A finales de octubre nos juntamos más de 150 mujeres en Garaldea, cerca de Titulcia, en el municipio de Chinchón. Fue en el contexto de las segundas jornadas ecofeministas organizadas por el área de ecofeminismos de Ecologistas en Acción y Garaldea.
Más de 150 mujeres que de manera autogestionaria nos organizamos durante un fin de semana para pensar y debatir sobre qué significa y cómo se hace eso de «poner la vida en el centro».
El sábado por la mañana comenzamos con la mesa de «miradas». Almudena nos fue desentrañanado cómo la identidad individual, tan característica del capitalismo patriarcal, no es más que una fantasía. Nos contó cómo la disociación razón-emoción constituye la clave del llamado orden patriarcal. Y analizó cómo las trayectorias históricas diferenciadas (en términos de identidad) de hombres y mujeres han dado como resultado distintos modos de construir la individualidad moderna en unos y en otras. Los hombres, gradualmente y a lo largo de la historia, han ido desarrollando una identidad individual dependiente, es decir, como en otras tantas cuestiones, delegando la parte relacional en las mujeres.
Y de la identidad pasamos al territorio. Ana hizo hincapié en la necesidad de pensar nuestras ciudades y pueblos desde una perspectiva ecofeminista. Planteó la necesidad de cuestionarnos la ubicación de los equipamientos públicos, la distancia entre ellos, el tamaño que le damos a las calles y las aceras, a qué funciones destinamos mayores recursos económicos o cuánta vivienda pública habrá en nuestros municipios. Los urbanistas «clásicos» toman estas decisiones sin tener en cuenta las necesidades de todxs. Piensan la ciudad para un varón joven o de mediana edad que se desplaza sobre todo del hogar al trabajo, con capacidades «normales» según el pensamiento hegemónico. La perspectiva de género, materializada en los informes de impacto de género, debería provocar que pensemos nuestros pueblos y ciudades de forma más vivible y sostenible, poniendo el foco en aquellas situaciones que generan desigualdad, aunque la realidad dista bastante de ser así.
Y terminamos estas «miradas», que pasaron de los cuerpos al territorio, para volver a los cuerpos otra vez. Maribel compartió con nosotras sus amplios saberes sobre la antropología de la salud, denunciando el hecho de que ni la salud, ni la enfermedad, se han estudiado desde el cuerpo de las mujeres. Seguimos sin saber mucho de las enfermedades que nos afectan a los cuerpos de mujer que simplemente por fisiología o concentración de grasa corporal tenemos más posibilidades de acumular los tóxicos que, derivados del sistema urbano agroindustrial, nos envenenan el cuerpo.
Tras la mesa de «miradas» pasamos al taller de agroecología que proponían Leti, Elisa y Lara. Las compañeras ya habían iniciado un trabajo en el congreso de agroecología para integrar prácticas ecofeministas en los pequeños proyectos productivos, y nos propusieron seguir pensándolo en común.
En este seguir construyendo, una de las principales conclusiones que extrajimos fue la dificultad que presenta pasar del discurso a la acción, sobre todo cuando hablamos del autocuidado; las dificultades que tenemos las mujeres para darle valor a nuestro trabajo o los tiempos, y los ritmos que nos imponen-autoimponemos. Y sobre todo, cómo darle valor a trabajos que no tienen un precio en el mercado y son imprescindibles para nuestra alimentación, como cuidar de las consumidoras informándolas o atendiéndolas, o como llevar las cuentas de los grupos de consumo.
Y así hablando de cuerpos, territorios y maneras de conseguir los recursos necesarios para cubrir las necesidades básicas, fue pasando la mañana.
Por la tarde conocimos diferentes experiencias. Mujeres que, de una u otra manera, están poniendo sus cuerpos, pensando y construyendo otras maneras de mirar, producir, sentir y resistir.
Paca y Maitane presentaron la red de Género y Energía, una red creada para denunciar los impactos diferenciados del actual modelo energético en las mujeres y en personas con diversidad sexual; para denunciar la exclusión de la que son objeto en las esferas de poder del sector energético; y para visibilizar a las mujeres que están trabajando por una transición energética justa y sostenible.
María nos habló de la realidad de las jornaleras en Andalucía, de lo masculinizado que está el trabajo en el campo y de lo invisibilizadas que están las mujeres. Compartió el horror que vivieron las compañeras marroquíes en los campos de fresas donde denunciaron a los patrones por abusos corporales y laborales.
Y las compas del 8M de Madrid que, tras el desborde vivido en el pasado 8 de marzo, están ya volviendo a re-generar y activar las redes de mujeres para que en el 2019 la calle entera en todo el territorio del Estado español se vuelva a teñir de morao dejando bien claro que si nosotras paramos, se para el mundo.
Laura, de Ganaderas en Red, compartió cómo más de cien mujeres ganaderas de todo el Estado, hartas de sentirse solas, hace dos años que se organizaron para tomar las redes sociales y los espacios públicos entorno a la ganadería y el mundo rural y de «solas e invisibles» han pasado a «juntas e invencibles».
Las compas Nicas, Jerlin y Jessi, hablaron de su situación, exiliadas y acusadas de terrorismo por el Gobierno de Ortega-Murillo al revelarse por la especulación con la tierra y por el descuido de las reservas naturales, y compartieron la historia y actualidad de la resistencia del pueblo Mapuche, también como ejemplo del trabajo de las mujeres en defensa del territorio.
Y tras la cena, risas y cantes. Muchas, muchas risas y bailes…
Ya a la mañana siguiente, las compas de Garaldea nos compartieron sus dolores, sus conflictos y las maneras comunitarias que han tenido para resolverlos y seguir dando forma a ese increíble proyecto que albergaba las jornadas.
Y seguimos autoorganizándonos para compartir saberes en los talleres autogestionados, y reuniéndonos las mujeres del área para seguir pergeñando maneras ecofeministas de mirar y estar en el mundo.
Cinthia, del Comité Europeo de Jineolojí, recorrió la historia de la revolución kurda y de cómo las mujeres están desarrollando una nueva ciencia y forma de pensamiento que entronca la defensa de la tierra, de la libertad como concepto colectivo. Y de cómo han encontrado en sus espacios no mixtos, sus formas de lucha y caminos también para transformar a los hombres con los que comparten esa lucha.
Y terminamos, con Alicia, las jornadas entre cantos y risas.