El pasado 27 de febrero la vida nos dio a muchxs un fuerte mazazo: un accidente de tráfico se (nos) llevaba a Ventura Galera, compañero de enredos y también amigo de tanta y tanta gente. Sirvan estas pocas palabras como muy modesto apunte y reconocimiento de su gran valía.
Golpe, incredulidad, pesadumbre, rabia, recuerdos, despedida, lágrimas…
Conocí a Ventura mediando los noventa, en una actividad de Arquitectura y Compromiso Social (ACS), la asociación que él y más gente habían creado poco antes en la Escuela de Arquitectura de Sevilla. Luego fueron muchas las iniciativas ciudadanas que tuve la fortuna de compartir con él, en ACS y otras entidades.
Ventura nació empezando 1965, en el hospital de Lorca (Murcia) más cercano al pueblo familiar, Albox (Almería). Llegó con su hermana melliza, Resurrección. En 1983 vino a estudiar arquitectura a Sevilla. Pronto tuvo un gran grupo de amigos. Su casa de estudiantes era lugar de referencia: varias estancias comunes, terraza para fiestas, sala de encuentro, de reuniones… y también de oración: desde joven Ventura mantuvo una fe religiosa tan profunda como discreta.
La asociación IAESTE lo becó a Brasil, un viaje que le marcó bastante: allí conoció a gente relacionada con la teología de la liberación.
Su carrera la sacó con becas. Le atrajo especialmente el urbanismo. Su proyecto final, en 1991, fue premiado.
Un año antes, Ventura se casó con Esther, compañera de estudios. En 1995 nació Andrés.
Poco después de terminar la carrera empezó a trabajar en el Ayuntamiento de Carmona (Sevilla), donde obtuvo la plaza de arquitecto municipal en 2003. Allí redactó el Plan Especial de Protección del Patrimonio Histórico, del que quedó muy satisfecho. Pero no pudo ver terminado su Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU), en el que tanto trabajó.
Más tarde se pidió una excedencia de un par de años y se centró en el estudio de arquitectura que compartía con Esther.
Como profesional libre no hizo muchos trabajos; pero los que hizo, fueron excelentes. Su obra más emblemática quizá sea el conservatorio Gonzalo Martín Tenllado de Málaga, que realizó tras ganar un concurso, concluyéndose en 2014, con un resultado notable. Ventura se sentía muy orgulloso de su conservatorio.
En cuanto a la implicación social de Ventura, apuntar, de entrada, que su contribución a las numerosas iniciativas ciudadanas en las que colaboró tuvo mucho que ver con su formación técnica; con su querencia por el trabajo en equipo y comunitario; y, de manera determinante, con su generosidad y bonhomía. Y seguro que también con la generosidad también de su esposa e hijo, Esther y Andrés, que contribuirían lo suyo a que Ventura pudiera hacer tanto para tantas y tan bien.
Al poco de titularse ya vinculó sus conocimientos al compromiso social: en 1993 fue socio fundador de la ya referida Arquitectura y Compromiso Social (ACS), en la que participó activamente más de 25 años, hasta su reciente disolución, ejerciendo la coordinación durante unos años. Desde su área de Vivienda y Ciudad intervino en numerosas problemáticas. Entre otras, en la del chabolismo. Ahí lideró, junto a la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía el acompañamiento a las familias chabolistas de Los Perdigones. Organizó el concurso de ideas para su realojo en una parcela municipal cercana. Ello no evitó la pésima «salida» dada al asunto por los «responsables» públicos, pero sí la evidenció aún más al haber conseguido alumbrar soluciones dignas y congruentes.
Con el seminario anual de ACS del año 2000, «La ciudad que tenemos, la Sevilla que queremos», Ventura y sus compañerxs reclamaron y promovieron que la elaboración del PGOU de Sevilla, que se iniciaba entonces, fuera lo más participada posible por la ciudadanía. Perseguían tanto una mejor planificación como que el tejido social se fortaleciera: tras el seminario crearon la coordinadora Red Ciudadana la Sevilla que Queremos.
También colaboró desde el Taller de Barrios de ACS en el asesoramiento a muchos vecindarios con problemas. Destaca aquí su gran implicación con La Bachillera, desde el año 2000, trabajando con sus asociaciones en la reivindicación de regular la titularidad del suelo y mejorar este barrio de casitas autoconstruidas con una compleja situación urbanística y de propiedad.
El otro día recordaban las vecinas que el primer arquitecto que apareció por el barrio fue Ventura; y que ahí arrancó con fuerza esta gran lucha vecinal, que aún sigue. Una vecina apuntaba sobre su humildad: «Nos ha llevado de la mano a todos sitios, no sintiéndose protagonista. Parecía que no hacía nada».
Con víctimas, y otrxs comprometidxs, Ventura hizo un recorrido reiterado de la Sevilla empobrecida a la que acoge las instituciones. ¡Qué bien acompañaba! ¡Y qué bien escuchaba!Recogía atento las intervenciones ajenas, hasta a las más banales les daba una vuelta, encontraba algo útil y lo devolvía mejorado.
Gran implicación del amigo igualmente en la Plataforma Ciudadana ¡Túmbala! Contra la Torre Cajasol, creada en 2009 para evitar la erección del primer rascacielos en Sevilla. Aunque ese tótem a la iniquidad terminaron alzándolo, se les puso difícil.
Por último, cabe señalar que Ventura ha estado estos últimos años muy vinculado a la defensa de la Casa Palacio de Pumarejo, implicándose en su tan reivindicada rehabilitación. Desde la Asociación Casa del Pumarejo era el principal interlocutor técnico con los responsables municipales que redactan el proyecto de obras, siendo su empuje decisivo para el avance de este. El 24 de febrero, domingo, tres días antes de su muerte, Ventura preparó una asamblea de la asociación para estudiar el proyecto básico elaborado por el Ayuntamiento y decidir propuestas de mejora. Fue su último servicio a esta lucha ciudadana.
Pero, más allá de las bregas concretas y de su rigor como técnico, hay que destacar la calidad y calidez de Ventura como persona. Trabajar con él era siempre fácil y grato. Solícito, afable, sencillo, dialogante, mediador, respetuoso, cercano, lúcido, cumplidor, hombre de paz… Y todo ello jamás buscando notoriedad o reconocimiento.
En definitiva, un lujo de persona y de compañero.
El afán, la entrega, los logros y el legado de Ventura para una Sevilla más justa, integradora y habitable no esperan recibir honores oficiales, inscripciones en mármol, nombre de calles… Pero bien que se los merecerían. Por lo pronto, el amigo cuenta con el respeto y el cariño de la mucha gente con la que colaboró, a la que ayudó.
Amigo, te vamos a echar de menos. Tu legado, en nuestra ciudad y en nuestros corazones, ha sido grande.
NOTA: en arquisocial hay dos magníficos libros que documentan el gran trabajo de Ventura y otrxs muchxs compañerxs desde la asociación Arquitectura y Compromiso Social.