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ANDALUCÍA DESMILITARIZADA – EL TOPO
nº3 | política andaluza

ANDALUCÍA DESMILITARIZADA

RANA
10-11 POLITICA ANDALUZA

Para hacer realidad este título sería necesario transformar —hacia el concepto de transarme1— la realidad andaluza a diferentes niveles, como son el territorial y el económico, pero sobre todo el mental e ideológico. Es un hecho sabido que Andalucía padece una severa militarización de su territorio: grandes bases militares, la Legión en Ronda y Almería, importantes fábricas de armas, las plantas de montaje del costosísimo avión de guerra A400M, los astilleros militares para los buques de «acción marítima» —en Sevilla y Cádiz respectivamente—, las sofisticadas instalaciones para el diseño y la construcción de drones de guerra en Huelva, las baterías de misiles en las costas de Cádiz, las maniobras navales en la zona del Estrecho, el atraque de submarinos nucleares en Rota y Gibraltar, etc. Pero este fenómeno es algo más que un rosario interminable de instalaciones de «prohibido el paso, zona militar».

Se ha avanzado mucho en el conocimiento historiográfico del caciquismo en Andalucía, los movimientos obreros y jornaleros, la Guerra Civil, etc. Sin embargo, se ha hecho poco en lo que se refiere al conocimiento histórico de la militarización de Andalucía, si dejamos a un lado los congresos y seminarios sobre historia militar que —aunque aportan datos valiosos al respecto— imponen una senda interpretativa sujeta a criterios políticos gubernamentales. El reclutamiento, la ocupación militar del espacio, las consecuencias que acarrean las servidumbres militares, la tensión simbólica permanente entre el autoritarismo militar y el espíritu poco obediente de los y las andaluzas, etc., son temas muy poco investigados en nuestra comunidad autónoma.

Se ha militarizado Andalucía desde el siglo XVIII hasta nuestros días como el que hace pan, de una manera cotidiana, prácticamente incontestada y como si fuera lo más natural del mundo. A veces, para reprimir militarmente los levantamientos sociales; a veces, para organizar ataques —o repelerlos— desde las costas andaluzas. Este proceso de militarización continúa igual hoy en día. En el mapa que acompaña a este texto se puede ver la intensa presencia de las diferentes fuerzas armadas que conforman el aparato militar: la Guardia Civil, los tres ejércitos españoles y sus zonas de experimentación, las fábricas de armas, además de los invitados: EE. UU. y Reino Unido. Faltaría por representar y valorar debidamente las relaciones entre militarización y policialización del territorio andaluz, con las diferentes policías: municipal, autonómica y nacional, las cuales se han quedado fuera por falta de espacio e información.

La intensa servidumbre militar que se sufre aquí es un fenómeno que tiene una doble dimensión conocida: el territorio de Andalucía posee un alto valor geoestratégico por ser llave entre el Mediterráneo y el Atlántico y, al mismo tiempo, Andalucía es una comunidad autónoma con fuertes necesidades sociales y niveles de desempleo muy altos. Como decimos aquí, medio en broma medio en serio, «se junta el hambre con las ganas de comer». Es decir, la militarización tan severa es posible porque un importante sector social de Andalucía se agarra a un clavo ardiendo, como los pocos puestos de trabajo que crea la militarización, para poder sobrevivir.

Para los intereses militares, que Andalucía esté sumida en la desesperación económica es un aval seguro y una gran oportunidad de negocio. La Junta de Andalucía, por su parte, aunque se llena la boca hablando de Cultura de Paz, ha sucumbido al negocio de las armas financiando directamente una parte del polo aeronáutico militar en Sevilla, apoyando el escudo antimisiles en Rota, etc. La Junta de Andalucía está dinamitando, con frialdad e hipocresía, las profundas raíces de Paz de nuestra cultura. Esto, que a muchas personas no nos pasa inadvertido, es un asunto económico y político de enorme relevancia, pero también de un intenso simbolismo que afecta negativamente a nuestra esencia identitaria y cultural.

Por supuesto, los conflictos están asegurados en este contexto aquí someramente descrito. A pesar de la ferocidad con que se despliegan los intereses militares en la zona, no es poca la conciencia colectiva ante el problema, como lo demuestran la multitudinaria respuesta de la ciudadanía contra la presencia del Tireless (el submarino nuclear averiado en Gibraltar), las marchas anuales contra las bases militares, las numerosas protestas de los ayuntamientos contra las servidumbres que provocan las instalaciones militares o los negocios especulativos de Defensa, etc.

