Hablamos con el cineasta Kikol Grau con motivo de su recién terminada trilogía de documentales sobre el punk radical vasco, en la que pone en contexto social e histórico a tres de las bandas clave de ese momento: Eskorbuto (La más macabra de las vidas, 2014), Cicatriz (Inadaptados, 2015) y La Polla Records (No somos nada, 2016).
Una vez fui en una Derbi Variant con un colega a ver a Eskorbuto al puticlub Vértigo, en la carretera de Castelldefels. Íbamos tope de contentos, pero salieron muy puestos, tocaron apenas tres canciones, volvieron a intentar empezar y se fueron. ¡Aquello fue una mierda! Fue el peor concierto de mi vida. Pero me hizo ver otra realidad. Una diferente de la que se suele contar. La dureza de las letras de Eskorbuto me hizo pensar qué vida deben de tener estos para ir tan a saco con su música. Me planteé ilustrar esas letras con los hechos históricos que estaban ocurriendo en ese mismo momento, una especie de interpretación de lo que ellos querían expresar con su música para así poder entenderlos mejor. Una interpretación que no representa precisamente lo que la gente suele pensar acerca de lo guays que fueron los años ochenta. En aquel momento, mis colegas y yo no éramos conscientes de ser punkis. Éramos la realidad obrera del paro en Barcelona. Éramos más quinquis que punkis o heavys, aunque no tan a saco como el Torete o el Vaquilla.
Este proyecto nace también cuando empiezo a estudiar Historia en la Universitat de Barcelona. Decidí hacer un documental histórico-mediático durante cada curso, construyendo mis películas con material de archivo de la misma época que los grupos en cuestión. El contexto lo es todo. El momento y el lugar registran lo que fue y ocurrió de verdad. Tanto el punk como la carrera de Historia me han enseñado a criticarlo todo y a no fiarme de nada, de ningún dato y de ningún documento. Mi forma de narrar la historia se parece más a un collage que a cualquier documental formal. Son una revisión de la historia reciente de España y de su música. La llamada Transición solo se ha explicado, hasta ahora, a través del discurso oficial de Victoria Prego en aquella serie de TVE de trece capítulos (La Transición, 1993), que se construyó mientras aún se estaba viviendo. Al ponerme a estudiar me dije voy a contar mi versión, joder.
Consciente del vacío que hay sobre la historia musical reciente, me he centrado en ella, y durante toda mi vida he ido realizando piezas documentales que incluyen a un montón de grupos como Kortatu, Último Resorte, Parabellum, Vómito, Jello Biafra, etc. No son homenajes porque no me gusta mitificar, pero al menos me gustaría dejar algún documento de lo que ocurrió. No son unos documentales al uso, pues no quería hacer el típico reportaje que reúne a los miembros que quedan vivos, o a los familiares de estos, para que hablen de la época que vivieron. Preferí viajar en el tiempo hasta allí, quería que fueran los grupos y sus canciones los que hablasen. El relato es punk en su concepción y realización, lo mezclo todo. Llevo toda mi vida trabajando con archivos audiovisuales, así que no me cuesta encontrar las imágenes. No he forzado ninguna puerta y tampoco me he colado por ninguna ventana. He accedido a todo el material sin utilizar ningún tipo de violencia y luego lo he editado. Aquellos grupos han dejado constancia de algo, su música, cosa que veo como un triunfo. Dejaron cosas que cuarenta años después se siguen escuchando. Una batallita que, como homenaje, quiero dejar documentada para que las generaciones venideras puedan ver que existió todo aquello.
Yo soy un reciclado, que antes trabajaba haciendo programas de televisión y ahora hace experimentos televisivos fuera de ella. En la tele ya no me quieren, no me dan trabajo, no volveré a trabajar para ella. Todo ha cambiado en su funcionamiento y ya no se me necesita. Al decir tele me refiero a la fábrica, no al aparato. Durante muchos años he podido hacer un montón de cosas y vivir de mis programas, todos ellos relacionados con la cultura y la música, lo que a día de hoy me parece una maravilla. Esto hace que vea mi propio trabajo como el de un bicho raro en el panorama televisivo de este país. Mis collages experimentales no son para todos los públicos. Mi familia siempre me dice: «¡A ver cuándo haces una película buena como el Bayona!».