«Telemarketing» es una palabra que no está registrada en el diccionario de la Real Academia Española. «Teleoperador» o «teleoperadora» tampoco. Lo acabamos de buscar, no te molestes en hacerlo. Y no es casual. El diccionario respalda al sistema: no refleja una realidad que el capitalismo ha creado para que funcione siempre bajo la alfombra; ya sabes, donde van las migas de pan y las pelusas cuando vienen las visitas.
Sin embargo, tú nos conoces bien aunque el nombre te suene raro. Pasas con nosotros y nosotras mucho tiempo a lo largo de tu vida; si haces cuentas, te asustarías: cuando llamas a tu compañía telefónica, o a la de electricidad, o a la línea de atención de un banco; también para comprar un billete de tren, incluso cuando llamas para que te asesoren sobre la declaración de la renta y cuando pides cita para el médico, o cuando tienes una emergencia. Todas esas personas a las que confías la solución de tus peticiones y problemas, somos teleoperadoras.
Respondemos en nombre de las mayores empresas y organismos públicos, pero no estamos contratados por ellas, y tanto las empresas matrices como las subcontratas se cuidan de que esa información no trascienda, haciendo creer al usuario que se trata de plantillas propias. Tenemos un convenio que en CGT nos negamos a firmar porque perpetúa la precariedad para los más de 60 000 de trabajadores y trabajadoras del sector. Y otra gente que ni siquiera pueden acogerse a él pues trabajan en «empresas piratas». O más piratas todavía, habría que decir.
La subcontratación es un cáncer que se ha apoyado en la privatización de lo público para hacer su metástasis (Telefónica, Iberia, la antigua Renfe, etc.). De hecho, muchas de las empresas para los que damos nuestra voz son o han sido públicas recientemente. El argumento de que la subcontratación significa más eficiencia nos daría risa si no fuese porque nos lo tomamos muy en serio. El capitalismo usa nuestro trabajo para atacar a la clase obrera por todos los flancos posibles. Y eso te incluye a ti aunque nunca te hayas puesto unos cascos, el símbolo de nuestro día a día. Mucha gente se extraña porque las empresas pisotean sus derechos, roban con descaro y no solucionan sus problemas. Pues bien, la próxima vez que hables con nosotras recuerda que eso no es casualidad. No se trata de incompetencia, ni de fallos evitables: se trata de una estrategia perfectamente diseñada.
En primer lugar, se desarma a las plantillas subcontratadas de las condiciones laborales de la empresa matriz. De las económicas, puesto que podemos llegar a cobrar una tercera parte menos. Pero también del resto de condiciones de trabajo y salud laboral. Se divide a la clase trabajadora estimulando una competencia artificial entre trabajadores y trabajadoras, pues las grandes empresas siguen ganando lo mismo. El trabajo que antes era estable pasa a ser precario y temporal fraudulento; hay contratos que duran más de 10 años y siguen siendo «temporales».
En segundo lugar, las plantillas somos víctimas de dos objetivos contradictorios e irreconciliables: el de las ventas del producto que ofrece la empresa matriz y la hipócrita pretensión de que el servicio que ofrece sea de calidad, frente a las exigencias diarias de la empresa de telemarketing para que la llamada dure lo menos posible, puesto que estas empresas obtienen su beneficio en función de las llamadas que reciben.
Para estas empresas no sois usuarios, sois clientes. Se nos da la menor formación posible, por lo que a veces nos es imposible solucionar vuestras peticiones. Hacer bien nuestro trabajo para nuestros jefes significa justo lo contrario de lo que esperáis al llamar: si es un servicio de información de una empresa, el objetivo será vender todo lo que se pueda en el menor tiempo posible, independientemente de la razón de la llamada. Si es un servicio público, será informar en menos que canta un gallo. Se nos exige que la llamada, sea de lo que sea, no dure más de 5 minutos. La presión está servida, nuestros centros de trabajo reciben constantes visitas de ambulancias e inspecciones de trabajo por ataques de ansiedad y problemas de salud graves. Para que os hagáis una idea, es habitual que las llamadas nos entren automáticamente y no haya ni un segundo de pausa entre una y otra. A cambio, recibimos un salario que ronda los 800 euros, si llega, pues la norma son los contratos a tiempo parcial. Nuestro puesto de trabajo está siempre en el alambre.
A esto hay que sumarle que el telemarketing es un sector en el que las empresas vuelcan todos los ataques que les permiten las leyes laborales: ERES, ERTES, modificaciones sustanciales y demás calaña. El último en Atento, empresa fundada por Telefónica, y en la que más de 600 personas que trabajaban para los servicios de Movistar han perdido su empleo en agosto.
La tercera pata del telemarketing son las consecuencias que sufrís, que sufrimos todas. Las empresas han encontrado su castillo inexpugnable desde el que pisotear los derechos de sus clientes con impunidad. Eso sí, si se presenta una queja, la empresa cargará de responsabilidad al teleoperador.
Este año, una mayoría de trabajadores de las dos principales subcontratas de Telefónica-Movistar, Atento y Extel, hemos hecho un calendario de huelgas conjuntas promovido por CGT para mejorar nuestras condiciones, que también repercuten en las de la gente que nos llamáis.
A comienzos de año empezará la negociación del nuevo convenio colectivo y lucharemos contra la patronal y la casta sindical en la que se apoyan. Cuando nos llames, estaremos luchando. Únete a nuestra lucha. Es la de tod@s.