Los militares son aquí algo mucho peor que los terratenientes, son los que deciden ahora si grandes cantidades de dinero se destinan o no, por ejemplo, a Navantia —en los astilleros de la bahía de Cádiz— o a Airbus Military —en Sevilla—. Son la gallina de los huevos de oro y tienen una gran influencia en el aparato político-judicial que sustenta el poder de la Junta de Andalucía y el poder económico en la Comunidad.

Muchas veces se ha dicho que Andalucía es pacífica y festiva. Yo mismo lo he dicho refiriéndome a nuestro carácter alegre, en general. Pero la militarización del territorio andaluz es mucho más densa aún que el salmorejo y que los caballeros legionarios. Muchos detalles no se conocen y las autoridades gubernamentales no los exhiben demasiado para no llamar la atención. Pocas personas saben que aquí, en un aeródromo de Villamartín (Cádiz), se prueban los drones que hace ELIMCO para el Ministerio de Defensa, o el helicóptero Pelícano. Pocas saben que en el campo de tiro y maniobras de Médano del Loro (Huelva) se ensayan, por ejemplo, los misiles Mistral, Aspide y Amram, Roland, Hawk, Patriot y Nasam. Pocas saben que, aparte de que en Sevilla esté el Cuartel General de la Fuerza Terrestre, en la base militar de El Copero (Dos Hermanas, Sevilla) está la sede del Regimiento de Guerra Electrónica número 32, el Regimiento de Artillería Antiaérea 74 y un batallón de helicópteros de maniobra entre otros costosos juguetes.

En Andalucía hay bastantes fábricas, industrias auxiliares y subcontratas que surten de armas a distintos ejércitos del mundo. La propia Junta de Andalucía fomenta la proliferación y el desarrollo de estas industrias. Lo hace a través de la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo, y de la Agencia Andaluza de Promoción Exterior (EXTENDA). La Junta de Andalucía está entregada en cuerpo y alma al Polo Aeronáutico de Sevilla, donde se fabrica el costosísimo avión carguero estratégico A400M. EXTENDA tiene previsto, por ejemplo, organizar para mayo de 2014 —y ya lo hizo en 2012 también— unos encuentros de negocios internacionales de la industria aeroespacial y de defensa.

Andalucía no solo padece grandes bases militares como las de Rota, Morón y Gibraltar, no solo sufre ya la instalación del llamado escudo antimisiles, sino que también es tierra de fabricación de armamento de todo tipo.

Camuflando la deuda militar en tiempos de devastación social

El Gobierno sabe que ha llegado el momento de salvarle la cara a su política militarista —escudo antimisiles, inmensos gastos militares, intervenciones en todas las guerras ordenadas por EE. UU., etc.— y ha decidido, preparando el terreno a nuevas concesiones de créditos al Ministerio de Defensa vía real decreto, maquillar ante la ciudadanía la colosal deuda militar, cifrada en más de 30 000 millones de euros.

El PP, en un ejercicio retórico de peligrosa huida hacia adelante, emplea su inconsistente artillería argumental: que la Defensa es necesaria por eso del «lugar que España debe ocupar en el mundo»; que nuestro gasto militar es inferior a otros países de la zona occidental; o que las empresas militares generan muchos puestos de trabajo.

Pero la tozuda realidad es que los gastos militares constituyen una devastadora losa sobre las cuentas públicas y que los intereses de las industrias militares no solo no dan trabajo y generan una deuda multimillonaria, sino que, al dirigir la política de Defensa, colocan a España y a Andalucía en el disparadero de todas las «crisis» —Irak, Afganistán, Líbano, Somalia, Malí— que EE. UU. y sus aliados van «gestionando».

No hace mucho tuvo lugar una sesión de la Comisión de Defensa en el Congreso de los Diputados en la que se hicieron públicos los planes del Ministerio de Defensa para acometer la deuda de 30 000 millones de euros que tiene contraída por la adquisición de armas para las guerras.

