Tener fiebre no es de ahora, hace mucho tiempo que empezó. La Lupe
La deforestación y el calentamiento climático son tal vez los principales agentes responsables de los recientes brotes de enfermedades zoonóticas y de los que están por venir. Reducir la intensidad de ambos debe ser prioritario para las sociedades humanas si es que tenemos alguna noción de lo que realmente significa calidad de vida.
Entonces, ¿qué hacemos mirando el dedo en lugar de la Luna? ¿Por qué teorizamos sobre mil cuestiones tangenciales y evitamos mirar a los ojos a la causa del problema? ¿Por qué vemos manifestaciones donde se mezclan personas de discursos pacíficos, prendas coloreadas y rostros risueños, con los energúmenos violentos, mala cara, de la ultraderecha (UD)?
Newage y nazi comparten discurso pero no motivación. El discurso se alimenta de teorías conspirativas que aluden a una maquinación tan distópica que juntarse con nazis resulta aceptable. «En la nueva era de luz, caminaremos juntos como hermanos», te dice un amigo en el planeta Tierra, año 2020 e. c. La UD ha encontrado un filón para infiltrarse en el tejido social y blanquear su discurso y su imagen: el chip, 5G… bulos con que azuzar el miedo al control mental: como si esa no hubiese sido la praxis del capitalismo en las últimas décadas. Como diría la Lupe, eso «no es de ahora, hace mucho tiempo que empesó».
Todo en el contexto de los recientes fiascos de la economía ortodoxa y los intentos de los poderes fácticos de, lejos de entregar la bandera, evitar como sea que la gente vea que el emperador está desnudo. Así que da rienda suelta a sus horrísonos voceros del fascio, muy capaces de marear la perdiz.
En principio, esto no debería preocupar, porque una piensa «un discurso tan lóbrego, cenizo, intolerante, incoherente, ridículo, grosero, de mal gusto y, en definitiva, grotesco, no debería cuajar en una ciudadanía educada como la nuestra». Pero mira tú por dónde, el fascio no dice lo que piensa así de primeras. Primero te dice lo que tú quieres oír, para ganarse tu confianza. Es un canto de sirena.
Y puede cantar. Porque sus amos ponen la melodía de fondo en los grandes medios y el fascio se desgañita en las redes sociales, más influyentes en la actualidad que los medios tradicionales. La sobredosis de postverdades y la bazofia informativa a deglutir diariamente es abrumadora.
Por supuesto, en esta plaga de opinofilia no faltan les iluminades independientes, porque, como decía B. Russell, «El principal problema de este mundo es que los ignorantes y los fanáticos siempre estén tan seguros de sí mismos, y las personas sabias siempre tengan tantas dudas».
La forma en la que asimilamos información en la actualidad: inmediatez y levedad vs. reflexión y profundidad; el titular en RRSS vs. el libro, facilita que caigamos en disonancias cognitivas y así reneguemos de la mejor evidencia a favor de nuestros sentimientos o ideas preconcebidas. O, parafraseando a Asimov, ¿qué te ofrece la pseudociencia?, un manto de protección, un pulgar que chupar, unas faldas a las que agarrarte. ¿Qué ofrece la ciencia (sin encumbrarla)? Incertidumbre e inseguridad.
Todo este desastre sistémico anunciado, a la luz de la crisis de la covid19, está sirviendo para blanquear al fascismo y para apoyar tendencias reaccionarias. ¿Qué ingenue no apoyaría sus consignas rebozadas en «libertad y verdad»? Pero, lo que es más grave, está dejando en un segundo plano el tema que de verdad nos debe ocupar: la deforestación y el calentamiento climático.
Por suerte, para orientarnos en este popurrí caótico, para apartar la vista del dedo y llevarla a la Luna, disponemos de herramientas que pretenden una visión ecuánime y diversa de la realidad, y que son radicales en su análisis. El Salto, Ctxt, El Topo y un largo etcétera. Bravo por ellas.