía imaginar hasta qué punto es nuestra responsabilidad que el movimiento libertario español esté como está. Sin descartar la mano sempiterna de Martín Villa, la inexperiencia, la falta de estructuras y de formación, los miedos y las desconfianzas, y la neurosis obsesiva que impregna el anarquismo organizado desde el mismo momento en que se iba perdiendo la guerra, han ido cerrando puertas. Y esto me da mucha rabia. Porque hay muchos compañeros y compañeras que se están batiendo el cobre en las empresas, en las calles, creando o participando en diferentes iniciativas sociales, en radios libres, editoriales…».

Desnudar el mito

Y es que Juan Felipe defiende que para entender la historia del movimiento libertario es preciso desnudarla del mito. «La militancia de segunda fila resulta que está siempre en primera línea. Siento entonces la necesidad de sacar mi cámara del centro del anarcosindicalismo buscando otro tiro de cámara, otra perspectiva. Y lo que veo es, por un lado, a muchísima gente joven que beben de las fuentes del Mayo francés. Por otro lado, antiguos militantes cenetistas que se batieron el cobre en las cárceles franquistas, y a un exilio que no se ha enterado de lo que ha pasado en este país en cuarenta años. El cóctel es explosivo. Todos hacen el intento de agruparse bajo las siglas históricas, con mucha generosidad, pero el anarcosindicalismo no es capaz de adaptar su horizonte a la subjetividad de los tiempos. Para hacer el documental se realizaron más de 20 entrevistas, de las cuales 18 ven la luz en el mismo. Cada una con su verdad, ya se sabe, si hay 18 anarquistas hay 19 versiones y no necesariamente contradictorias. Al fin y al cabo eso es el pasado: una suma de recuerdos y de deseo. Bien es verdad que hay personajes que no se dejaron entrevistar, algunos por pudor, otros por la atávica desconfianza hacia el desconocido».

Decir que fue un error reconstruir la CNT a posteriori no me vale para nada. Porque ¿y ahora qué hacemos?

– Octavio Alberola

Añade Juan: «Ciertamente, con tantas entrevistas daría para hacer otro documental por lo menos (risas). Pero un documental no es un libro, no cabe todo. Un libro lo lees en el tiempo que sea necesario, lo tomas, lo retomas cuando quieras. Un vídeo es un vídeo, lo ves del tirón o no lo ves. Además, un documental, lo vistas como lo vistas, no deja de ser un chapón, así que lo que pase de una hora…».

La acogida

El tiempo de las cerezas se estrenó el 17 y 18 de diciembre del pasado 2015 en la Filmoteca de Zaragoza, dentro de las jornadas culturales del XI Congreso de CNT-AIT. «Allí arrancó y desde entonces llevamos ya en torno a 50 proyecciones en diferentes zonas de la Península. De estas, destacaría algunas que también tendrían la cualidad de ‘estreno’, como por ejemplo la que se dio el 13 de enero en el Centre de Cultura Contemporánea Octubre de Valencia, que se quedó pequeño ante el gran número de personas allí presentes que propiciaron además un intenso y apasionado debate. También se puede catalogar de ‘estreno’ la presentación al mes siguiente en la Cineteca de Madrid (Matadero) donde a pesar de hacer un día horroroso hubo un buen grupo de gente que se quedó en la puerta sin poder entrar a la sala. O el pasado mes de mayo, en el que la Fundació Salvador Seguí de Catalunya llenó la sala grande de los cines Girona de Barcelona. Por supuesto, guardo muy buen recuerdo de Alicante, Bilbao o de Tirso de Molina en Madrid. Han sido muchas las presentaciones, y se hace imposible enumerarlas todas. El Mediterráneo (sobre todo Catalunya) junto con Madrid es por donde más se ha movido; queda pendiente la zona andaluza, donde ya hay algunos contactos, además de Murcia y de las islas Canarias».

Hay que pisar el presente mirando al futuro de frente, y al pasado por el retrovisor

– Juan Felipe

Así, «la acogida está siendo bastante buena», cuenta su director. «De hecho, la primera edición está a punto de agotarse. Las presentaciones y los debates que suscita el documental están resultando todas entrañables. Desde la CGT de Alicante a la CNT de Madrid. De Valencia a Bilbao, de Barcelona a Valladolid, no ha habido dos iguales. Siempre se produce una discusión animada y nunca sabes por dónde va a salir. Lo que tienen todas en común es que los debates se producen desde el más absoluto respeto y siempre, siempre, en absoluta libertad. Es como si el aroma de aquellos días nos hubiera imbuido y fuésemos capaces de replanteárnoslo todo sin límites históricos».

No rehúye Juan la perspectiva de género. «Lo que siempre fue igual en todas partes y resulta bien llamativo es que cuando las mujeres participan más en el debate este resulta ser siempre más enriquecedor, y abordan más las posibles conexiones con lo actual. Supongo que porque las chicas plantean cuestiones a partir de lo que han visto, y no tanto de lo que falta. Los varones, casi siempre, o han estado allí o han leído mucho sobre el tema y quieren sacar a relucir lo que falta o lo que sobra, intentando presentar su tesis, su conocimiento. Debe ser genético esto de competir a ver quién mea más lejos».

Siempre vuelve…

«Siempre vuelve el tiempo de las cerezas, la primavera, la revuelta. Pero es un tiempo breve, no nos puede pillar desprevenidos porque pasa pronto. Es como un tren que se detiene solo para que subas o baje; si dudas sigue su camino y has de esperar al siguiente», defiende Juan Felipe.

Por eso, «por supuesto que hay esperanza, que pasará otro tren, eso forma parte de lo simbólico del título El tiempo de las cerezas. Y se vio en mayo de 2011 en Sol. Eso pretendo reflejar en el documental. Hay mucha gente libertaria en el Estado español. Casi toda fuera de las estructuras digamos ‘oficiales’. Que van sin mochila, que la historia no les pesa. En mi análisis y en mi propia evolución personal llego a la conclusión de que hay que pisar el presente mirando al futuro de frente, y al pasado por el retrovisor. No se debe olvidar nuestro ADN político, pero tampoco caminar de espaldas».

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