Pisadas humanas, sello de neumáticos, railes oxidados o estelas de zodiac se entrelazan para atravesar África. Los guide men (guías) conocen estos caminos, al igual que conocen el negocio de la trata de personas. Uno de ellos señaló las cuatro diferencias que existen entre el viaje que realiza un hombre nigeriano y el que vive una mujer nigeriana. Sus afirmaciones estructuran este artículo.1
Primera diferencia: las mujeres siempre vienen escondidas, no como los hombres
Nigeria, el gran elefante negro al que le chorrean las patas de petróleo, es considerado según el grupo Development Finance International como el último en la lista de 152 países ordenados según el compromiso para reducir la desigualdad. Los gobiernos duermen con las empresas y sobre las sábanas firman los contratos de extracción de los productos internos de la región. La estimación nacional de población empobrecida en Nigeria es del 70%. Los Programas de Ajuste Estructural llegaron en la década de los ochenta, cortaron la cabeza a los servicios públicos y allí se quedaron en la bacanal de la desescolarización o la privatización de la sanidad.
En un país donde los apagones son diarios, las niñas al nacer son llamadas «media corriente». La antropóloga Kokunre Eghafona señaló durante la entrevista que le hicimos que con dicha asignación «desde la infancia queda esa idea psicológica de que la chica es menos que el chico». A la discriminación de partida, articulada sobre el tablero ya descrito en el párrafo anterior, a las mujeres se les añade la responsabilidad social de hacerse cargo «de los hombres en su vida: primero de su padre, de sus hermanos y, más tarde, de su marido», continúa Eghfona. Como consecuencia de su organización de parentesco, la mujer se encuentra en «una situación de desprotección», nos dice. Al casarse la joven abandona su familia para irse a casa del marido. Sin embargo, no será ella, ni su hija, sino el primogénito varón quien herede la casa y las pertenencias.
Entre las rocas del pedregal estructural se escucha a una joven prepararse para dejar su país. Va a Europa, allí donde le han dicho que «la leche fresca sale del grifo» y que «podrá estudiar». Una nueva viajera comienza la ruta y tendrá que correr hasta llegar a «las casas que no tienen ventanas, como cárcel» y viajar de noche, «escondidas, siempre escondidas». Ocultarlas es asegurar que no las devuelvan o las secuestren «otros», porque valen mucho, son mercancía, como repite el guía varias veces a lo largo de la entrevista.
Segunda diferencia: cuando vienen mujeres, siempre dicen (los hombres) que es buen negocio porque las mujeres vienen a Europa para pagar
Las personas sin recursos económicos y administrativos que quieren ejercer su derecho a migrar harán rebusque para localizar esa posibilidad que tantas veces, en el caso de Nigeria, les coloca en el tráfico ilegal a ellos y en el vértigo de la trata de seres humanos a ellas «como resultado de las restricciones en las regulaciones para conseguir un visado», apunta la coordinadora de la ONG Girl Power Initiative, de Nigeria. En el caso de los hombres, generalmente no se les posibilita el viaje «a menos que el chico pague todo el dinero por adelantado», continúa. En el caso de las jóvenes o de las mujeres, concluye, «no se les pide que paguen por adelantado, quizá tan solo una cantidad de registro. Es cuando llega a Europa que se le pide que devuelva una cifra que vendrá determinada por la relación con el tratante». La cantidad, según nos comparten las mujeres, va desde 25 000 a 60 000 euros, a pagar con «el cuerpo, no con otra cosa, con el cuerpo».
Nigeria es la primera nacionalidad no europea de trata con fines de explotación sexual en el Estado español. Hablamos de uno de los tres negocios más lucrativos del mundo, junto con las drogas y las armas. Según Naciones Unidas, la trata en sus distintas formas de explotación mueve tres mil millones de dólares anuales.
Tercera diferencia: la chica se puede vender
Tras los telones que son las fronteras todo está permitido y oculto por quienes quieren mantener sus privilegios enjaulados. Detener la migración en Marruecos está subvencionado por la Unión Europea y co-ejecutado por los dispositivos españoles de seguridad nacional. «Cuanto más altas sean las vallas más fuerza le estaremos dando a las redes de trata de seres humanos» sentencia Pilar Martínez (Médicos del Mundo-Bélgica) Asegurar que la migración venga gravemente endeudada y en situación irregular, certifica que ésta pueda cubrir las demandas de explotación extrema que precisan nuestros modelos económicos de consumo. Los invernaderos, las aceras de las calles o los sótanos de la clandestinidad permitida y fomentada, esperan sus cuerpos.
Este parón al otro lado del Mediterráneo, en el caso de las jóvenes nigerianas, puede alargarse durante años. Tiempo en el que viven episodios de violencia que solo pueden ser escuchados si aceptamos la capacidad de deshumanizar, cosificar a las otras, a las mujeres. Describiendo su experiencia en el camino, nos comparte una menor: «Tú puedes dormir con más de 20 hombres en un día, y cuando te despiertas tú sientes algunos dolores en tu cuerpo, muchas cosas. Y no es bueno… Tú puedes no sentir tu cerebro rápido, tú comienzas a volverte loca, y si te vuelves loca, nadie va a ayudarte». Y añade una compañera que «la mayor parte de los guide men venden chicas en Marruecos, lo que no es bueno. Ellos te dicen que te van a llevar a Europa, pero cuando estás en Marruecos te venden a otra madame. Y la otra madame puede que te venda a otra persona».
Explica el guía entrevistado que si «lleva como quince o veinte personas y quiere pagar (el paso) como 1500… Dice, vale, llévate estas dos chicas y déjame pasar. Puede vender a esta chica a 800 o 1000 euros».
Cuarta diferencia: las chicas no tienen nada que decir. Las chicas no pueden hablar, pero los hombres sí
Mientras enrollaba lana a una rama en uno de los talleres que hicimos, una joven nos dijo: «en el campo donde yo he vivido en Oujda (Marruecos), las mujeres no tienen derecho de hablar. No tienes que hablar, si hablas te pueden pegar. Lo único que puedes hacer es callar porque si no te pueden pegar, sentir dolor tan fuerte en tu cuerpo que no puedes levantarte». Una de las características de la trata nigeriana es la pretendida imposición del silencio a las jóvenes.
«Crece bajo la idea de buena chica y una buena chica no pregunta», señala la coordinadora de Girl Power Initiative. Pero, saltándose los modelos, ellas no solo han contado sus historias, sino que muchas lo han hecho, como dicen «para que mis hermanas en África no tengan que vivir lo que yo he vivido». Y los relatos de las que están en esta orilla fueron escuchados por aquellas que los recibieron en Nigeria, a través de un montaje audiovisual, sentadas en pupitres de escuela o alrededor de la barra de un prostíbulo. Al terminar la proyección las manos en alto no paraban de mostrar el diálogo entre iguales que ya no podía detenerse. «Traigámoslas de vuelta», dijo una. Otra, mirando fijamente a la cámara preguntó «¿por qué no hacen nada los gobiernos?»
De jóvenes viajeras, a mujeres tratadas, y de ahí a agentes de transformación social con sus iguales. Ellas son mujeres que gritaron al cielo, mujeres desviadas de la noma que siguen dispuestas a romper silencios.
1Una muy pequeña muestra de las voces de las más de trescientas jóvenes y mujeres con las que hemos podido trabajar en España, Marruecos y Nigeria están recogidas en el texto entrecomilladas sin cita. El anonimato las protege, también las hace una.