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Lo cotidiano es político – EL TOPO
nº5 | construyendo posibles

Lo cotidiano es político

[…] Te despiertas con el sonido de fondo de una reposición de un programa de Radiópolis. No sabes cómo, pero llegas a la ducha y comienzas a pensar tu día mientras te enjabonas con un champú de esos que hacen poca espuma. Es martes. Destender la ropa. Recoger la cesta de verduras. Hoy me toca cuidar a mi «sobrino». La asamblea de la Andanza se ha vuelto a cambiar de día y te coincide con las verduras. Sales de la ducha, te vistes y desayunas una tostada de pan ecológico —que has comprado a una panadera local— y aceite del Mercado Social (¿este era de La Rendija o de Casa Cornelio?). Sales de casa para currar. Por el camino te cruzas con caras dormidas pero conocidas, que te saludan a tu paso. De nuevo apareció la pintada en el callejón de Divina Pastora: «Machete al Machote» (el viernes hay concentración contra la reforma de la ley del aborto). Llegas a San Luis con sus puñeteras obras (¡qué fresquita está a la calle cuando no hay asfalto!). Llegas al curro. […]

Comenzando

Esta descripción puede que sea un tanto idealista. Puede también que, con matices, se acerque bastante a la cotidianidad de algunas personas que leen este artículo. «Cotidianidad» son aquellas acciones que discurren en la vida diaria de las personas. Hechos, acciones o prácticas que ocurren de forma recurrente pero que no por ello dejan de tener una importancia trascendental para comprender los imaginarios sociales y políticos de las personas que los realizan. A través de las experiencias cotidianas se configura el espacio público, se hace la calle, se construye barrio, ciudad, territorio. Lo cotidiano se torna importante, también, porque el propio contexto socio-económico y político lo ha mercantilizado y precarizado, convirtiéndose en un ámbito que reconquistar. Así pues, este artículo se cuestiona por qué es necesario politizar las acciones cotidianas y habla de algunas experiencias activistas que lo hacen. Por otro lado, se pregunta por qué la problemática de la sostenibilidad se ha convertido en el nuevo eslogan del capitalismo neoliberal, y reflexiona sobre las aportaciones que realizan estos activismos a ese debate. ¡Vamos a ello!

Mercantilizar la cotidianidad, precarizar la vida

La progresiva conquista por parte de las lógicas mercantilistas de todos los ámbitos de la vida cotidiana es un hecho. El neoliberalismo, como proyecto político que es, se apropia de la esfera pública mediante la articulación de tres cuerpos institucionales fundamentales: el Estado, el mercado y la ciudadanía1. Así, mediante las presiones que ejerce sobre el Estado, consigue que este moldee a la ciudadanía de acuerdo con las lógicas del mercado. Pero el neoliberalismo también se ha apropiado de la esfera privada. De hecho, el proceso de acumulación capitalista se ha realizado a costa de los trabajos invisibles necesarios para el mantenimiento de la vida, que mayoritariamente han sido, y son, realizados por mujeres2. El ámbito ambiental tampoco se ha librado del proceso de neoliberalización. Se pueden identificar cuatro mecanismos que el capitalismo pone en marcha para verdearse3: (1) limpiar la imagen de las tradicionales formas de explotación capitalistas cuestionadas por sus impactos sociales y ambientales —usando la tecnología como el nuevo paradigma de modernización ecológica—; (2) concebir nuevos modelos de crecimiento económico y así mantener vigente el paradigma del desarrollo —por ejemplo, creando mercados por la reducción de la contaminación—; (3) acaparar una mayor cantidad de recursos naturales y servicios ambientales para la reproducción del capital —sobre todo para las corporaciones—; y (4) apaciguar, invisibilizar o atomizar la protesta social y la resistencia ligada a las luchas por el agua, la soberanía alimentaria, la diversidad y la defensa del territorio.

