Que los centros se deben a su entorno es una realidad incuestionable. El CEIP San José Obrero de Sevilla ha visto cómo su fisonomía humana, sus familias, han ido cambiando en los últimos años; por ello hemos tenido que adecuar las estrategias de aprendizaje a una realidad sobrevenida: la matriculación de alumnado del asentamiento de El Vacie y, sobre todo, la llegada de un elevado número de alumnado extranjero.
Esta diversidad, en contra de lo que es tendente a pensar, nos identifica como centro y nos ha llevado a crecer y aprender como comunidad educativa. Hemos comprendido que los problemas y conflictos de convivencia no se dan como consecuencia del contacto entre las culturas, sino por el modo en que afrontamos esa diversidad. Podemos afirmar que la diversidad cultural es una riqueza y que lo que en principio podrían parecer dificultades pueden tornarse en oportunidades.
El CEIP San José Obrero abrió sus puertas en el año 1972 acogiendo a los niños y niñas procedentes de las barriadas de las Hermandades, la Carrasca, el Cerezo, los Príncipes y Polígono Norte de Sevilla. Todos ellos barrios que han crecido extramuros de la ciudad de Sevilla y conformados en su origen por una densa población de clase eminentemente obrera. Han sido muchos los cambios que se han producido a lo largo de estos años, en especial en relación con la población que asiste al centro. Así, desde 1972 a la actualidad la diversidad de alumnos y alumnas del centro, en lo que a etnia y procedencia se refiere, ha aumentado hasta el punto de contar actualmente con un 49% de niños y niñas inmigrantes de más de 30 nacionalidades distintas.
El año 1997 es clave para entender la identidad actual del colegio. Desde la Delegación de Educación se dispuso matricular en el CEIP San José Obrero y en otros centros de la zona a alumnos y alumnas gitanos, en su mayoría portugueses, procedentes de El Vacie, uno de los asentamientos chabolistas más antiguos de Europa. Así, sin una preparación previa del profesorado, sin una asignación de recursos suficientes, sin una planificación y organización escolar específica para atender a este alumnado, el centro acogió a 56 niños y niñas de entre 5 y 12 años que nunca antes habían estado escolarizados. En pocos días el clima escolar se deterioró: docentes enfrentados, padres y madres reclamando continuamente por las agresiones sufridas por sus hijos e hijas, familias que «quitaban» a sus hijos y se los llevaban a otros centros donde no hubiera gitanos, etc. En cinco años, la matriculación se redujo en un 30%: de 542 alumnos, el centro pasó a tener unos 400.
En el año 2002 empieza una nueva etapa para el centro: cambio de equipo directivo, renovación de un alto porcentaje de la plantilla y establecimiento de acuerdos con la administración para asignar al colegio un profesor específico de compensación educativa, aumentar la dotación económica y distribuir a los alumnos y alumnas del asentamiento por otros centros, evitando la guetización del colegio. Además, a partir de este año, comienza la llegada de alumnos extranjeros procedentes de familias inmigrantes que llegan al barrio. De este modo, el «sello» de colegio de los gitanos comienza a diluirse y en poco tiempo se transforma en el colegio de los extranjeros, llegando estos al 50% de las matrículas.
La experiencia de cambio vivida en estos años confirma que la educación inclusiva basada en el trabajo colaborativo y la participación de la comunidad educativa es vital para desarrollar una educación de calidad en centros de difícil desempeño, siempre desde una visión integral de los aprendizajes y aumentando no solo el rendimiento y la motivación, sino también la autoestima, la convivencia y el clima escolar.
Es complicado resumir en pocas líneas las estrategias de cambio, las metodologías, los planteamientos a nivel de centro que hemos utilizado y puesto en práctica para conseguir este éxito en nuestro trabajo aunque, a posteriori y mirando hacia atrás, se puede concretar en tres principios:
- La implicación y atención de las familias: de cara a la conciliación laboral y familiar, se puso en marcha el Plan de apoyo a la familia (con el que se consiguió la erradicación casi absoluta del absentismo al dar cobertura a las familias desde las 7:30 de la mañana que se abren las puertas del centro con el aula matinal, hasta las 19:30 de la tarde). Este plan supuso además la ampliación y mejora de las actividades extraescolares así como la oferta de comedor, complementado en la actualidad con el programa Solidaridad y garantía alimentaria y el Plan de convivencia que supone la firma por parte de los padres o madres del compromiso educativo en el que se especifican las normas de convivencia del colegio.
- La mejora del rendimiento: para hacer efectiva la igualdad de oportunidades y resultados para todos se diseñó un Plan de compensación educativa que refuerza los equipos de apoyo y modifica las estructuras organizativas del centro. Esta organización se sustenta en la mediación de agentes externos, en metodologías participativas y activas con fuerte incidencia en el trabajo colaborativo y cooperativo por parte de profesorado, alumnado, familias y otras entidades del barrio. Así, comenzamos a trabajar por proyectos, a dar más espacio a las competencias básicas y a diseñar actividades en las que los padres y madres interviniesen de manera directa.
- La atención a la diversidad: se organiza un Plan de acogida en el que participa toda la comunidad educativa: recepción por parte de la dirección, visita al colegio acompañados por otros padres y madres y nombramiento de un compañero o compañera tutor para los recién llegados. Este plan de acogida se encuentra siempre activo dada la continua matriculación y anulación de matrículas extemporáneas de alumnos y alumnas en cualquier época del año en nuestro centro.
Desgraciadamente, este esfuerzo, este trabajo inclusivo es, a día de hoy, casi imposible de llevar a la práctica con la entrada en vigor de la nueva Ley de Educación (LOMCE 8/2013 de 9 de diciembre) al implantar las reválidas sin tener en cuenta la diversidad del alumnado. Además, las políticas de recortes de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, que reduce drásticamente la plantilla de profesorado y la dotación económica de los centros, están haciendo inviable que se mantengan los refuerzos y apoyos tan necesarios para una educación basada en la equidad.