En principio, el gobierno se esfuerza al máximo por tratar de convencer al auditorio de que ahora también Defensa está «sufriendo» recortes…, pero ciertos periodistas especializados ya han reflexionado con toda lógica del modo siguiente desvelando la maniobra gubernamental: «El Ministerio de Defensa asegura que la renegociación de los programas de armas supondrá un ahorro de 7000 millones. Pero ese ahorro depende de con qué cifras se compare. El último techo de gasto aprobado por el Consejo de Ministros para los 19 grandes programas, en 2009, era de 26 695 millones de euros. Y el departamento que dirige Pedro Morenés se propone someter al Gobierno un nuevo techo de gasto de 29 495 millones de euros. Por tanto, la factura se incrementa en 2798 millones» (Fuente: El País).

Ante el anuncio —de cuya certeza, efectivamente, hay que dudar— de que se han restado al parecer 3850 millones de euros a los Planes Especiales de Armamento —según se ha escrito en prensa—, ha habido numerosas reacciones que conviene tener muy en cuenta —más incluso que el baile de cifras—. Llaman la atención las del PSOE-Andalucía, UGT-Andalucía y CC. OO.-Andalucía: criticar los supuestos recortes porque podrían tener una consecuencia de merma en los puestos de trabajo… sin importarles nada que aquí lo que se está haciendo, no lo olvidemos, es fabricar armas para las guerras organizadas por los gobiernos y los grandes intereses de las multinacionales.

¿A nadie le importa la Paz en esta comunidad autónoma? Luego se llenarán la boca con bellas palabras sobre los Derechos Humanos, la «alianza de civilizaciones» y cosas así. Si las industrias militares y los gastos militares son una sangría para la sociedad que no solo no produce, sino que destruye, ¿cómo no se pide la reconversión en industrias de carácter civil?

La provincia de Cádiz sigue siendo la lanzadera de misiles que es, la escala de buques nucleares británicos y norteamericanos que es, el aeropuerto militar más grande de toda la región del Estrecho, el apeadero de todo tipo de personal internacional y material militar destinado a todas las guerras que en el mundo son, la gran zona de maniobras navales, el lugar donde radicar todo tipo de radares y baterías de misiles, la zona de producción de armas a bajo coste —eje Sevilla-Cádiz— y la gran lanzadera para operar en África.

El ejército promueve su nuevo modelo de Cultura de Defensa, buscando el apoyo ciudadano que nunca ha tenido pero que ahora necesita para poder seguir sosteniendo grandes gastos en armas e intervenciones militares en Afganistán, Somalia o Malí. Esto, claro, además de sonreír ante la opinión pública, apretando los dientes, por la inmensa deuda militar generada por el ministerio con colosales compras de armamento que seguimos pagando, y que ahora más que nunca está afectando tan negativamente sobre el empleo, la vivienda, la educación, la sanidad, etc. Conseguir el apoyo de la ciudadanía donde están las grandes infraestructuras militares es, en sí mismo, un objetivo militar. En la era de la sofisticación tecnológica de las armas de guerra, no hay nada más valioso que la opinión ciudadana. Aunque resulta sorprendente, el Ejército se ha dado cuenta de esto.

Y en estos momentos tenemos ya un anunciado «contrato del siglo» —ya veremos si real o no— con la venta de 3000 millones de euros en forma de tanques a producir en la fábrica de General Dinamics de Sevilla, con destino a las fuerzas armadas del gobierno dictatorial de Arabia Saudí. El mismo Juan Carlos recibió al ministro de Defensa de Arabia Saudí, el príncipe Salman bin Abdelaziz, para tratar la venta de más de 200 carros de combate Leopard. (Fuente: Público, 08/06/2012).

Tanta producción y comercio de armas abruma, es cierto. Pero este fenómeno de militarización social no ha conseguido afectar sustancialmente a los parámetros pacifistas, de diálogo y de solidaridad, que constituyen la esencia de la cultura andaluza. Podemos plantarnos frente a este comercio de la muerte. Solo hay un secreto para llevar a cabo nuestra difícil empresa: determinación confiada en que los poderosos no podrán organizar más guerras fratricidas si empezamos o seguimos denunciando su comportamiento y no colaboramos con los gastos militares y las guerras. Podemos hacerlo y debemos hacerlo.

1 Véase el concepto de «transarme», que compartimos, en: http://www.utopiacontagiosa.org/tag/transarme/

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