Así pues, el proyecto político del capitalismo neoliberal desarrolla una forma de poder que pretende establecer mecanismos de control totales, cercando la vida por los cuatro costados4. Mecanismos de control que afectan tanto a los cuerpos físicos —no es casualidad ahora el proyecto de la reforma de la ley del aborto— como a los cuerpos sociales —ordenanzas cívicas por ejemplo— o a los territorios en los que habitamos. Mecanismos que afectan a los instrumentos formales disciplinarios —las leyes, por ejemplo—, pero que también se cuelan en estructuras informales —los hábitos, las costumbres, los hechos cotidianos—. Es en este sentido que considero necesario reconquistar las esferas que el capitalismo ha invadido. Asumir esta invasión sin más, es perpetuar el metarrelato que naturaliza la propia existencia del capitalismo como sistema único, universal y eterno. Así que, mientras conquistamos el Parlamento y el Congreso —que, por lo visto, parece que ahora sí que podemos—, ¿por qué no reconquistar también nuestra cotidianidad?

La cotidianidad como un dispositivo político

Existen una serie de experiencias de activismo que pivotan entre estrategias de resistencia y protesta, y estrategias basadas en experiencias prácticas. Estas experiencias prácticas pretenden ensayar formas de cotidianidad diferentes a las que propone el sistema capitalista neoliberal. Hablamos de formas de organización colectivas en diferentes facetas de la vida cotidiana a las que, de alguna manera, se les atribuye una significación política. Por aterrizar la cosa, me refiero a grupos de consumo —como Gazpacho Rojo, por citar uno de tantos—, a grupos de crianza —como La Pelícana—, a monedas sociales —como el Puma—, a bancos del tiempo —como el de El Ecolocal, a mercados sociales —La Rendija, Casa Cornelio—, a colectivos feministas —Setas Feministas, Mujeres de Negro—, pero también a espacios ocupados —como el Centro Vecinal del Pumarejo, el Huerto del Rey Moro, o el CSOA Andanza— o espacios que, sin necesidad de pasar por la ocupación, están ensayando nuevas formas de generar común —como puede ser Tramallol—.

Los ejemplos que traigo no están exentos de contradicciones. Las contradicciones propias con las que nos encontramos en nuestra vida cotidiana. Solo por citar una, negar que perviven actitudes patriarcales machistas en muchos de nuestros espacios supuestamente liberados sería, además de incierto, peligroso. Sin embargo, considero que estas experiencias son dispositivos políticos radicales, en tanto que van a la raíz de nuestras acciones diarias, al centro de nuestra cotidianidad. Con respecto al debate de la sostenibilidad, cabría plantearse qué aportan estas formas de activismo. A priori, parecen ser el caldo de cultivo para cuestionar los mecanismos que el capitalismo verde comienza a desplegar. Presentan un potencial de enorme valor porque son espacios y experiencias en las que: (1) se propicia la autoorganización colectiva; (2) se promueve cambiar lo no deseado, transformar —algunas de forma más o menos explícita—; (3) se aprende a vivir con lo diverso — aunque hay experiencias más abiertas que otras—; (4) se ensayan y proponen acciones concretas y multidimensionales —sociales, económicas, ambientales— para un sistema en crisis; (4) se genera un conocimiento basado en la práctica que después es utilizado para reteorizar conceptos; (5) se dibuja una red de afectos, de apoyo mutuo.

Está claro que la cotidianidad es solo una escala más en la que desarrollar propuestas que subviertan las dinámicas del capitalismo neoliberal. Hay otras, importantes y necesarias. Sin embargo, lo cotidiano tiene un alto potencial para la transformación social. Es un contexto idóneo para repolitizar los aspectos que la democracia representativa ha pretendido alejar. Acerca la política, la baja del atril, la lleva al mercado, a las relaciones personales, a la comida, al barrio, al día a día.

Es martes. Destender la ropa. Recoger la cesta de verduras. Cuidar a mi «sobrino». Lo cotidiano es político.

1Wacquant, Löic. 2012. Three steps to a historical anthropology of actually existing neoliberalism. Social Anthropology 20, 66–79.

2Herrero, Yayo. 2011. La centralidad de los cuidados, las mujeres y la sostenibilidad. En Cambiar las gafas para mirar el mundo. Una nueva cultura de la sostenibilidad. (Eds) Y. Herrero, F. Cembranos & M. Pascual, 181–200. Madrid: Libros en acción. Ecologistas en Acción.

3Rodríguez-Panqueva, D. 2011. Capitalismo verde, una mirada a la estrategia del BID en cambio climático. (L. M. Navas-Camacho, Ed.) Censat Agu. Bogotá, Colombia.

4Hardt, M., & Negri, A. 2002. Imperio. Paidós estado y sociedad; 95 (p. 432).

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