No hay más que encender la televisión y ver las noticias, comprobar los últimos resultados electorales o salir a la calle a contemplar la decoración de los balcones, para darnos cuenta de que, en la actualidad, estamos asistiendo a una evidente ascensión del fascismo. No entraremos aquí en un análisis detallado de las posibles causas. Puede deberse, simplemente, a que el fascismo es subyacente al propio sistema capitalista o bien a una reacción de la sociedad desencantada con el panorama político de los últimos años que se ha caracterizado por una corrupción sistemática de la clase política y una pésima gestión de la crisis migratoria, a la que se suma recientemente la aún más lamentable gestión de la situación catalana.
Si bien no es lugar este para reflexionar sobre las causas por las que el pueblo catalán reclama su independencia ni los medios que se han utilizado para ello, es importante tener en cuenta las atroces consecuencias políticas y sociales que ha traído la incompetencia del Estado ante esta coyuntura: a nivel político, las condenas por «sedición» de los políticos catalanes, delito de reminiscencias claramente franquistas que aún pervive en nuestra supuestamente democrática constitución, sientan un peligrosísimo antecedente legal a la hora de juzgar actos de protesta social contundente o desobediencia civil. Si, además, tenemos en cuenta que durante el franquismo el delito de sedición iba unido al de rebelión y que es así precisamente como ha sido aplicado (como «pequeña rebelión» que atentaría, por tanto, contra el sistema democrático constitucional), la reminiscencia se torna ley franquista actualizada. Por otro lado, a nivel social (y gracias, en parte, a la inestimable contribución de los medios de comunicación y su brutal campaña de desinformación o información sesgada) ha llevado a la exaltación y reivindicación de un ultranacionalismo español, aplaudido por una gran parte de la clase política y amparado por el Gobierno. Las propias acciones de los CDR, basadas en muchas de ellas en tácticas de la no violencia, han sido juzgadas sistemáticamente como terrorismo por los medios, mientras justificaban la represión violenta por parte del Estado.
Si a estos ingredientes añadimos que, en nuestro país, hay una importante tradición de la ideología fascista debido a los cuarenta años de dictadura y a una falsa transición, el fascismo ha encontrado una receta perfecta para calar hasta en las clases populares de la sociedad.
El resultado de esta coyuntura sociopolítica ha sido la creación y el ascenso desorbitado de partidos como VOX y otros grupos u organizaciones de extrema derecha en nuestras ciudades, pueblos y barrios. Si bien es cierto que el fascismo nunca llegó a extinguirse en nuestra sociedad, ha estado disimulado mucho tiempo. Sin embargo, ahora no tiene miedo a mostrarse y lo hace a través de ataques explícitos a colectivos minoritarios, grupos vulnerables o sectores sociales alejados de su ideología. Ejemplo de ello, hemos presenciado en nuestra ciudad agresiones a inmigrantes y ataques a centros sociales o vecinales como el Pumarejo.
Y es en este contexto en el que se reactiva la Coordinadora Antifascista de Sevilla, desde un planteamiento base: si el ataque se visibiliza, es una responsabilidad social visibilizar la respuesta y señalar la amenaza que conlleva esta ideología. Hasta ahora había una condena moral (que no oficial) del fascismo, pero con el reconocimiento de estos grupos neofascistas o grupos como VOX, y el respaldo oficial de los políticos al creciente nacionalismo españolista, esta ideología se ha visto legitimada, normalizada y aceptada por un sistema «democrático y constitucional».
No debemos caer en el error de normalizar estas acciones como una tendencia más de una posible ideología política, no se trata de una derecha más o menos radical, es puro y duro fascismo social. Lamentablemente, cada día somos testigos de cómo en los medios de comunicación hacen referencia a estos grupos catalogándolos de «constitucionalistas», «nacionalistas españoles» o «gente de ideología ultraderechista o de extrema derecha», en el mejor de los casos. En contraposición, a los grupos de izquierda se los tipifica con calificativos como «antisistemas» o «radicales» de forma tendenciosa, en un claro de intento de criminalizarlos despersonalizándolos y eludiendo siempre construcciones como «personas de tal o cual ideología» (frecuentes para referirse a los ultraderechistas) que humanizarían al colectivo. La propia admisión de un partido como VOX dentro del sistema parlamentario o la legalidad de organizaciones como Falange o Fundación Francisco Franco, demuestran cómo el sistema y los medios intentan dar una visión rebajada y atenuada del fascismo, presentándolo como algo neutro y una opción política más, completamente legitimada.
Es por ello que no podemos ni debemos quedarnos impasibles ante estos hechos y consideramos que es nuestra obligación evidenciarlo, denunciarlo y, por supuesto, combatirlo. La Coordinadora Antifascista de Sevilla no somos más que un grupo de personas y organizaciones que hemos decidido unirnos para organizarnos, creando esta plataforma con el fin de dar respuesta a la amenaza real que estos grupos suponen.
Nuestra intención no es otra que concienciar al máximo de personas de la situación actual en la que nos encontramos y de la necesidad de actuar, invitando a todos aquellos individuos, colectivos y sectores sociales que se vean directa o indirectamente afectados por el fascismo incipiente —movimiento LGTBIQ, pensionistas, sindicatos, clase obrera, minorías étnicas, etc.— y que quieran participar de una forma u otra, a que se unan a nosotras en esta lucha. Solo con una alta implicación de la sociedad podremos dar una repuesta contundente y conseguir que nuestras acciones tengan la envergadura necesaria para influir y cambiar de forma real el rumbo que nuestra historia está tomando. La pasividad es un mal que invade a la sociedad actual y, que si persiste en momentos como estos, le facilitará el camino al fascismo irremediablemente. Por eso, desde la oportunidad que esta plataforma nos brinda, llamamos a la acción y a la reacción e invitamos a participar en la Coordinadora Antifascista de Sevilla a toda persona u organización que quiera actuar.
Si bien debería ser la calidad de las convicciones y no el número de seguidores lo que determinara el éxito de cualquier acción social, la realidad es que seremos mejores cuando seamos más.