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El deporte no es un lujo, es un derecho – EL TOPO
nº20 | política local

El deporte no es un lujo, es un derecho

Un sector de la escuela pública sevillana se levanta contra la lógica de un sedentarismo infantil, que en Andalucía alcanza índices muy por encima de la media europea debido a la mercantilización de un derecho fundamental: el deporte.

Las realidades sociales más empobrecidas son aquellas que soportan sobre sus hombros, con mayor virulencia, la falta de acceso a determinados derechos sociales como la práctica deportiva. De hecho, España, Portugal y Grecia son los países europeos con los índices de sedentarismo más acuciantes del continente. Este diferencial respecto a las tasas del resto de Europa se acrecienta en las regiones del sur de dichos países y continúa inflándose de manera escandalosa en torno a tres variables fundamentales, según recientes estudios del Instituto Nacional de Estadística:

  • El nivel socioeconómico, afectando de manera más patente a los sectores más desfavorecidos de estas latitudes que a los de la media europea.   
  • El factor generacional, con unos niveles de sedentarismo infantil y juvenil vergonzantes. Este factor ha sido tradicionalmente achacado a la población afectada, obviando que no son los niños y las niñas los responsables de haber abandonado la calle como un lugar de ocio recreativo dinámico, sino los adultos, quienes nos hemos arrojado a las fauces de la industria automovilística y tecnológica, llenado las calles de coches y las casas de videoconsolas.
  • La cuestión de género, con unos índices de sedentarismo en niñas que doblan a aquellos sufridos por los niños.

El deporte, de derecho fundamental a bien de consumo

Tanto la recientemente aprobada Ley del Deporte en Andalucía, como la propia Constitución española, cargan tintas en pro de la salvaguarda del deporte como un derecho fundamental. Por otro lado, también se ensalzan sus beneficiosas propiedades desde los atriles de los poderes públicos, de uno u otro signo político. ¿A qué regidor no se le llena la boca, y se hincha cual pecho de palomo cuando habla del deporte juvenil en sus discursos, o al entregar una medalla?

En cambio, en demasiadas ocasiones vemos como este precioso discurso queda pervertido, o más bien sobornado, por intereses comerciales. Como muestra, cabe destacar el desarrollo que en los últimos tiempos ha vivido el mercado de lo que ha venido en llamarse running, que parafraseando a Luis de la Cruz[1], es un fenómeno que se diferencia de lo que de toda la vida hemos llamado salir a correr, por lo que implica de exaltación del individualismo empedernido y la autosuperación como metáfora del desarrollo capitalista en la ciudad postindustrial. Ejemplificando en el caso de Sevilla, gracias a la colaboración del Consistorio, la Carrera Nocturna KH-7, la Zurich Maratón o la Carrera Popular Coca Cola aportan cuantiosos beneficios a las corporaciones patrocinadoras de los eventos, apuntalando un suculento negocio que mueve más de 300 millones de euros al año (solo en España) bajo un discurso de deporte y salud que viene con trampa.

Focalizando en Sevilla y en la escuela

Teniendo en cuenta la Declaración Universal de los Derechos del Niño, la usurpación que el mercado hace del deporte como un derecho universal resulta aún más sangrante cuando afecta a la población infantil y juvenil. El fomento del deporte, sus virtudes y sus suculentos dividendos ha sido asumidos por el ideario y la praxis de la escuela privada, y para más agravio, también por la concertada, en un ejemplo más del desvío del erario público en pro del bolsillo privado tras el bonito e inocente cartel de una niña que juega a la pelota. Estas escuelas no solo copan los primeros puestos en cuanto a participación en los eventos deportivos que organiza la administración pública, sino que además es común ver sus instalaciones deportivas funcionando a pleno rendimiento en horario extraescolar. En cambio, la participación de la escuela pública en dichas actividades deportivas municipales suele ser inferior. Esto se debe a que la administración no las fomenta, ni hace una dotación mínima de personal que acompañe al alumnado a las actividades (que suelen tener lugar los fines de semana) y que abra las escuelas por la tarde, impulsando el hábito deportivo entre los y las escolares. Son pocos los centros deportivos públicos que, gracias al esfuerzo encomiable de las AMPA, consiguen desarrollar actividades deportivas en sus centros en esos horarios. Al contrario, nos vamos acostumbrando a la imagen vespertina de grupos de jóvenes, pelota en ristre, teniendo que saltar la valla de un cole cerrado para poder ejercer su derecho a pegarle dos patadas a un balón. Jóvenes a quienes incluso nos atrevemos a criminalizar.

Apoyo mutuo y autogestión deportiva

En este contexto, conviene destacar realidades que se rebelan contra esta lógica. En el Instituto Salvador Távora, del sevillano barrio de Amate, se ha puesto en marcha un grupo de fomento del deporte compuesto por familias, profesorado, alumnado y demás personas del barrio que han decidido enfrentarse a esta dinámica, y colaborar para brindar al alumnado lo que las administraciones les niegan: una oferta deportiva accesible, digna y gratuita. De esta manera, en el instituto se fomenta y dinamiza la participación del alumnado en actividades deportivas externas, mientras que las y los integrantes del grupo comparten las labores de acompañamiento de estos menores a los distintos encuentros deportivos. Esta actividad, que puede parecer banal, obtiene valiosos beneficios en torno a tres ejes fundamentales:

  1. El uso terapéutico del deporte para la salud, no solo física y psíquica, sino también social, sacando a cientos de jóvenes de los callejones sin salida del ocio forzoso que llenan su barrio.
  2. El fomento de la integración del alumnado y sus familias, generando lazos de apoyo mutuo en el entorno, cuestión fundamental dada la interculturalidad reinante en el distrito.
  3. La concienciación respecto al concepto del deporte como un derecho a exigir y no como un lujo que en demasiados casos no pueden ofrecer a sus hijas e hijos.

En este último sentido, cabe destacar las acciones llevadas a cabo por este grupo, que en distintas ocasiones, se ha manifestado ante las autoridades municipales al grito de «el deporte no es un lujo, es un derecho» consiguiendo con su lucha, y la acción institucional de compañeros y compañeras afines, la eliminación de las tasas abusivas, que el Ayuntamiento venía imponiendo al alumnado para su participación en las carreras populares y los juegos deportivos municipales.

Aun así, queda mucho camino por recorrer. Es perentorio reivindicar una implicación real e integral de las administraciones en el fomento del deporte en la escuela pública, como medida, para la prevención de problemas sociales tan acuciantes como el absentismo escolar. Es necesario demandar que nuestra escuela, muerta por las tardes, abra sus puertas a actividades deportivas que propicien una imagen positiva de la misma por parte del alumnado. Es fundamental, en definitiva, exigir que nadie se quede sin hacer deporte por no poder permitírselo.

[1] Luis de la Cruz, Contra el running (2016), editorial Piedra Papel Libros.

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